¿Tiene sentido seguir aislados?

Mientras diversos infectólogos insisten en que es necesario prolongar la cuarentena para continuar “aplanando la curva”, un destacado microbiólogo argentino brindó a La Prensa su visión crítica. La importancia de la inmunidad de rebaño y cuán confiables son las estadísticas.

El médico microbiólogo y profesor de la UBA José Francisco Lewkowicz pone en duda que haya sido necesario poner a toda la población en cuarentena y sostiene la efectividad de la inmunidad de rebaño, tan cuestionada en los últimos días por los infectólogos consultados por los medios.

“El objetivo en una enfermedad epidémica sin vacuna ni tratamiento específico debe ser lograr la inmunidad del rebaño al menor costo posible”, expresa el microbiólogo. Respecto de cómo lograr esta meta en el caso del Covid-19, detalla: “Primero es necesario disponer una cuarentena obligatoria de dos semanas para todos los que ingresan al país o zona en consideración. Una parte de la población, por razones de edad y patologías previas es muy vulnerable y, cuando se infecta, tiende a evolucionar a la forma clínica moderada o grave. En consecuencia, se debe disponer la cuarentena para ese grupo. ¿Cuánto tiempo? Haciendo lo que mencionaré a continuación, tres a cuatro meses”.

“El resto de la población hace en forma mayoritaria las otras variantes evolutivas de la enfermedad: subclínica, clínica leve o moderada. Esos deben seguir una vida cuasi normal ¡e infectarse poco a poco! para hacerse inmunes y bloquear la diseminación del virus”, prosigue Lewkowicz, para luego aclarar que esto debe ocurrir de la forma más favorable que se pueda. Y explica que eso significa: baja dosis infectante, bajo número de infectados por unidad de tiempo, aislamiento de los casos clínicos (los infectados en etapa final de incubación y parte de los subclínicos contagiarán por varios días más, y solo pueden ser detectados por el hisopado al azar o conocimiento de contacto previo con un infectado).

En tanto, señala que toda la población debe cumplir rigurosamente con el distanciamiento social, el uso del barbijo, el lavado de manos y demás medidas de prevención.

En este escenario, algunas personas evolucionarán a la forma clínica severa. “Pero serán los menos y para ellos es crucial el diagnóstico rápido y la mejor terapia intensiva”, subraya Lewkowicz, quien admite que “muy pocos morirán o moriremos, pero es el costo que, lamentablemente, hay que pagar. Sé de los riesgos, tengo 70 años. Valga recordar que para evitar ese costo es que se  desarrollan las vacunas”.

Al referirse a los cuestionamientos en torno al principio de inmunidad de rebaño que aducen que “no se sabe si la infección -con o sin enfermedad- deja inmunidad”, el microbiólogo responde que es casi impensable que no deje inmunidad puesto que el estímulo antigénico del virus es muy intenso.

“Cuando dispongamos de pruebas de laboratorio confiables y se realicen los estudios epidemiológicos pertinentes para comprobar anticuerpos contra el virus (se están comenzando a hacer), escucharé atentamente a los tan pesimistas. Y agrego que la inmunidad a los virus está mediada más por la respuesta inmune a cargo de los linfocitos T que por los linfocitos B (producción de anticuerpos)”, remarca.

MECANISMO

Con el objetivo de hacer más comprensibles estos conceptos, Lewkowicz describe cómo es la evolución de la infección y su epidemiología. “Este nuevo coronavirus es un virus respiratorio más, con similitudes y diferencias respecto de otros ya muy bien conocidos, por ejemplo, influenza o el sincicial respiratorio”, afirma.

En ese sentido, menciona que el coronavirus se transmite por vía aérea, produce enfermedad respiratoria alta y baja, evolución aguda, patología directa e indirecta, sin viremia, con una inmunidad que seguramente dura varios años.

 Al referirse a su evolución, el microbiólogo indica que se definen tres etapas:

- Incubación: tiempo desde la infección hasta el comienzo del período de estado, se mide en números negativos, pues se toma como día 0 el inicio del período de estado; dura aproximadamente 7 días.

- Estado: tiempo desde el inicio de signos y síntomas hasta su finalización (hay quienes pasan por esta etapa sin enfermarse); dura alrededor de 10 días. 

- Convalecencia: tiempo que perduran síntomas menores, por ejemplo, la astenia (cansancio) u otros; para este virus unos 7 días.

Asimismo, aclara que no todos los que se infectan evolucionan de la misma forma en el periodo de “estado”. Y en esa línea detalla que los pacientes pueden presentar el modo:

- Subclínico o asintomático, sin manifestación alguna de enfermedad.

- Clínico, con signos y síntomas, esquemáticamente, con tres variantes:

1. Leve: febrícula/fiebre, tos, cefalea, astenia; se recuperan espontáneamente, el tratamiento que ameritan es menor (antitérmicos, antiinflamatorios, reposo).

2. Moderado: lo anterior más anosmia, conjuntivitis, diarrea, erupción cutánea, dificultad respiratoria. Es posible que algunos de estos pacientes necesiten ser hospitalizados en sala de Clínica Médica. El tratamiento es el ya mencionado, más controles de rutina, oxigenoterapia.

3. Grave: en estos casos la afectación pulmonar es severa (la descompensación por patologías previas la agrava aún más). En ocasiones, con complicaciones gravísimas como shock tóxico, síndrome de coagulación diseminada y otros. Su internación en Terapia Intensiva es inevitable. Amerita asistencia respiratoria, aparte de muchas otras medidas; su evolución tiene dos finales posibles: la recuperación o la muerte.

CONTAGIO E INMUNIDAD

Según manifiesta Lewkowicz, “es archisabido que las epidemias producidas por estos virus respiratorios localizados no infectan a todos los individuos de la población”.

Explica también que quien se infecta -cualquiera sea su evolución- puede contagiar (elimina virus por las secreciones respiratorias) desde aproximadamente tres días antes del comienzo de los síntomas-signos (no estarán presentes en las formas subclínicas, por lo tanto, es menos probable, pero puede contagiar igual) hasta alrededor de ocho días después; es decir, un total de aproximadamente 11 días.

Por otra parte, señala que la capacidad de contagio en una enfermedad viral es variable. “En el caso que nos ocupa, la tasa de contagiosidad está en el orden de 2,2. Significa que, en promedio, una persona infectada contagia a poco más de 2 personas”, precisa el especialista. Pero advierte que el hacinamiento y otros factores pueden hacer que sea mayor. “En consecuencia, el número de infectados-enfermos va en aumento, la curva es ascendente. Algo similar a una reacción nuclear en cadena”, ilustra.

Respecto de cuándo empieza a detenerse el contagio, Lewkowicz responde que esto ocurre cuando alrededor de la mitad de la población se infectó y es categórico al afirmar que esto sucede sin importar la evolución que se haya tenido: la persona es inmune y funciona como una barrera a la retransmisión por bloqueo del virus que recibe. “La curva se aplana”, enfatiza.

Luego, a medida que el porcentaje de inmunes supera el 50%, la curva empieza su descenso (el número de nuevos infectados baja). “Cuando llega alrededor del 70 - 80% de inmunes, la epidemia termina”, resume.

EN EL MUNDO

A la hora de analizar las estrategias que se implementaron en otros países para controlar la pandemia y los resultados obtenidos hasta el momento, el catedrático sostiene que las elevadas cifras de mortalidad observadas en China, Italia, España, Inglaterra, Estados Unidos y Brasil por un lado tienen que ver con que se trata de grandes urbes pero también responden a no haber tomado las medidas de prevención conocidas.

"En concreto, se permitió al virus circular con total libertad. En un espacio de tiempo muy corto (de 2 a 3días) una persona pudo infectarse a partir de más de un infectado/enfermo. Y el hacinamiento contribuye aún más a lo anterior. Esto dio lugar a la infección con dosis masiva, el porcentaje de formas clínicas (enfermos) y, de ellas, moderadas y graves es enorme. Como consecuencia el sistema de salud colapsó y el resultado es la alta mortalidad”, sintetiza.

Como contrapartida menciona el caso de Suecia, que “tomó una serie de medidas básicas: distanciamiento social, barbijo no obligatorio, lavado de manos, cierre de colegios secundarios y universidades, sugerencia de quedarse en casa, aunque gran parte de los suecos siguieron haciendo una vida casi normal”.

Lewkowicz apunta que esto resultó en que la tasa de mortalidad sea, al momento, de 0,22/10.000 habitantes (como la gripe del 2008-2009). “Estiman que más del 25% de quienes viven en Estocolmo ya se infectó y es inmune (no dudan en eso y lo comparto absolutamente). En uno a dos meses más de un 50% de la población será inmune. Ergo, ya no es posible que se desarrolle una epidemia y tampoco rebrotes”, remarca, para luego añadir: “Vale aclarar que la mortalidad pudo haber sido la mitad si hubieran tomado medidas más estrictas en los geriátricos”.

En tanto, hace hincapié en que Singapur representa el otro extremo. “Tomaron drásticas medidas desde el primer día, en particular, detección de infectados y enfermos y su aislamiento, el resto de medidas básicas y escasas o nulas medidas de confinamiento. Abortaron el brote pero sin infección significativa de la población, por ende no hay inmunidad del rebaño”, describe el microbiólogo y enseguida agrega que “hace casi tres semanas hubo allí un rebrote con más de 16.000 infectados y 14 muertos”.

A modo de resumen, Lewkowicz advierte: “A mi entender, o se va a la inmunidad del rebaño o estaremos en graves problemas. Suiza ya tomó ese camino. No escapa a las neuronas que aun mantengo activas que no somos Suecia, tampoco Suiza, pero habrá que buscar la forma de hacerlo al menor costo posible. Quienes no sigan ese camino, vivirán en ciclos repetitivos de cuarentena - rebrotes - cuarentena - rebrotes. Ni decir, lo que significaría en términos económicos, sociológicos, psicológicos”.

ESTADISTICAS

Consultado sobre cuán representativas son las estadísticas que conocemos del verdadero estado de situación de la pandemia, el microbiólogo considera que el único dato concreto del que se dispone para hacer estadística con resultados numéricos serios es el número de habitantes. “De ahí en más, empiezan los problemas. ¿Podemos tener confianza en el número de muertos en países no solo desarrollados sino también muy prolijos? De ellos los hay que hasta hace poco no sumaban los muertos confirmados que murieron en geriátricos o en sus casas: ya tenemos un problema para tasa de mortalidad/habitantes”, subraya.

“Más difícil aún es conocer el número de enfermos confirmados. ¿Es posible tener un número aproximado? Muchos enfermos leves no van al hospital y quedan fuera de la cuenta”, ejemplifica.

No obstante, sostiene que en algún momento será posible conocer el número total de infectados. “Será cuando un reactivo confiable permita medir anticuerpos anti SARS-CoV-2 en un estudio epidemiológico impecable. Recién entonces se podrá conocer los porcentajes de infectados/habitantes, mortalidad /habitantes (si suman bien los muertos), mortalidad/infectados”.

“Por ahora, los números son un borrador, un bosquejo. Ya tendremos los reales y con ellos la dura realidad”, concluye.