El adiós a Act & Art

Cierra una de las academias referente del teatro musical

Darío Petruzio atiende a La Prensa entre pianos eléctricos y parlantes, colchonetas, barras para enseñanza de ballet, lockers y equipos de aire acondicionado. Se está desprendiendo, una a una, de las piezas que fueron parte de un sueño que duró casi dos décadas: la escuela de teatro musical y danza Act & Art, referente en la formación de intérpretes integrales del género, que acaba de cerrar definitivamente.­

"Hace ya tres años que arrastramos una situación crítica -se confiesa el actor, cantante y bailarín-. Veníamos poniendo dinero encima para poder sostenerla. El año pasado estuvimos a punto de cerrarla porque se nos hacía muy difícil mantener toda esta estructura, con seis empleados en blanco, casi treinta profesores, más el alquiler y los enormes gastos que genera un espacio como éste''. Se refiere a un edificio de 770 metros cuadrados divididos en tres plantas, recostado sobre la avenida Scalabrini Ortiz, a metros de avenida Córdoba. Una usina creativa que cubría todas las necesidades para la enseñanza de baile, canto y actuación, y que hasta albergaba una sala teatral en su interior.­

-¿Cuál fue el detonante?­

-Este rubro fluctúa mucho año a año dependiendo de las modas, de los gustos de los chicos. Las generaciones van cambiando y uno ha tratado de ir adaptándose. Pero la baja en el alumnado, también a causa del contexto económico, se fue sintiendo.­

-A fines del año pasado se aliaron con otra reconocida escuela.­

-Así es. Nos asociamos con el estudio de danzas Hugo y Lolo (de María Laura 'Lolo' Rossi y Hugo Avila, populares desde su participación en 'ShowMatch'). Pensamos que quizás compartiendo los gastos llegaríamos a sostener el proyecto. Ellos tienen su propio estudio pero estaban buscando expandirse y nos unimos. Compartiríamos el espacio y los gastos. Empezamos en enero de este año, y en marzo nos hundió el coronavirus. Al extenderse cada vez más el aislamiento empezamos a hacer una proyección de lo que sería el resto de 2020 con los dos estudios cerrados y finalmente decidieron bajarse de la sociedad. Es comprensible, no les quedaba otra. Y para nosotros continuar era seguir endeudándonos sin límite, porque no sabemos cuándo podremos volver a abrir el estudio.­

Una ayuda­

-Ha habido una eclosión de clases online. ¿Son redituables?­

-Las clases a distancia funcionan, algunas, pero no se puede cobrar lo mismo que antes. El valor de nuestra cuota incluía el uso de estas instalaciones que son de primera y ahora no se pueden aprovechar. Pero más allá de eso, el alquiler sigue corriendo. Son 165 mil pesos todos los meses, más el salario de los empleados.­

-¿Intentaron obtener alguna ayuda del Estado?­

-Hay un subsidio que está dando vueltas, pero tenés que entrar en convocatoria. Además, son 30 millones de pesos a repartir entre 700 escuelas y teatros. El trámite es engorroso, lleva mucho tiempo y nosotros no podíamos esperar. Los créditos bancarios que promociona el Gobierno no existen. Los 150 mil pesos para monotributistas te los dan en una tarjeta de crédito para que gastes desde ahí. No nos servía.­

Semillero­

Fue en 2001 que Petruzio se animó a abrir su propia escuela de teatro musical. El mismo año en que se consagró como el Tony Manero argentino al protagonizar la primera versión en el mundo en idioma español del musical 'Fiebre de sábado por la noche', en El Nacional. Venía de vivir tres años en Nueva York (adonde viajó para perfeccionarse), de trabajar en cruceros, de participar en títulos importantes como 'Cats', 'El beso de la mujer araña', 'Mi bella dama', 'El diluvio que viene'.­

Desde entonces le ha dedicado diecinueve años a un proyecto pedagógico que instaló a artistas en los escenarios del mundo (España, México, Estados Unidos) y que alcanzó la gloria entre 2011 y 2013 cuando la matrícula marcó picos de más de trescientos alumnos de carrera (formación de tres años, con ocho a doce clases semanales). Este año la cursada comenzó con setenta inscriptos, más una treintena de niños y adolescentes en clases sueltas.­

-Algunas reacciones de alumnos, ex alumnos y colegas suyos en las redes sociales son conmovedoras. Más allá de lo económico, ¿cómo vive el fin de este proyecto tan personal?­

-No quise darlo a conocer demasiado y me mantuve enfocado en resolver los problemas. Mi duelo lo vengo haciendo hace al menos tres meses. Pero al poner el anuncio para vender el mobiliario se generó una reacción de mucho cariño y agradecimiento que me removió recuerdos muy profundos. Desarmar el teatro, descolgar los telones que hizo mi madre, guardar los vestuarios que coció, fue muy fuerte (se emociona). En los últimos años tuve sentimientos encontrados y me replanteé mucho para qué estaba haciendo esto. En lugar de estar concentrado en lo artístico, en lo creativo, en lo académico, me la pasé estresado tratando de llegar a fin de mes para seguir manteniendo vivo este espacio para los alumnos, los empleados y los profesores. Sólo me sostenía ver la transformación de los chicos. Me quedo con el orgullo de haber formado a intérpretes integrales de una gran solidez. Para muchos de ellos Act & Art era su segunda casa.­

-¿Vuelve ahora al escenario?­

-A mis 51 años empiezo a replantearme muchas cosas. Quiero mejorar mi calidad de vida, acá o en otro lugar, no lo sé. Quiero dirigir, coreografiar, seguir creando. Seguramente continuaré dando clases porque me da satisfacción saber que hay algo en mí que genera una transformación en otras personas. Y sí, quizás vuelva a actuar, algo que durante mucho tiempo relegué para dedicarme a la escuela. Justamente este año tenía un proyecto de teatro que estaba empezando a ensayar y con la crisis sanitaria también se truncó.­