Bob Dylan, John Kennedy y una canción perturbadora

El 27 de marzo, mientras todos estábamos distraídos con la psicosis pandémica, el Premio Nobel de Literatura Bob Dylan presentó su primera canción original en ocho años. Y no es una canción cualquiera. Se titula “Murder Most Foul” (algo así como “Asesinato inmundo”). Tiene 17 minutos de duración (la obra más larga del bardo de Minnesota) y su tema va directo al grano: el asesinato de John F. Kennedy y el impacto cultural que tuvo en Estados Unidos y el resto del mundo.

No importa aquí hacer una evaluación musical de la pieza, que en ese plano es discreta, casi imperceptible. Lo relevante es su letra, una suerte de elegía que Dylan (Duluth, 1941) recita acompañado por piano, tambor y violín. Es un poema intenso y crudo pero también esquivo por la cantidad de referencias históricas, políticas o musicales que contiene. Se hace difícil captarlas a todas (les cuesta incluso a los norteamericanos) pero hay un punto que es claro como el agua: Dylan no cree en la historia oficial del magnicidio de Dallas.

Lo que sucedió el 22 de noviembre de 1963 fue un “sacrificio humano” a plena luz del día, murmura la voz cascada del cantautor. A Kennedy “lo llevaban al matadero, como un cordero sacrificial”. Miles miraban y nadie vio nada, fue “el más grande truco de magia bajo el sol”, “perfectamente ejecutado, consumado con destreza”. El recitado no elude ninguno de los elementos más oscuros del episodio: la ridícula “bala mágica”, el “pelele” que habría sido Oswald, la manipulación del cadáver presidencial y el posterior robo de su cerebro. Ominosos y repetidos pronombres en plural descartan la versión de un solo atacante. Aluden en cambio a muchos conjurados que querían, señala la letra, cobrarse viejas deudas y “matar con odio, sin ningún respeto”. Todo había sido previsto, hasta quien lo reemplazaría en la Casa Blanca. Lyndon Johnson, se nos recuerda, “juró a las 2.38”. Es decir, apenas dos horas después del asesinato.

Dylan no es el único que ha visto en aquel magnicidio un parteaguas de la historia estadounidense (y también mundial). Pero aquí va incluso más allá. Parece encontrar un significado teológico, apocalíptico en el crimen. “Hijo, la era del Anticristo acaba de comenzar”, musita citando una frase dicha por otro. La segunda parte de la canción enumera lo que siguió, que fue el auge del rock y la contracultura en un país al que le “habían arrancado el alma”. Ese tramo es un recitado largo y en apariencia caótico de canciones, bandas musicales, obras de teatro, películas y personajes que marcaron la época (de los Beatles y John Lee Hooker a los Eagles, Fleetwood Mac, Charly Parker o Billy Joel), aunque los primeros exegetas avisan que la selección tampoco ha sido casual.

Se dice que Bob Dylan ha estado obsesionado toda su vida con el asesinato de JFK. De hecho es muy posible que “Murder Most Foul” haya sido grabada años atrás, tal vez cuando se cumplió medio siglo del horror. Por eso es llamativo el momento que eligió para difundirla. Un tiempo sumamente extraño en que todo el mundo está paralizado por el miedo y la psicosis que propalan a toda hora los medios de comunicación y del que se aprovechan los gobiernos de casi todo el planeta, prestos a ordenar cuarentenas y encierros obligatorios. Los más suspicaces están convencidos de que también con esa elección Dylan quiso dar un mensaje. Que se propuso unir el pasado y el presente y tal vez el futuro con una misma línea misteriosa hecha de música tenue y palabras lacerantes, ineludibles. Sospechan que su desgarradora letanía histórica debe escucharse, en verdad, como una advertencia de rigurosa actualidad.