Güemes más allá del bronce

Por Pablo A. Vázquez*

En vísperas de su paso a la inmortalidad, producido el 17 de junio de 1821, la figura heroica de Martín Miguel de Güemes se eleva como arquetipo del coraje gaucho, del estratega militar de “guerra de recursos” para derrotar a los realistas y de un gobernador legalmente constituido aunado a su sentido de caudillo popular con gran predicamento social.

Si bien lo hay descripto, diario del general Paz mediante, como propenso a fomentar la indisciplina de sus “Infernales” y el arrebato en combate, nada estuvo más alejado de la verdad. Su estilo y táctica militar fueron meditadas profundamente, a la vez que mantuvo férrea disciplina entre sus huestes.

Esta visión ha permeado hasta en sectores revisionistas, como en el caso de mi maestro Fermín Chávez en Historia del país de los argentinos, 8° edición, (1988). El ilustre historiador de Nogoyá afirmó que no se llevó “nunca bien con los jefes nombrados por Buenos Aires. El caudillo de los gauchos salteños no estaba hecho para la disciplina de los ejércitos regulares, cosa que no entendió Rondeau y sí San Martín. Por eso es que, en 1814, el Capitán de los Andes lo había reintegrado al Ejército del Norte, pero con la misión de llevar adelante la guerra de recursos. Y en la guerrilla, Güemes se lució como ninguno durante los años 14, 15 y 16, al constituirse en valla permanente sobre el frente del Norte. Porque consiguió poner a la tierra en armas…”

Debo aclarar, ante esta afirmación, que nuestro héroe, aunque chocaba con los jefes porteños que desconocían el terreno y la idiosincrasia norteña, tuvo un acabado sentido profesional y respeto a sus superiores en la milicia. Entendió que la “guerra de recursos” era más adecuada para el terreno saltojujeño, acción, desde siempre, contemplada en las acciones militares de tiempos remotos.

Hermanado con la pasión revolucionaria de Manuel Belgrano y el plan continental de San Martín, más su conexión en la distancia con el sentido social de José Gervasio de Artigas, vemos a Güemes a algo más que un guerrillero o combatiente altivo, sino a un cabal patriota.

El sentido social del caudillo se evidenció en el Fuero Gaucho. Comunicado a Pueyrredón el 27 de abril de 1818, fue aprobado por el Director Supremo, confirmando éste el goce del fuero militar a sus milicias gauchas. Los gauchos salteños pudieron acceder a su tierra, a costa del patriciado local, con la posterior tensión de dichos sectores afectado en sus intereses.

San Martín, a su vez, confió en Güemes como ariete para su plan libertador, al punto de esperar de él un avance militar sobre el virreinato del Perú.

“Güemes no sólo se ve acosado por el enemigo exterior y por los paisanos limítrofes, sino que, además, fermentaba la oposición interna dentro de su provincia. Los principales dirigentes del movimiento contra Güemes, eran el Dr. Facundo de Zuviría, el Dr. Juan Marcos Zorrilla, D. Damaso de Uriburu, D. Mariano Benites y D. José de Gurruchaga.

La anterior afirmación de Atilio Cornejo, en su Historia de Güemes (1945), quien a su vez cita la obra de Bernardo Frías, se complementa con la descripción de las conspiraciones que soportó el gobierno legítimo del prócer. “En 1819, el gobierno de Güemes era en Salta blanco de la odiosidad y consideración de toda la clase culta, lustrada y principal con muy pocas y no menos honrosas excepciones – siguiendo a Cornejo -; porque de uno y otro lado, la felicidad y bien de la Patria movían a todos aquellos políticos. Los unos querían instituciones y gobierno regular, y desconocían y negaban en el gobernante la necesidad de un sistema arbitrario, mitad violento que había implantado; los otros aceptaban y aplaudían que antes que instituciones y regularidad en la administración, era menester tener patria libre y asegurada; y para tanto el sistema seguido por Güemes era el impuesto por el duro rigor de las circunstancias”.

Más allá que esta afirmación expone crudamente la raíz de los conflictos en nuestra historia, en la tensión entre los medios y los fines, o las formas y el fondo, que aún hoy marca las polémicas en la vida política local, no menos cierto fue que “el origen de la oposición a Güemes –continua Cornejo - debe buscarse en los repentinos empréstitos que exigió a la gente pudiente de Salta y Jujuy… Definíanse así también las dos tendencias políticas de Salta: los de la Patria Vieja, con Güemes y Gorriti; y los de la Patria Nueva, con los Uriburu, Zuviría, Zorrilla. Había en ellas cierto aspecto personal, que perduró por muchos años en Salta. Más aún, se advertía cierto matiz personal en pugna de la democracia de Güemes, a la aristocracia republicana de los otros”.

Tras ser interceptado en la noche del 7 de junio de 1821 por un grupo realista que intentó ocupar Salta, y que lo hirió con una bala que le penetró por el coxis, hiriéndolo mortalmente. Conducido por sus leales gauchos hasta la Cañada de la Orqueta, murió el 17 de junio de 1821, haciéndole jurar al coronel Jorge Enrique Vidt, que seguiría combatiendo a los realistas.

La noticia de su muerte se esparció por toda Salta. Carmen Puch, su abnegada esposa, se dejó morir para acompañar el destino del héroe hacia los cielos del Señor. Mientras que sus enemigos empezaron a negociar con el jefe realista Olañeta, fueron los gauchos salteños quienes cercaron a las fuerzas realistas y a los traidores, forzando el armisticio del 14 de julio de 1821, y reafirmado pro el Cabildo de Sala el 21 de dicho mes. El espíritu de Güemes había dado su última batalla, encarnado en ese subsuelo de la patria sublevado.

La gloria de Güemes, insuficientemente estudiada y exaltada, radicó en su intransigencia por defender nuestra emancipación, para lo cual “consiguió poner a la tierra en armas” y su humildad de anteponer todo interés personal al de su provincia, y a su vez sostener tozudamente una defensa de nuestra nacionalidad para proyectar un ansiado destino americano.

*Politólogo; Docente de la UCES; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas; Miembro del Instituto Güemesiano – asociación civil – de Buenos Aires.