Epidemias en el viejo Buenos Aires y médicos portugueses

Bien sabida por los lectores es la hambruna que padecieron aquellos que en 1536 padecieron los que llegaron con Pedro de Mendoza a estas costas que llamó Puerto de la Santísima Trinidad, pero además el arcediano Martín del Barco Centenera en su obra La Argentina da a conocer estos versos:

“Una pestilencia grande hubo venido

de que muchos guaranís murieron

que carne de cristianos han comido

la peste les sucede atribuyeron”.

Lo que nos permite intuir que habían traído algún germen de Europa que estaba sufriendo una de las múltiples epidemias de viruela.

Cinco años después las leyes de Indias disponían: “Encargamos y mandamos a nuestros Virreyes, Audiencias y Gobernadores, que con especial cuidado, provean que en todos los pueblos de españoles e indios, de provincias y jurisdicciones, se funden hospitales donde sean curados los pobres enfermos y se ejercite la caridad cristiana…”

Fue don Juan de Garay quien cuando fundó esta ciudad de la Santísima Trinidad en 1580, al tiempo de repartir los solares dejó uno de ellos de acuerdo a lo previsto por las Leyes de Indias para la construcción de un hospital en la manzana de las actuales calles Reconquista, Sarmiento, 25 de Mayo y Corrientes. Dicha casa de salud quedó bajo la protección de San Martin de Tours. 

La salud pública a pesar de las declamaciones de los políticos deja mucho que desear, de tal modo que a pesar de pagarse grandes sumas en impuestos en todas las jurisdicciones, buena parte de la población debe recurrir a las empresas de medicina prepaga. En aquellos tiempos pasó algo parecido, porque ese hospital para atender a los escasos pobladores, a los marineros que llegaban en los navíos y a controlar a los esclavos tardó 34 años en habilitarse, y además de los impuestos se hacían colectas particulares para concretarlo.

Corresponde a Raúl A. Molina un libro sobre los Primeros médicos de Buenos Aires. Ese volumen nos brinda interesantes datos sobre aquellos galenos que asistieron a los porteños en aquel simple caserío desde 1603 hasta 1680, llamándonos la atención que de los 36 profesionales, resulten 12 portugueses, 8 españoles, 3 italianos, un flamenco, un irlandés y 11 indeterminados.

El primer galeno parece ser que fue un español llamado Pedro Díaz, a quien el autor supone portugués, pero que seguramente se metió en problemas suponemos por una mala praxis, porque Antonio López fue condenado por herirlo, perdiéndose todo rastro de ese médico. La mayoría de los autores mencionan a Manuel Álvarez, pero éste fue el tercero y ya nos ocuparemos de él, sí sabemos que el portugués Juan Fernández de Fonseca llegó en 1604 al puerto de Buenos Aires como médico del navío de su connacional Diego de Ribera. En un allanamiento a la nave el gobernador Hernandarias encontró metales preciosos que estaba prohibido exportar y no declarados, por unos 27.000 pesos, de los que 235 eran del licenciado Fernández de Fonseca, gracias a dicho expediente conocemos de su existencia, y es de suponer que haya tenido algún paciente.

El mencionado Manuel Álvarez también portugués, ofreció sus servicios en “el arte de cirugía” al Cabildo en febrero de 1705, sólo pedía un “estipendio” y también las medicinas, acordándose abonarle “400 pesos en los frutos de la tierra”. Parece que los porteños eran muy sanos, porque ya en mayo le mandar quedarse y cumplir con lo obligado, y así pasó un año sin cobrar, hasta que al año siguiente se ordenó cobrar directamente a los vecinos, pero ahí perdimos el rastro de don Manuel.

A los pocos meses apareció un barbero portugués, Jerónimo de Miranda, a quien en junio de 1606 pedían se quedara por ser necesario. Parece que también costaba que le abonaran y alguna vez amenazó con seguir al interior. Le correspondió atender en su enfermedad a doña María Bracamonte, viuda del gobernador don Diego Rodríguez Valdez y de la Banda, en el recibo escribió que “la difunta le era deudora de veinte pesos corrientes… de curas que le hizo en su casa y medicinas que puso a su costa”.

El médico que siguió en la nómina fue el licenciado español Francisco Bernardo Xijón, que realmente poseía una notable formación. Él estaba cuando la invasión de ratones y hormigas en el Buenos Aires de 1611, y también en la epidemia de viruela y tabardillo en 1621, que según las crónicas de la época mató a más de 700 personas. Le informaban a S.M. que “se enterraban difuntos a toda hora del día y de la noche”. Murió en 1626, poseía una notable biblioteca para la época y fue de algún modo el gran médico de esa época.

EL HOSPITAL

Pero volvamos al Hospital, cada tanto las actas del Cabildo trataban el tema pero a nada se llegaba, hasta que en febrero de 1611 “por la mucha necesidad que padecen los pobres enfermos” se activó su construcción. Como ahora se habla de los enfermos que vienen del exterior al mes siguiente se dispuso trasladarlo al camino del Riachuelo “el paso por donde entran en la ciudad la gente que viene por la mar y es donde la mayor parte, vienen los pobres enfermos”. Así se lo llevó a la manzana de las calles Defensa, Balcarce, México y Chile, donde funcionó el edificio de la Casa de la Moneda. 

Su fundador fue el gobernador Diego Marín Negrón que contribuyó con “muy grandes limosnas” para lograr el primer hospital porteño, su nombre está olvidado también en la nomenclatura urbana, que pretende olvidar muchas veces parte de nuestra historia en el período hispánico. El hospital fue inaugurado el 11 de noviembre de 1614 día en que la iglesia hace memoria a su patrono San Martín de Tours.