La coalición y la otra grieta

No hacía falta ser adivino para suponer que esto que ya pasa iba a pasar. Justo a dos meses de la llegada de Alberto Fernández a la Presidencia se comienza a notar que la grieta entre el kirchnerismo y el peronismo ortodoxo se agranda peligrosamente para la estabilidad del propio gobierno. Y no es exagerado lo que digo. 

Los kirchneristas se han dado cuenta de la debilidad política del elegido por Cristina y pretenden de todos lados marcarle la cancha, incluso a riesgo de dejarlo mal parado y complicarle sus intenciones dialoguistas para superar el problema de la deuda, al menos la que tenemos con el FMI.

Mientras el ministro de Economía intenta en un tono conciliador y siguiendo instrucciones de Alberto, manejar con mucha sensibilidad la relación con el FMI, explicando que el país no busca que haya quitas a la hora de los pagos sino que necesita tiempo de gracia para comenzar a pagar entendiendo que primero el país debe recuperarse para luego saldar sus deudas sin dramatismo ni empeorar la situación de los argentinos.

Ese camino ya fue torpedeado por la propia viuda de Kirchner desde Cuba, cuando fustigó con dureza al Fondo y dijo que la quita debería ser muy importante además de hablar de mafias y castigar a los descendientes de los inmigrantes italianos acusándolos de ser genéticamente mafiosos, en clara alusión al ex presidente Mauricio Macri.

Con los enviados del organismo internacional en Buenos Aires estas disputas no hacen más que poner en duda la credibilidad del Gobierno porque no sólo los argentinos sabemos de la fuerte influencia de Cristina sobre su elegido presidente, el mundo financiero está bien atento a esta nueva grieta abierta en la coalición gubernamental.

La polémica por la existencia o no de presos políticos también sirvió para dejar a la vista que los K no cederán terreno ante los albertistas, como Massa y Solá. Este cruce entre el Presidente, su jefe de Gabinete y su canciller con la ministra de la Mujer y el ministro del Interior Wado de Pedro ponen en evidencia el litigio. 

Curiosamente el que se dio vuelta en su opinión fue el gobernador bonaerense Axel Kicillof, quien dijo al respecto después de reunirse ayer con Alberto Fernández que "ese es un tema que tiene que definir la Justicia". Recordemos que los llamados presos políticos son ciudadanos detenidos a cargo del Poder Ejecutivo, y en la Argentina no hay nadie preso en esa situación. 

En enero el propio Wado de Pedro había pedido la liberación de Milagro Sala. Está claro que los encontronazos entre los dos sectores irán en aumento. En el Instituto Patria están atentos a cada paso del Ejecutivo para salir a contradecirlo si "se sale del libreto K".

Tal vez el escollo más grande que tenga ahora mismo el jefe del Estado sea la ingobernable provincia de Buenos Aires, que claramente al joven Kicillof parece abrumarlo.

Con escasos recursos y un montón de intendentes reclamando su parte de los fondos, algunos sindicatos que empiezan a no ser tan amigables y el sector de las pymes en franca bancarrota es muy difícil poner orden ante un caos que ya está radicado y urge soluciones. Allí también la grieta interna presenta fisuras que se volverán insalvables como la fuerza de los ediles no pertenecientes al kirchnerismo que no tendrían la paciencia que el gobernador pide. "Nosotros tenemos que pagar sueldos y gastos" dicen y reclaman ante la negativa del envío de dinero de la gobernación a sus municipios.

Otro tema que me llamó la atención es la determinación de la Anses que anunció que pagará entre marzo y abril próximos la ayuda escolar anual prevista en el sistema de asignaciones familiares pero sin exigir, como decía la reglamentación de agosto pasado que acaba de ser derogada, que deba presentarse el certificado de alumno regular por cada chico que recibe el subsidio.

La medida pretendía obligar a los padres a que sus hijos concurrieran a la escuela para poder cobrar esa ayuda. Ahora no hará falta aunque desde la Anses digan que se podrá presentar después, lo que está claro es que seguimos cuidando votos y manteniendo una masa semianalfabeta como es costumbre en las ideologías populistas mal entendidas.

En fin, que nos espera un año donde habrá novedades muy fuertes en materia política. Hay que ver cuánto tiempo aguanta Alberto Fernández los embates de sus socios alineados detrás de la ex presidenta que no le van a dejar pasar ni una.

¿Se puede gobernar con una coalición partida en dos donde cada uno asegura que "los votos son míos"? No, no se puede y sobre eso ya tenemos experiencias. Si Alberto cede, perderá credibilidad aquí y afuera y si no cede, le minarán el campo de acción hasta que se rinda. 

V. CORDERO