2020, AÑO BELGRANIANO

Esclavos, epidemias, Urquiza y el prócer

El tema de los esclavos como mano de obra fue una necesidad de Buenos Aires desde los primeros tiempos, en 1605 el gobernador Hernandarias pedía a la corona española los permisos correspondientes para introducir negros en el marco de la peste general que asoló estas tierras hacia 1605, haciendo estragos entre los “indios yanaconas, reducidos, encomendados y negros”. Un documento de la época refiere que murieron 500 negros de los 750 que habitaban nuestra ciudad. En una ciudad como Buenos Aires que apenas llegaba a las 2.000 almas entre 1601 y 1615 Enriqueta Vila Vilar consigna la “entrada de 9.825 cabezas”.


Elena F. de Studer escribió un magnífico estudio sobre la trata de los negros y pone algunos ejemplos de las epidemias que se producían a bordo, en el Indian Queen camino a Buenos Aires en 1705 fallecieron 140 negros de la carga y 88 enfermaron de viruela. En ese mismo año el Windsor que había cargado en Angola 380 negros, sólo desembarcó 164 y en este caso no era que se ocultaban algunos por contrabando como se podría suponer, sino que 5 murieron a los pocos días. 

Los ingleses

En 1713 los ingleses obtuvieron el permiso para la introducción de esclavos por un lapso de 30 años, a razón de 144.000 piezas, de a 4.800 por año pudiendo durante los primeros 25 elevar a su sólo arbitrio su cantidad. Buenos Aires podía recibir 1.200 y de los que se podían introducir 400 a Chile y al interior.

Viajaban hacinados para aprovechar al máximo la capacidad del navío, encerrados bajo cubierta, sin aire y con la fetidez de la bodega, sujetos con grillos, mal alimentados y con una mínima ración de agua, eran una fácil presa para todo tipo de enfermedades desde el tan conocido escorbuto, hasta la viruela, disentería, etc., y además subalimentados.

Los ingleses cuidaron su mercancía, hicieron encuestas entre los capitanes, y como resultado de ellas les permitían salir en pequeños grupos a respirar aire puro, a bailar para desentumecerse, a la vez que se limpiaba con vinagre la cubierta, además de proporcionarles habas, batatas, arroz y bizcochos, como mejor dieta; obligando a comer a aquellos que se negaban a hacerlo para dejarse morir.

Un ejemplo de esa época es de 1717 cuando el George, cargado con 594 esclavos, perdió 351 durante la travesía y en la cuarentena en la Banda Oriental 125, estas cifras de por si revelan el problema de la sanidad. Claro que los dueños del asiento vivían espléndidamente en el Retiro, servidos por una vajilla de plata labrada, espejos, pinturas y treinta grabados decoraban las paredes y 125 libros en inglés componían la biblioteca; una buena chimenea, que atenuaba los rigores del invierno porteño artefacto no conocido en aquel Buenos Aires donde el brasero servía para calentar malamente los ambientes. Cuarenta y cinco esclavos, entre los que se contaban algunas negras ladinas, atendían el servicio de la casa o ejercían como hortelanos. No faltaban otros ingleses que desempeñaban distintos oficios. Para mantenerse en la zona del Riachuelo habían alquilado una estanzuela de la que se abastecían diariamente de carne, leche y manteca y en donde en algunas barracas a veces alojaban parte de los negros que no entraban en las instalaciones del Retiro.

En Las Vacas, donde se asienta actualmente la actual ciudad de Carmelo, tenían otra estancia con barracas en la que almacenaban parte de los cueros acopiados a la espera de su embarque para Europa, como vemos el flete de ocupaba de ida y vuelta. En ocasiones allí se alojaban los enfermos. 

La corona en tiempos del Virreinato dio numerosos permisos para la introducción de esclavos. Liliana Crespi hizo un acabado estudio sobre el particular, entre 1777 y 1812 por Buenos Aires y Montevideo entraron alrededor de 72.000 esclavos, digamos de paso declarados. Porque lo que habían visto los ingleses de ventajas de introducirlos en el interior donde eran más necesarios que en Buenos Aires, fue uno de los alicientes para burlar el control y entrarlos de contrabando, máxime teniendo en cuenta que hasta 1767 los jesuitas necesitaban de esa mano de obra en sus reducciones.

Studer menciona algunos de los grandes introductores entre los que se encontraba el padre de Manuel Belgrano, claro que en muchos casos el contrabando no faltaba alguno enfermo, por lo que en tiempos de Vértiz se ordenó “que si los negros bozales introducidos exceden las cuatro piezas, no podrán entrar antes de hacer constar su sanidad”. Ahora bien los introductores jamás iban a perder e invariablemente en todas las escrituras de ventas se asentaba que eran a cargo del comprador las: “enfermedades, cubiertas y descubiertas” o “que no tiene vicio, ni enfermedad pública ni secreta”.

Inhumana y execrable

En 1793 se atribuyó a un desembarco, que muchas veces era clandestino la epidemia de viruela que ese año azotó Buenos Aires. Hubo un caso no menor que sucedió en Montevideo cuando el navío El Joaquín fletado desde Mozambique por don Martín de Álzaga con una carga de 300 hombres de color, por la viruela que llegaron sólo 30. Álzaga se irritó y dijo que todo era por la falta de agua porque no habían muerto tripulantes y sólo negros; los que llegaron fueron puestos en cuarentena por orden del médico Juan Cayetano Molina que en su informe a ese forma de tratar a los esclavos era “inhumana y execrable”.

Un señor del mismo apellido, pero ningún parentesco don Mateo Ramón de Álzaga y Sobrado fue uno de los grandes comerciantes de Buenos Aires, dueño de una gran fortuna. En 1774 trajo a su cargo a su sobrino José Narciso de Urquiza y Álzaga, hijo de una hermana suya. Ya muerte don Mateo, se instaló en la Concepción del Uruguay, donde compró campos, fue teniente de gobernador y alcalde en 1800 y comandante militar de esa provincias, por decisión del virrey marqués de Avilés en el que continuó hasta 1810. Casó con Cándida García y tuvo varios hijos, entre ellos Justo José. 

Don José Narciso, algunas biografías algunas biografías afirman “que reconoció la Junta Provisional de Buenos Aires, formada con motivo de la Revolución de Mayo”; pero omiten que cuando en setiembre de 1810 la Junta le comunicó que la comandancia dependía de la tenencia del gobernador, “presentó su renuncia del empleo, no obstante creemos que se mantuvo como simpatizante de la monarquía”.

Juan Moreno

En el Archivo del General Belgrano un documento de diciembre de 1811, afirma que Juan Moreno “esclavo de don José de  Urquiza, en el Arroyo de la China” se dirigió al Gobierno en estos términos: “Que después que su amo fugó con los europeos por enemigo de nuestra causa, se presentó al general don Manuel Belgrano con el objeto de servir a la Patria, que sabido por su ama, le ha hecho padecer infinito, especialmente después de la retirada de nuestras tropas: que al fin pudo fugar y se acoge a la protección del Gobierno”.

Esto revela que Urquiza se fugó y que su mujer doña Cándida García debía ser bastante brava, por usar un término suave, y esto prueba la forma en que algunas familias, no todas trataban a los esclavos. Como vemos el sentido de propiedad llegaba a que debían opinar del mismo modo que sus amos.

Claro que todo esto podían ser dichos del moreno, porque además uno de los delitos que mucho se perseguían era la fuga de los esclavos de sus amos; así que a Juan Moreno lo dejaron en depósito hasta aclarar todo, por lo que el 24 de diciembre el gobierno pasó la nota a conocimiento del general Belgrano.

Éste el 8 de enero contesta en estos términos que no dan lugar a duda sobre el pensamiento de Urquiza y el comportamiento de su mujer: “Asegura ser verdad la exposición del esclavo y que es probable que nuestros enemigos traten de la ruina total de los infelices esclavos adictos a nuestro sistema; pero que a su honor se opone el depósito mandado, y suplica se le excuse”. Belgrano habla del honor del un esclavo y pide se lo excuse de los días pasados en depósito para aclarar su situación… Un ejemplo digno de destacar.

El 3 de febrero el gobierno dispuso “agréguesele al servicio de las armas en el Regimiento de Pardos y Morenos Patricios”. Este artículo honra a Belgrano y saca del olvido con nombre y apellido uno de aquellos negros que lucharon en nuestras guerras de la Independencia, honor a ellos en la persona de Juan Moreno.

No sabemos nada más de este hombre de color, seguro que como muchos perdió la vida en alguna batalla, o quedó inválido; pero luchó por una libertad que no tenía, y de algún modo la alcanzó. Vaya en recuerdo de ellos aquello que dijo San Martín al ver los muertos en una acción: “Mis pobres negros”.