Ahora Alberto­

El nuevo presidente se presenta con un perfil socialdemócrata tan alejado del kirchnerismo como del peronismo.

­Un 10 de diciembre, hace 36 años, Raúl Alfonsín prestaba juramento como primer presidente de la democracia restablecida. Había obtenido el voto popular tras una campaña que lo mostraba solo, con el clásico gesto de las manos unidas en alto y respaldado en la consigna Ahora Alfonsín. Este 10 de diciembre de 2019 le tocó jurar a Alberto Fernández, quien le debe la candidatura a Cristina Kirchner y cuya campaña estuvo continuamente sostenida por la figura de su compañera de fórmula. 

Su discurso inaugural, sin embargo, pareció dedicado a marcar diferencias con la vicepresidente, con la historia de la vicepresidente: lo abrió y lo cerró con referencias a Alfonsín. 

Aunque no repitió el gesto de juntar las manos característico de su antecesor, tradujo ese ademán en palabras al proclamarse presidente de la unidad de los argentinos. Ahora Alberto, fue la consigna subyacente a lo largo del mensaje de una hora que pronunció ante la Asamblea Legislativa. 

Si el kirchnerismo estuvo marcado por la ``razón populista'' de Ernesto Laclau, intolerante y combativo frente a reales o imaginarios "enemigos del pueblo'', Alberto dejó en claro su deseo de inscribirse en otra tradición: una corriente socialdemócrata acabadamente representada por Alfonsín, pero cuyos antecedentes en la historia argentina habría que rastrearlos probablemente en cierto radicalismo, en cierto socialismo y también en la experiencia cambiemita. 

La distancia que separa a ambas corrientes de ideas anticipa las tensiones internas que se ciernen sobre el nuevo gobierno. Ideológicamente, ninguna de las dos tiene mucho que ver con el peronismo, por lo que la entonación de la famosa marchita durante la asunción del nuevo presidente, aún cuando sólo tuvo el propósito de incomodar a Mauricio Macri en su despedida, resultó a la postre extrañamente fuera de lugar. 

Es notable, por otra parte, que Alberto se haya animado a adelantar con más firmeza su novedosa agenda socialdemócrata en las áreas donde sabía que iba a contar con la entusiasta, casi agradecida, aprobación de su socia. Fueron música para los oídos de la ex presidente sus contundentes anuncios sobre reformas en la justicia federal, a la que Cristina acusa de una persecución en su contra; en los organismos de inteligencia, desde donde presume que le arrojaron el cadáver del fiscal Alberto Nisman, o en la redefinición de la pauta publicitaria oficial, que supone alimentó muchas operaciones periodísticas confabuladas con la justicia. 

La misma promoción de agenda hizo Alberto en otras áreas tradicionalmente gratas al kirchnerismo, como la política de derechos humanos, de seguridad, o de género, generalmente inspiradas en el magisterio socialdemócrata. Horacio Verbitsky, cuyas actividades solventan generosas ONGs de ese signo, asistió complacido a la entrada en funciones de allegadas suyas como la ministra de seguridad Sabina Frederic o la de asuntos de la mujer Elizabeth Gómez Alcorta. Ésta, al igual que Victoria Donda, flamante titular del INADI, estuvieron en el Congreso con el pañuelo verde atado a la muñeca: un raro estandarte divisionista exhibido en la asunción de un presidente que propuso "una nueva mirada de humanidad, que reconstruya los vínculos esenciales entre cada uno de nosotros''.­

­

 

* El autor es periodista y editor de la página web gauchomalo.com.ar­