2020, EL AÑO BELGRANIANO

Belgrano militar, en las 'Memorias' de Dámaso Uriburu

Ayer fue el día del Ejército fecha que recuerda el decreto del 29 de mayo de 1810 de la Junta de Mayo. Entre otras medidas dispuso que los batallones se elevaran a Regimientos, con una fuerza efectiva de 1.100 plazas; arreglándose por separado la artillería volante y caballería. Quienes no desempeñaban un cargo público o rebajados del servicio, volvían a ser convocados a la actividad, lo mismo que todos los vagos y hombres entre los 18 y 40 años eran comprendidos en una rigurosa leva. Dejaba a cargo de la incorporación y organización el vocal don Miguel de Azcuénaga a quien debían dirigirse los comandantes de las unidades para la entrega de los fusiles necesarios por la Armería Real a la vez que el arreglo y pronta devolución de los descompuestos que se entregaban para su reparación.

El general Belgrano como ya lo dijimos había tomado un maestro de armas cuando fue el Sargento Mayor de Patricios, y su experiencia militar ha sido largamente comentada por sus contemporáneos, incluso algunos de la talla del general José María Paz uno de los grandes estrategos de nuestra historia militar, lo mismo que por San Martín que sostuvo que en esa materia “era lo mejor que tenemos en la América del Sur”.

No son pocos los testimonios sobre el general, pero vale rescatar las Memorias de Dámaso Uriburu, que tenía 18 años cuando el general estuvo en su Salta natal. Esos papeles fueron editados en 1934 y revelan interesantes aspectos de personajes a los que conoció en desde su adolescencia. Así cuando estudiaba en el Colegio de Monserrat al que ingresó en 1808 era rector el deán Gregorio Funes, profesor de teología Alejandro Heredia futuro gobernador de Tucumán, y condiscípulos los futuros generales José María Paz y Rudecindo Alvarado, Luis Fernández de Córdoba después diplomático y general español hijo del militar José Córdoba y Rojas, fusilado por Castelli y a José Atanasio, Mariano Tomás y Santiago de Liniers, hijos del virrey de quien “no pudo olvidar el aire noble de su fisonomía, el elegante y magnífico porte de su persona, todos accidentes propios de un héroe, que añadía a ellos, para realzarlos, la sencillez y cortesía más franca y la mayor amabilidad”. Cuando visitaba a sus hijos en el Monserrat pudo tener oportunidad de tratarlo y dejar esta semblanza.

El joven Dámaso que no tuvo empacho alguno en elogiar a Liniers adhirió a la causa de la Patria, en carta a Cornelio de Saavedra, que firmó con Bonifacio Gallardo y Cayetano Campana, distinguido jurisconsulto hermano de don Joaquín hombre muy cercano al presidente de la Junta, que suponemos probable haya influido en esa determinación tratándose de jóvenes muchachos.

Uriburu estaba con ellos acuartelado en la Casa de Ejercicios cuando llegó el ejército auxiliador, que había fusilado a Liniers y sus compañeros, critica a Moreno, Castelli y Vieytes por ese “sanculotismo filosófico que había propagado en el mundo el ejemplo de algunos períodos bien lamentables de la revolución francesa”. 1811 fue un año fatal no solo por los reveses militares, por la falta de recursos público en “que fue necesario acudir a las propiedades particulares, cosa nueva en estos países en los que el derecho de propiedad había sido siempre respetado religiosamente” y también de desaliento que “debe encontrarse en la mala conducta de algunos agentes de la autoridad suprema en las provincias, en su inexperiencia y falta de tacto y tino con que practicaban su influencia”. 

Sostiene que “eran contados los patriotas decididos que sostenían con ardor la acción del gobierno. La masa de los habitantes, muy principalmente de la gente de las campañas, sino era hostil, a mérito de las continuas exacciones que sufrían en sus personas, arrancadas violentamente de sus hogares para el ejército, sin regla ni orden alguno, y de sus propiedades que estaban expuestas a los mismos ataques, era indiferente el triunfo de los realistas o patriotas”. Uriburu había abandonado el Colegio de Monserrat a fines de 1811 y esto es lo que veía en su ciudad natal.

Allí estaba cuando Belgrano llegó a hacerse cargo del Ejército Auxiliador del Perú, y escribe este testimonio por demás valioso:

“La retirada del ejército se prosiguió hasta el pueblo de Yatasto, intermedio entre Salta y Tucumán, cuando apareció en él el general don Manuel Belgrano, mandado por el gobierno de Buenos Aires para que se encargase de él, como general en jefe. Así que tomó el mando, ordenó que la vanguardia con su jefe coronel don Juan Ramón Balcarce regresase rápidamente a volver a ocupar la provincia de Salta y él siguió aceleradamente con el resto de las fuerzas su movimiento y sentó su cuartel general en Jujuy.  Allí, con aquella actividad y energía que nadie poseía en el grado del general Belgrano, se dedicó a aumentar el ejército con reclutas que le fueron de todas partes, a organizarlo e inspirarle esa moral y elevación de sentimientos, que ningún general de los muchos que figuraron en la revolución, supo inspirar tan bien a sus tropas. No satisfecho con el arreglo y aumento de ellas, y conociendo la necesidad de dar a la guerra un carácter muy distinto, que pusiera a su disposición todos los elementos de resistencia que proporcionaba el país, haciéndolo tomar una parte directa en ella, empezó a entusiasmarlo, rodeándose de todas las personas notables, alentándolas y despertando su patriotismo adormecido y desmayado con la magia de su elocuencia y sentimientos generosos. Penetrado de las tropelías y violencias que se permitían los destacamentos del ejército en las comisiones”.

Su hermano Evaristo revistaba en ese ejército al mando de Belgrano con el grado de capitán, había abandonado los libros por la espada, y estuvo en Las Piedras, Salta, Tucumán, Vilcapugio y Ayohuma, siguiendo luego a las órdenes de San Martín y de Rondeau, con quien estuvo en la derrota de Sipe Sipe.

Otro hermano Vicente con 14 años tuvo su bautismo de fuego en la batalla de Salta el 20 de febrero de 1813, donde su comportamiento adquirió relieves heroicos por lo que fue promovido a alférez.
Dámaso no tenía buena salud, por lo que no ingresó al ejército, y fue espectador de la batalla de Salta “desde una altura”, pero sin embargo su pluma al escribir estas Memorias fue como un arma, para salvar aspectos que no siempre se mencionan y sirven para probar que clase de militar fue Manuel Belgrano.

Hace medio siglo mientras se celebraba el Día del Ejército, evocando especialmente al creador de la bandera a 200 años de su natalicio y 150 de su muerte, era secuestrado el general Pedro Eugenio Aramburu y días después asesinado. Hora es de terminar con aquellos enfrentamientos y las grietas que poco sirven para cumplir el legado de uno de nuestros Padres de la patria.