¿Es Malvinas una causa nacional?

Por Mario Cabanillas *

Días pasados llegó a nuestro Centro de Estudios el libro Repensando Malvinas. Una causa nacional, publicado en 2016 (*). Esta obra colectiva, que congrega distintos expertos sobre el tema, presenta los factores claves que, según los autores, condicionarán cualquier resolución del conflicto por las Islas del Atlántico Sur (políticos, legales, geográficos, económicos, estratégicos, científicos y medio ambientales) y, en consecuencia, trasciende las interpretaciones abocadas casi exclusivamente al enfrentamiento armado de 1982. En estas breves líneas, no pretendemos reseñar el citado libro, pero si emplear algunos de sus conceptos como un disparador para plantear algunos interrogantes.

En primer lugar, cabe preguntarse si Malvinas constituye una causa nacional y en todo caso, qué estamos haciendo para que así sea. Cada 2 de abril, en cada pueblo, en cada ciudad del territorio nacional, en cada patio de escuela, se rinde el debido homenaje a los Caídos y a los Veteranos de la Guerra de Malvinas. Es una fecha cara a los sentimientos de la mayoría de los argentinos mayores de 40 años (lamentablemente cada vez menos importante para los más jóvenes). No obstante, pasada esa fecha, los Caídos y los Veteranos, permanecen en el olvido. La causa Malvinas pareciera que se escinde de nuestro proyecto de Nación, como una rémora del pasado, como una pérdida irrecuperable, para sumarse así a los hechos que abundan en las páginas más tristes de la historia argentina. La causa Malvinas, entonces, estaría acotada a una fecha en el calendario, y no a un reclamo permanente que hace a la esencia misma de la Nación Argentina.

¿Qué se ha hecho por la causa Malvinas? Desde la creación misma de las Naciones Unidas en 1945, la vía diplomática multilateral del reclamo argentino fue sostenida con laboriosa pertinencia por varias generaciones de representantes argentinos. Si bien se han obtenido algunos éxitos parciales, como la Resolución 2065 del año 1965 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que reconocía la disputa de soberanía ente ambos países y la encuadraba en una situación colonial, las acciones de la política exterior fueron ineficaces, y, sobre todo, no lograron, puertas adentro, el respaldo consecuente y sostenido de un proyecto político firme y encolumnado tras la causa. Del mismo modo, las acciones diplomáticas bilaterales fueron infructuosas, a pesar de los innumerables intentos de sentar a los británicos en una negociación franca y sincera.

Un error de cálculo absoluto

Como resulta evidente, la vía armada que se empleó a partir del 2 de abril de 1982, si bien constituyó una acción legal y legítima en defensa de la integridad territorial argentina, su desarrollo significó un error de cálculo absoluto.

En este caso, la conducción política argentina no supo gestionar el conflicto por medio de una política exterior coherente, posterior a la recuperación de las Islas, tras la brillante Operación Rosario. El error de cálculo primero, y la incompetencia después, llevó a nuestras Fuerzas Armadas a una guerra insular para la no estaban preparadas, contra las fuerzas del Reino Unido, a la sazón miembro fundamental de la OTAN y una de las principales potencias marítimas de la tierra. El resultado del conflicto era previsible.

El corolario de la Guerra de 1982 no ha modificado en nada la legitimidad de los reclamos argentinos, pero ha disparado una serie de consecuencias negativas para la causa Nacional, de las cuales remarcamos tres:

  • a) mayor desconfianza de los isleños, tensando unas relaciones que nunca fueron muy amistosas, a pesar de los esfuerzos argentinos,
  • b) Mayor atención del Reino Unido a la defensa de las Islas, que ha conformado actualmente una fortaleza militar de proporciones, provocando un marcado desequilibro en toda la región.
  • c) Mayores acciones británicas tendientes a la exploración y explotación de recursos del lecho y sub lecho submarino del Atlántico Sur.


Esbozadas brevísimamente las acciones tendientes a recuperar las Islas por la vía diplomática y la militar, en segundo lugar, cabe responder por qué Malvinas debe seguir siendo una causa Nacional. Desde 1961, las Naciones Unidas han establecido el fin del colonialismo, y en este sentido, la usurpación británica constituye una violación permanente a ese orden político internacional. El mantenimiento de esta violación de la integridad territorial argentina representa la negación de los principios básicos sobre los cuales se constituyen las sociedades modernas: el pleno ejercicio de la soberanía y el respeto al derecho internacional.

Ahora bien, la Nación Argentina, como proyecto político, hasta ahora ha demostrado su incapacidad para diseñar y llevar a la práctica una agenda estratégica en el largo plazo, situación que nos ha relegado a aceptar las condiciones que nos impone la realidad internacional. Esta condición se verifica en variados aspectos de la vida de la Nación, pero se hace especialmente explicita en la cuestión Malvinas.

Como señala el Dr. Lanús en el libro citado, la política Nacional hacia el Atlántico Sur debe partir de reconocer el hecho de que alguien se está ocupando de lo que Argentina ha decidido descuidar. Los recursos económicos que genera el mar, el lecho y el sublecho submarino, son de importancia estratégica para nuestro país, ante el aumento de la población mundial y la escasez de recursos alimenticios y no renovables. No menos importante es la ubicación geoestratégica de las Islas del Atlántico Sur y de sus aguas circundantes, con su proyección al Continente Antártico y al Océano Pacífico.

Entonces, ¿qué debe hacer la Nación Argentina para que Malvinas sea su causa? Sin duda, estas líneas no pretenden responder a tan ambiciosa pregunta, pero nos permitimos esbozar algunas inquietudes. Los expertos que escribieron el libro citado al comienzo de este escrito coinciden en señalar que la Argentina debe estar adecuadamente preparada para una compleja y larga gestión diplomática, con una Cancillería bien organizada y una diplomacia capacitada, con aceitados mecanismos de negociación y, esencialmente, con el respaldo de todas las fuerzas políticas, quienes son, en última instancia, las que deben asumir el desafío de liderar una política exterior coherente.

En el mismo sentido, es imposible ratificar la legítima e imprescriptible soberanía sobre las Islas del Atlántico Sur y los espacios marítimos correspondientes, sin unas Fuerzas Armadas suficientemente organizadas, equipadas e instruidas. La política exterior de la Nación y la política de defensa deben ser coincidentes. Cualquier intento de política exterior sin el respaldo disuasorio de sus Fuerzas Armadas, recae en un voluntarismo pueril y condena a la Nación al estatus de periferia en el concierto internacional, a merced de las estrategias y capacidades que se desarrollen desde otros países.

La correlación de fuerzas hoy sigue siendo abrumadoramente desfavorable para Argentina. Nuestras Fuerzas Armadas presentan una debilidad crónica para ejercer un efectivo domino, principalmente de nuestros espacios marítimos y aéreos. Al tiempo que se encuentra en serio riesgo nuestra capacidad para disuadir, y, llegado el caso, enfrentar potenciales amenazas a nuestros intereses. La actividad británica en nuestro espacio marino se ve beneficiada por la escasa capacidad de acción de nuestros medios, como quedó trágicamente evidenciado en noviembre de 2017, con la implosión del submarino ARA San Juan que les costó la vida a sus cuarenta y cuatro tripulantes.

Por último, una acción no menor es revertir el daño que ha hecho a la Causa el proceso de “desmalvinización”. Aquí nos referimos, entre otras acciones, la de aquellos grupos de presión, pequeños en número y ajenos al sentimiento de la mayoría de la población, pero con un poder de influencia inusitado, que impulsan los procesos judiciales contra oficiales y suboficiales por supuestas torturas durante la Guerra, pretendiendo que esos supuestos delitos sean tipificados como de “lesa humanidad”, y, en consecuencia, imprescriptibles. Detrás de estas maniobras, además del declarado desprestigio a las Fuerzas Armadas en general y a los hombres que estuvieron dispuestos a sacrificar sus vidas en particular, se esconde un artero intento de obtener beneficios económicos por medio de indemnizaciones.

Sin una política de defensa sólida, coherente con la política exterior, y a la altura de los desafíos que presentan los cambiantes escenarios regionales e internacionales, sin una clase política que asuma el compromiso por uno de los reclamos más justos de la historia, y sin ciudadanos que exijan a sus dirigentes una agenda seria al respecto, la causa Malvinas no trascenderá el cálido y necesario recuerdo de los actos escolares. Allí están nuestros Veteranos de la Guerra de Malvinas y los familiares de nuestros Caídos. Ante ellos, los que derramaron su sangre en la turba helada, y ante los que nunca volvieron, tenemos el compromiso de mantener viva la causa Malvinas.

Presidente del Centro de Estudios en Historia, Política y Derechos Humanos de Salta.

(1) Lanús, J. A. "Repensando Malvinas. Una causa Nacional". Buenos Aires. Ed. El Ateneo. 2016.