Una familia y un equipo de tatuadores busca mejorar la vida de personas que han sufrido cáncer de mama

Mandinga Tattoo: manos que ayudan a superarse

Con una fundación que nuclea sus actividades benéficas, han tatuado aureolas a más de 1000 mujeres y hombres. Buscan transformar un ómnibus en un centro de salud móvil que cuente con un mamógrafo para realizar estudios a personas en zonas rurales.

A metros de la estación de tren de Lugano, el local de tatuajes de Mandinga Tattoo yace subiendo una larga escalera que conecta el exterior con un espacio totalmente dedicado al mundo del tatuaje. Allí, la sala de espera se encuentra frente a un amplio mostrador donde Gimena, miembro de la familia Mandinga, responde las consultas de quienes estén interesados en realizarse un tatuaje. 

En un rincón, varias vitrinas resguardan elementos de piercing, gorras y remeras con el logo del local que desde hace varios años se ha colocado como referente, nacional e internacional, del mundo de los tatuajes. Por sus estaciones de trabajo han pasado celebridades del deporte y del espectáculo y, en la actualidad, cuenta con un programa de televisión emitido por el Canal de la Ciudad por el que fue premiado con un Martín Fierro del Cable en la categoría Arte y Tendencia.

Pareciera que los 23 años dedicados a tatuar le han traído múltiples reconocimientos a Diego Staropoli, creador de Mandinga Tattoo y la cara más visible de la familia y equipo de tatuadores. Pero, en realidad, es el basamento de un proyecto más profundo por el que hoy también se lo conoce: contar con una fundación que, entre otras actividades, brinda asistencia a las mujeres que hayan sufrido cáncer de mamá. 

"Hace cuatro años atrás me enteré que cuando una mujer tiene cáncer de mama y le hacen una masectomía se le extrae también la aureola. Cuando supe esto empecé a averiguar e hice una publicación en Facebook y empezaron a llamar y a venir al local", dijo a La Prensa Diego Staropoli, creador del local de tatuajes Mandinga Tattoo, que ha tenido a varios familiares cercanos con cáncer por lo que estableció un compromiso con quienes llegan buscando un "tatuaje sanador".

Luego de atravesar un tratamiento desgastante, los sobrevivientes del cáncer de mama llegan vulnerables buscando reconstruir parte de su autoestima. ""Cuando vas haciendo las primeras aureolas es fortísimo porque se derrumban y te cuentan su historia. Yo pensé que iba ser algo esporádico o espaciado pero me terminó ocupando dos mañanas por semana que con mi hermano nos dedicamos a ellas. Hoy estamos cerca de las 1050 mujeres que pasaron por acá en estos cuatro años por acá"", enfatizó el tatuador que llega a no cobrar la sesión en el caso de que la persona no pueda pagarlo.
La calidad del tatuaje y la contención humana recibida por estas mujeres durante el proceso viralizó rápidamente la tarea de los Staropoli a otros países. España, Chile, Colombia, Venezuela, Brasil, México y Uruguay, entre otros, son algunos destinos de procedencia de mujeres que viajaron hasta el local para realizarse el "tatuaje sanador". "Ellas vienen no porque sea gratis ya que tienen el gasto de pasaje. Se hizo viral y generamos más confianza de lo que han generado otra gente", subrayó Diego que próximamente, con asistencia del Gobierno de la Ciudad, estará inaugurando un local en la calle Defensa bajo la autopista, en San Telmo.

También han llegado al local hombres víctimas del cáncer de mama. "El 90 por ciento afecta a las mujeres pero el resto impacta en los varones. Muy pocos saben esto. Las campañas están más dedicadas a las mujeres pero también sería bueno que alerten a los hombres. El tema es que tienen un dolor en el pecho, notan un bultito y no le das importancia. Crees que será un quistecito de grasa. Te dejaste estar y cuando vas al médico eso ya explotó y se extendió por todo el cuerpo y te morís", resaltó la cara visible de la familia de Mandinga Tattoo.

Consultado sobre si la falta de difusión de estos aspectos del cáncer de mama responden a un déficit en las políticas públicas, Staropoli destacó que: "Yo sí sé que hay muchas agrupaciones civiles que trabajan con eso. Nosotros hicimos una Caminata Rosa el 17 de octubre acá en Lugano donde participaron 7 cuadras de personas vestidas de rosa. Hay muchos sobrevivientes que se agrupan y se contienen".

CURAR
Así, los tatuajes sanadores fueron brindando un aliciente, a quienes sufrieron cáncer, para continuar con sus vidas. Y, también, brindó una experiencia que luego continuaría extendiéndose hacia otras vivencias traumáticas.
"En un restaurante vi a una mujer toda quemada y me animé a preguntarle si había pensado en tatuarse. Me contestó que le habían dicho que era imposible por el costo que tenía ya que trabajaba de mesera. Le dije que si se animaba yo se lo regalaba. No me creía. Le di la tarjeta del local y cuando vio que era real, se animó. Hoy tiene los brazos tatuados y cambio su vida porque antes se le quedaban mirando las cicatrices y ahora es por el tatuaje que tiene", recordó Diego que en aquella oportunidad, junto a su esposa Elizabeth, le cambiaron radicalmente la mirada a esa mujer.

"Hoy tenemos tres chicas a quienes estamos realizando tatuajes sobre cicatrices producto de quemaduras gigantes. Son jóvenes que se quemaron de pequeñas pero no tuvieron una oportunidad. También hubo casos de violencia de género", resaltó el director del programa por cable Mandinga Tattoo. Además, recientemente tatuó la uña a un hombre que había perdido parte de una falange en un accidente.

ESCUELAS RURALES
Antes de brindar ayuda a tantas mujeres y hombres con sus tatuajes reparadores, la familia de Mandinga Tattoo comenzó hace 12 años atrás con otro desafiante proyecto: llevar donaciones a escuelas rurales del interior.

"Empezó de casualidad cuando estábamos en una expo tatuaje en el hotel Bauen. Una chica se nos acercó y preguntó si podía poner un cartelito de que se recibían donaciones porque era madrina de una escuelita de Valle Fértil, en la provincia de San Juan. Me contó que ella dos veces por año mandaba ropa en bolsas de consorcio y no los conocía pero le hacía muy bien. Entonces le propuse no solo hacerlo en la convención sino también destinar una parte de la entrada a estos pueblos. Y le dije que yo, personalmente, quería llevarles las cosas", recordó Diego, para quien el tatuaje nuevamente fue punto de encuentro para que se involucrarán en un proyecto.

Así, llenaron "una Traffic que teníamos y nos fuimos cuatro tipos para allá. Y al llegar hubo un antes y después en nuestras vidas porque cuando vimos la historia que tenían, el esfuerzo de los padres y de los chicos para ir al colegio, fue muy emotivo. Entonces le dije a mi esposa "quiero apadrinar una escuela rural" y creé una asociación de padrinos de escuelas rurales".

El primer contacto con las autoridades para que aprobarán la iniciativa no se dio de manera muy fluida principalmente porque "cuando llegamos a San Juan todos tatuados y con pelo largo, en un área en que no estaban acostumbrados a ver gente así, nos tenían desconfianza. Pero después de varios días aflojaron un poco y la situación se revirtió".

Esta primera experiencia les sirvió para luego presentarse a otras autoridades y establecer un vínculo de confianza que, doce años después, se ha extendido a 13 escuelas en total. Así, en Corrientes, Misiones, Jujuy y Santa Fe los chicos esperan todos los años la llegada de las donaciones recolectadas por los tatuadores.

"Hemos tatuado también en esos pueblos y en la quebrada de Humahuaca. Mucha gente que se moviliza para ayudar donando lo que no les sirve y nosotros somos la mano para que eso llegue. Hacemos lo que podemos ya que nuestra fundación se nutre económicamente con nuestro trabajo", resaltó Diego Staropoli.

Por otra parte, otro proyecto en proceso de concretarse es la adquisición de un micro que cuente con un mamógrafo, ecógrafo y un espacio para tatuar que llevará asistencia a estas localidades rurales alejadas de centros de salud. "Como lo tengo tatuado en mi mano "Todo vuelve" y no es una campaña de marketing. Es un compromiso hermoso y fuerte porque nosotros tenemos que respaldar esto que hacemos y por eso a veces filmamos los viajes o sacamos fotos para que la gente vea a dónde van lo que donó. Es lindo tanto para ellos como para nosotros que la gente sienta, pese a no viajar, que fue hasta allá con sus cosas y les dio una mano", concluyó el fundador de Mandinga Tattoo.

 

Considerados inicialmente como una moda hoy son valorados como forma cultural vigente


Tatuajes, de estigma a señal de identidad en un mundo global

El tatuaje ha vivido un crecimiento exponencial en la últimas décadas. Las redes sociales y su popularidad entre deportistas de élite y grandes figuras de la música lo han convertido en un fenómeno global. Pero no siempre fue así y en un momento encontrar un lugar para hacerse un tatuaje a veces rozaba con lo marginal.

Cuando Diego Staropoli, creador de Mandinga tattoo, se contactó por primera vez con el mundo del tatuaje tenía 18 años y en un baño del Mercado central se grabó el primero de una larga lista de diseños que hoy reflejan, en su piel, su identidad. "Me volví loco y quise ser tatuador. Estuve un par de años buscando las herramientas para hacerlo. Antes no había tatuadores, no se vendían materiales y no había internet para aprender. Era todo muy precario. Empecé a tatuar acá en Lugano, mi barrio, en la casa de mi mamá", resaltó a La Prensa Staropoli que luego pasó por varios lugares buscando dónde asentar su carrera hasta que, 23 años después, la pequeña oficina original se transformó e un extenso local de varios ambientes donde se ubican los 15 tatuadores que hoy trabajan bajo sus órdenes.

Además, el local cuenta con un espacio de barbería para clientes y una sala de espera que alberga desde elementos para piercing hasta una colección de coloridos objetos entorno al mundo del tatuaje.
Consultado sobre la razón por la que hoy en día los tatuajes han obtenido tanta aceptación social el fundador de Mandinga reflexionó por unos instantes y confesó que: "Con vivir del tatuaje medianamente bien estaba más que realizado. Nunca imagine que iba a terminar siendo lo que es. Creo que internet ha revolucionario mucho la historia. Y, después, tatuadores y personas mediáticas como artistas y deportistas que se han tatuado influenciaron mucho a la gente. Nosotros hoy tenemos el local más grande de argentina. Tenemos 15 personas trabajando en el local, un programa de televisión en el Canal de la Ciudad y una fundación que apadrina escuelas rurales. Hay toda una evolución de cosas que se fueron sumando y hoy termina siendo algo impensado. Recién venimos de San Telmo donde vamos a abrir una sucursal en Defensa, debajo de la autopista".

El trabajo incansable también dio sus frutos con la participación en la elaboración de un proyecto de Ley sancionado que estableció los parámetros sanitarios aplicables a los establecimientos donde se realizan prácticas de tatuaje y/o perforaciones corporales (bodypiercing), con la finalidad de proteger la salud de los usuarios y los trabajadores de la actividad.

Luego de 23 años trabajando como tatuador, la actividad de Diego Staropoli se ha convertido en "una forma de vida. La gente que decide vivir tatuada sin ningún tipo de prejuicio o culpa es la que elige vivir feliz. Hay mucha gente que no se tatúa porque no se anima, y otra porque no le gusta. El tatuaje en sí es un problema cuando lo haces por moda. Porque la moda tiene un tiempo de duración y el tatuaje no, sigue con vos hasta que te entierren. Porque entras con la pilcha que tenés puesta y no te llevas nada, ni el dinero, ni la historia pero sí el tatuaje. Así que mirá si no es profundo. A veces a la gente le pasas un precio que equivale a comprar un par de zapatillas de 7 mil pesos y te hacen un escándalo. Pero unas zapatillas te duran un año y un tatuaje una vida".