Un mensaje de apaciguamiento

Alberto Fernández en su discurso buscó calmar al kirchnerismo más belicoso convocando a la unidad para evitar aires revanchistas­.

El discurso inaugural de Alberto Fernández tuvo carencias y aciertos. Las carencias más obvias fueron tres: de definiciones económicas, de agresividad y de ese tono épico de los gobiernos populistas que prefiguran desastres. Estas dos últimas carencias fueron positivas.­

El acierto, en tanto, consistió en un intento de apaciguar el kirchnerismo más belicoso convocando a la unidad y al respeto del pluralismo en momentos en que los seguidores de su compañera de fórmula no hacen nada por disimular sus desvelos revanchistas.

El mensaje conciliador no fue, además, simplemente de palabras, sino también de hechos. El haber recibido los atributos del mando de manos de Mauricio Macri y que el presidente saliente no haya sido hostilizado desde palcos plagados de peronistas profesionales con fervor partisano y agravio fácil constituyó un mérito importante. Cumplió con el compromiso asumido y la ceremonia se convirtió en una muestra (lamentablemente excepcional en los últimos años) de conducta civilizada. En 2015 Cristina Kirchner no quiso entregarle el bastón y la banda a Macri porque consideraba ese acto una capitulación. Esto es así porque concibe la política como una guerra.­

Fernández parece concebirla como un juego de alternancias regulado por prácticas institucionales que no son meras concesiones al protocolo. Por eso pidió superar `el muro de rencor y odio'. Por eso, abrazó a Macri, mientras CFK le daba la mano con cara de dolor de muelas.

El mensaje marcó diferencias entre el presidente y su vice. Mientras desde las bancas los kirchneristas cantaban la marcha peronista, desde el estrado Fernández citaba a Alfonsín. Está en minoría en su propio gobierno, llegó al poder con los votos de quien ocupa el primer lugar de la línea sucesoria y necesita ampliar urgente su base política. Pasó el trago amargo de un gabinete copado por los K y ayer pareció marcar límites al menos discursivos. Cuando se refirió a la situación económica la comparó con la de 2003 y recordó que la habían sorteado `Néstor y él', sin citar a Cristina.­

Por supuesto que también hubo gestos para su mandante como el párrafo dedicado a la Justicia que `persigue según los vientos políticos del poder de turno'. Irónicamente repudió la `impunidad', mientras la vicepresidenta aplaudía su lado.­

La intervención de la AFI, las reformas judiciales y penales, los consejos económico sociales, los préstamos para pobres y los medicamentos gratis que ocuparon varias páginas de su mensaje no serán sino ejercicios retóricos mientras no disponga medidas para revertir la curva descendente de la macroeconomía que se aceleró el día siguiente a las PASO. Sobre eso no aportó novedad alguna. Se percibió un clima de euforia peronista cuando Fernández dijo que no hay recursos para pagar la deuda. Pero el nuevo presidente tuvo la prudencia de la que careció Adolfo Rodríguez Saá en 2001. No se convirtió en otro alegre defaulteador. Algo se ha aprendido.­

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