2020, EL AÑO BELGRANIANO

También promotor de la vacuna

En un artículo publicado hace casi tres meses en esta columna dedicada al Año Belgraniano, cuando nada había prever esta realidad, nos referimos a la personalidad del prócer y a la del doctor René Favaloro; en tantos aspectos semejantes por su empeño por la educación y también la preocupación por la salud del ilustre general. Poníamos de relieve aquella demora en la marcha al Paraguay en 1810, para que se vacunara la población en San Nicolás de los Arroyos ante un brote de viruela. Esta documentación que reputamos inédita sirve para mostrar otra faceta del general Belgrano.

Bien es sabido el temor a las epidemias en el mundo, a los que no debió ser ajeno como cualquier mortal Belgrano cuando se encontraba en Europa en misión diplomática desde 1814 hasta principios de 1815 en que regresó a Buenos Aires. 

En una carta de Manuel de Sarratea a Carlos de Alvear desde Londres en marzo, le da noticias de la flota que marchaba a Río de Janeiro, pero que el Príncipe está “lleno de un terror pánico porque le han persuadido que la dichosa expedición viene a infestarle sus dominios con la peste de Cádiz”. Digamos de paso que esa expedición era comandada por un viejo conocido de nuestra ciudad el general Guillermo Carr Berresford, que la había ocupado al frente de los británicos en 1806 y cuya biografía trazara acabadamente Bernardo Lozier Almazán.

Es de imaginar que esto era una advertencia para tenerla muy en cuenta en Buenos Aires, ya que era frecuente la llegada de barcos que habían hecho escala en Río, como ya lo veremos. Y no estaba errado porque en julio de ese año vuelve a informarle: “la expedición de Cádiz llegó a Tenerife el 1º del pasado y había desembarcado un batallón. Aquí hay noticia de Gibraltar que hace creer que esto se debía a la circunstancia de haberse manifestado en las tropas, la epidemia que ha reinado en Cádiz en otras ocasiones, estaré a la mira para comunicarla ahí… Sería muy curioso a la verdad, que después de los sustos y julepes que nos causa el maldito armamento…” se lo llevase el Demonio el camino, o arribase a estas costas con cuatro mil enfermos y mil arrojados al agua.

Tan real era el comienzo de la epidemia en Brasil, que Belgrano de regreso de la misión diplomática en Europa junto a Rivadavia, ya en Río de Janeiro le escribió el 8 de marzo de 1815 al sacerdote Saturnino Segurola estas líneas: “El mérito de los hombres que ejercitan la caridad, de un modo tan eficaz, como Ud. es conocido por todas partes; el apellido Segurola se oye cuando se trata de los conservadores de la vacuna, y aquí he tenido, más de una vez, la satisfacción de oír los elogios del doctor, que se ha distinguido y distingue en Buenos Aires, por su contracción y constancia, sin embargo de haber experimentado las contradicciones de los hombres que viven a expensas de la salud de sus semejantes; Ud. puede figurarse cual habrá sido mi complacencia y lo que habré añadido con justicia y verdad: basta.

“Es preciso que Ud. me haga el gusto de mandar la vacuna, de cuantos modos pueda y con la mayor seguridad a Mr. Thomas Sumter, Ministro plenipotenciario de los Estados Unidos de Norte América cerca de esta corte, insinuándole que yo le hecho este encargo con todo encarecimiento, este sujeto que nos ha distinguido; a no poderse más, desea hacer experiencias por si mismo en este país, con la vacuna verdadera, por cuanto los médicos aseguran que degenera muy prontamente en viruela y puesto que Ud. puede proporcionársela, espero que me dará esta satisfacción que agradeceré muy mucho”.

“Creo que a más tardar saldremos de aquí el domingo; Ud. sabe cuando me complaceré de que se acuerde de mi para ocuparme en lo que gustase”.

El canónigo

No hace falta decir que canónigo Segurola había sido el promotor de la vacuna, y a ella dedicó buena parte de su vida. También según las palabras de Belgrano, cuanto lo habían destratado los médicos porteños, al distribuirla en contra de los intereses materiales de algunos de ellos.

El 6 de mayo Segurola le escribió al ministro americano: “A consecuencia de las instancias del Sr. Don Manuel Belgrano paso a manos de V.E. el adjunto paquete de vacuna que solicita para hacer con ella las especulaciones que pretende para salir de la duda que ha ocurrido en esa Corte sobre que la vacuna degenera en viruela natural como me lo avisa el dicho Belgrano”.

“A pesar de no haber pisado en esa Provincia, por la experiencia que he adquirido en el espacio de diez años que hace tengo a mi cargo la administración de dicho específico, con la noticia que he tomado de los mismos portugueses de esa, puedo asegurar a V.E. que la degeneración no está en el específico por el temperamento sino en la desidia de los señores que tratan de paliar su abandono con el especioso título de degeneración para ponerse a cubierto de las invectivas del pueblo”.

“Lo mismo hubiera sucedido en Buenos Aires y sus comarcas si previniendo yo el golpe, no hubiera procurado conservarla a todo trance como le habrá informado a V.E. el señor Belgrano”.

“Son innumerables las veces que he remitido la vacuna a esa, así para los ingleses como para los naturales del país, pero apenas tengo entendido apenas ha servido para uno u otro que ha querido disfrutar del beneficio, de que nace el que no queriendo poner los medios para su conservación, suele perderse la vacuna; con este motivo echan mano de la viruela natural y aseguran que la vacuna degenera”.

El diplomático

El diplomático Thomas Sumter Jr, que llevaba el mismo nombre que su padre, un general de la independencia y luego senador de los Estados Unidos y de Mary Jamesson, nació en Carolina del Sur el 30 de agosto de 1768. Era un hombre cercano al poder, en 1803 el presidente Jefferson le había ofrecido la gobernación del recién adquirido territorio de Luisiana que no aceptó, de 1804 a 1806 fue teniente gobernador de Carolina del Sur; además de llegar al grado de coronel en el ejército como comandante del regimiento de la Guardia de Claremont que había formado su padre. 

Fue a la vez un hábil diplomático que se había formado en 1800 cuando fue a París como secretario del embajador Robert Levingston. El 7 de noviembre de 1809 fue nombrado embajador de su país ante la corte portuguesa del Brasil, residente en Río de Janeiro, ante la que presentó sus credenciales el 7 de junio del año siguiente. Estuvo en ese cargo casi una década hasta el 24 de julio de 1819. Sin duda había simpatizado con Belgrano por la admiración que éste tenía por Washington, al punto de haber traducido su despedida al pueblo norteamericano. Sumter falleció en su ciudad natal el 15 de junio de 1840, y sus restos descansan en el Memorial de Carolina.

Sumter había casado con Natalie de Lage de Volude, hija de una familia de la nobleza francesa, que fue enviada por sus padres para su seguridad a los Estados Unidos. Fue criada en Nueva York, por el vicepresidente Aarón Burr, junto con Theodosia la hija de éste. Fruto de este matrimonio entre otros fue también Thomas Sumter, destacado congresista de su país.

De este modo hemos encontrado un nuevo aspecto de Belgrano y conocer su faceta como propagador de la vacuna en otras tierras, a la vez que Sumter quien también ayudó a difundir lo que hacía Segurola en la Corte Portuguesa instalada en el Brasil.