Siete días de política

A Alberto Fernández se le está agotando el período de gracia

El cacerolazo expresó el rechazo de un amplio sector social a un error cometido para satisfacer al ala más radicalizada de su coalición. Subir en las encuestas no sustituye la falta de liderazgo.

El presidente tuvo una acumulación inusual de tropiezos en la última semana: el primer cacerolazo por la salida de presos de las cárceles, la eyección de Alejandro Vanoli de la Anses y el conflicto con Uruguay y Brasil en el seno del Mercosur que puede derivar en el retiro de la Argentina de ese bloque regional. En los tres casos hubo avances del  cristinismo por pasividad del presidente. El presidente había subido verticalmente en las encuestas y la reacción de su vice no se demoró.

Pero no todo obedeció a presiones de la vicepresidente. Los errores de Fernández se agravaron por el cansancio social ante el encierro prolongado, el deterioro económico y la falta de solución a problemas que se acumulan desde diciembre. En ese momento se escudó detrás de la herencia recibida, hizo un fuerte ajuste a la clase media y repartió dinero entre sus votantes con un fuerte costo fiscal. Las variables macroeconómicas se deterioraron y nunca presentó un programa para revertir la peligrosa tendencia. Su segunda excusa para no presentar un plan racional fue la deuda externa. Abusó de esa estrategia los 100 primeros días de gestión y cuando en marzo se acumulaban las malas señales, apareció la pandemia. Hábilmente armó una épica de la lucha contra le enfermedad, clausuró la economía y dictó el confinamiento generalizado. Pero esa tercera excusa también empieza a agotarse. Los tropiezos enumerados son prueba de ello.

Los problemas de Fernández no coinciden con los de la sociedad, sólo los agravan. Tienen tres causas: falta de liderazgo, mala praxis y carencia de ideas. El episodio de los presos es atribuible a la primera. En su origen está la excarcelación de presos por corrupción que llegó a un punto culminante con la de Amado Boudou. Eso, más la pandemia, habilitó a los jueces a abrir las celdas de las que salieron delincuentes violentos.

Incidieron para que esto ocurriera la tradición peronista en la materia (cuando asumió el gobierno anterior había miles de prófugo que fueron paulatinamente devueltos a prisión), las excusas “garantistas” y la corrupción.

El presidente intentó desligarse del desastre atribuyéndolo a la Justicia, pero la excarcelación de Ricardo Jaime fue promovida por su secretario de derechos humanos, y su viceministro de Justicia se sentó a la mesa de negociación con los amotinados de Devoto. Ambos funcionarios pertenecen al ala “cristinista” del gobierno, mientras que la cara ante los medios tuvo que ponerla la ministra del área, designada por Fernández, pero que parece no manejar todas las palancas de su ministerio. Ninguna figura importante del gobierno defendió al presidente y algunos, Berni, Massa, criticaron las excarcelaciones por los medios.

En el caso de Vanoli a la falta de liderazgo se sumó la mala praxis. Fue echado según unos trascendidos por la pésima organización del pago a jubilados hace tres semanas y, según otros, por sus disidencias respecto al pago de subsidios. Erró por mucho los cálculos. Dijo que los $ 10.000 los iban a reclamar 3,6 millones de beneficiarios y terminaron siendo 8. Fue puesto por CFK y reemplazado por alguien también del ala cristinista, María Fernanda Raverta, hija de montoneros (ver Visto y Oído).

Ese barniz setentista de los funcionarios que tanto atrae a la ex presidenta es secundario. Coloca sus alfiles en los cargos que más fondos, estructura política y despliegue logístico mueven en la administración (Anses y Pami), mientras Fernández sufre el desgaste de los cacerolazos.

Pero la ex presidenta parece no sólo preocuparse por los recursos, también baja línea política. Esto explicaría la sorpresiva decisión del gobierno de impugnar las negociaciones del Mercosur con otros bloques y países para cerrar acuerdos comerciales. La estrategia es impulsada por Brasil y Uruguay. El viernes el representante argentino Jorge Neme dijo que Argentina no estaba en condiciones de sumarse por su crisis económica que atribuyó al neoliberalismo, para lo cual se remontó hasta Videla y Martínez de Hoz. Olvidó que su partido fue gobierno durante 24 de los 40 años transcurridos desde entonces.

Ante miembros del Senado Felipe Sola consideró maliciosas las interpretaciones de que Argentina quiere abandonar el Mercosur, pero lo dicho por su secretario Neme autoriza a sospechar lo contrario.

¿A qué atribuir lo sucedido? Es evidente que en el Mercosur Fernández está rodeado de la “derecha” que prevalece en la región. Nunca se reunió con Jair Bolsonaro, tuvo roces con Piñera y ningún diálogo con Lacalle Pou. Cultiva, en cambio, al grupo de Puebla, que goza de las simpatías del Papa, pero que no integra ningún presidente. Ni siquiera López Obrador.

En política exterior exhibe, ostentosamente, las mismas preferencias filocubanas de su mentora y ninguna idea posterior la Guerra Fría. Esas preferencias pueden agravar el aislamiento de la Argentina en especial, si cae en default.