Historias desconocidas de la gesta de Malvinas I

POR NICOLAS KASANZEW

Cuando las papas queman, asoma lo verdaderamente esencial. Hablando de la reacción de la sociedad argentina frente a la amenaza del coronavirus, el historiador y doctor en ciencias políticas Sergio Berensztein ha declarado: "Siento que hay un espíritu malvinero en esta situación, valores comunitarios y compartidos que no estaban". En un nuevo aniversario del 2 de Abril, vale la pena rescatar algunos ejemplos de aquel espíritu malvinero del 82, que pueden servir de fanal de luz para la hora actual.

A continuación la primera de una serie de historias desconocidas de la Gesta de Malvinas:

EL AMOR DE UN PADRE

El conscripto Orlando Ruffino tenía 18 años y solo dos meses de instrucción. Pero un soldado siempre es el reflejo de su jefe, y el legendario teniente Roberto Estévez había convertido a su sección Bote en un puño de hierro. En la batalla de Pradera del Ganso, Ruffino estaba disparando contra los ingleses, cuando una bala le alcanzó el brazo. Impedido de seguir usando su arma, no se dio por vencido. A pesar de la herida, comenzó a abastecer con munición al apuntador del lanzacohetes Instalaza, Walter Buffarini. 

Los ingleses barrían con fuego huracanado la posición argentina. Al ver que los proyectiles caían cerca de donde estaban los cohetes del Instalaza, Ruffino trata de correrlos de lugar. Su intención era evitar que él y sus camaradas volaran por el aire, si un tiro del enemigo impactaba en los cohetes.
Pero al salir de la precaria protección que tenía en su posición, Ruffino es atravesado por un proyectil que pasa a dos milímetros de su columna vertebral. En ese preciso instante, en su campo de Alcira Gigena, en Córdoba, su padre, que estaba pegado a la radio escuchando noticias de la guerra, grita: "Agachate, chiquito, que te van a matar!"... y se desploma desmayado. 

El amor de José Ruffino por su hijo lo había teletransportado al campo de batalla... Tras estar paralizado de la cintura para abajo, Orlando Ruffino logró rehabilitarse y en la actualidad disfruta de la vida con su maravillosa mujer Sonia. En el 82 había partido de Chubut sin saber adonde iba. Al enterarse en el buque que la misión era recuperar Malvinas, se abrazó de alegría con su camarada Domingo Alamo. Hoy, sigue orgulloso de lo que hizo a los 18 años.