Vicios de Bugs Bunny,­ seducción de Trump­

Cuatro años atrás, Mauricio Macri, presidente electo, demoró hasta el 25 de noviembre (quince días antes de asumir) para anunciar su gabinete económico (aunque incluso esa información fue incompleta, pues restaba todavía definir un nombre importante). El presidente electo Alberto Fernández ya está siendo conminado por algunos sectores para que presente formalmente a sus futuros ministros. En particular al que se ocupará de la economía.­

Parece razonable que Fernández enfríe esas expectativas y eluda esas presiones. No se priva, en cambio de ofrecer señales claras de su rumbo. Empezando por su ubicación internacional.­

Cuando Fernández informó que su primer viaje al exterior como mandatario electo sería a Méjico, para reunirse con el presidente Andrés Manuel López Obrador, algunos comentaristas que padecen y transmiten cierto nerviosismo después de las últimas elecciones, definieron la visita como un movimiento aventurado que profundizaría la desconfianza de Washington.­

El viernes primero por la tarde, horas antes de iniciar su viaje, Fernández recibió una llamada que empezaba a desmentir esa conjetura. Del otro lado de la conexión estaba el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. La conversación entre ambos duró poco más que un cuarto de hora e incluyó la afirmación de que el gobierno de Estados Unidos seguirá colaborando con Argentina, especialmente ante el FMI.­

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TRUMP Y FERNANDEZ­

En el relato de ese contacto, un importante matutino porteño demoró hasta la cuarta columna de su crónica la revelación de quién inició la llamada, como si ese dato no fuera significativo.­

Sin embargo, parece serlo: había muchos observadores que se mostraban escépticos sobre la relación que pudiera establecerse entre Trump y Fernández, habida cuenta de que el titular de la Casa Blanca había jugado fuerte para que Mauricio Macri pudiera ganar las elecciones del 27 de octubre y había volcado su influencia para facilitar al gobierno de Cambiemos el inusual crédito de 54.000 millones de dólares que le concedió el Fondo Monetario Internacional. "Yo me ocupo de eso, vos ocupate de ganar", dicen que le dijo Trump a Macri cuando se negociaban esos fondos. Trump cumplió su parte. Ante el fracaso electoral de su viejo conocido, ahora se muestra dispuesto a conversar amablemente con su vencedor y ofrecerle colaboración.­

Para que la comunicación de ese viernes se concretase había hecho falta disipar previamente dudas, prejuicios y malentendidos sembrados en Washington por la desinformación y la propaganda interesada. El viaje de Sergio Massa a Estados Unidos, a principios de octubre, estuvo dedicado a ofrecer a inversores y funcionarios una información inequívoca ("de la boca del caballo") sobre los planes de Fernández y a aclarar confusiones. Por ejemplo, sobre el punto de vista del ahora presidente electo en torno al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela.­

Aunque Massa no habló entonces con Trump, sí lo hizo con un hombre que cuenta con la máxima confianza del presidente americano, Robert Giuliani, ex alcalde de Nueva York, estrecho aliado de Trump y su asesor jurídico en temas de alta sensibilidad. Massa mantiene un viejo y cordial vínculo con Giuliani.­

A aquel trabajo de relacionamiento sobre el terreno consumado por Massa se sumaron las conversaciones con el embajador de Trump en Argentina, Edward Prado, de Jorge Argüello, un alfil de Fernández que, desde Buenos Aires o desde un estratégico destino en el exterior, contribuirá al diseño de la política internacional del nuevo gobierno.­

La charla telefónica con Trump no fue el único contacto de Fernández con el gobierno de Estados Unidos: el presidente electo prolongó un día su estadía en Méjico para almorzar el miércoles 6 con un importante funcionario de la administración Trump: Mauricio Claver-Carone, un norteamericano de origen cubano, que es miembro del Consejo de Seguridad Nacional y principal asesor de Trump para América Latina. Para más detalles: es el que se ocupa del expediente venezolano en la Casa Blanca y fue director ejecutivo interino del Fondo Monetario Internacional en representación de su país.­

Basta describir las materias en que está involucrado Claver Carone para comprender cuál fue la agenda de aquel almuerzo en Ciudad de Méjico. Fernández muy interesado en la cooperación que Washington puede ofrecer en el Fondo y Carone, en comprender la sintonía fina del futuro gobierno sobre el caso Venezuela.­

En campaña, Fernández planteó su postura como muy cercana a la de Uruguay y Méjico. Se sabe que hasta el Uruguay del Frente Amplio ha definido al régimen de Nicolás Maduro como una dictadura. Uruguay y Méjico forman parte del Grupo de Contacto Internacional, en el que coinciden, por caso, con Unión Europea (en conjunto), y con Francia, Alemania, Italia, Holanda, Panamá, Portugal, España, Suecia y el Reino Unido. El GCI ha pedido "una transición pacífica" en Venezuela y elecciones libres y supervisadas.­

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VENEZUELA Y EL FMI­

Felipe Solá, mencionado como futuro canciller de Fernández, que participó del almuerzo, había dado algunas señales de esa postura inmediatamente después del contacto telefónico Fernández-Trump. Como para eludir la posibilidad de que se encuadre a la administración entrante como complaciente con Washington, Solá empezó subrayando que "el próximo gobierno no va a cambiar su posición frente a la situación en Venezuela por la negociación de la deuda con los Estados Unidos"

Pero enseguida circunscribió la naturaleza de su crítica a la posición de Estados Unidos y del Grupo de Lima: "No se puede estar permanentemente en una actitud que no produce resultados", argumentó. Y elogió una idea diferente para abordar la crisis venezolana, que atribuyó al canciller chileno del gobierno de Piñera, quien -dijo Solá- "critica a Venezuela y al final dice que en Venezuela tiene que haber elecciones de forma concertada y negociada, con todo el control internacional que sea necesario, pero sin proscribir a nadie"

En fin es la postura que sostienen Solá y Fernández: para salir de la crisis y apartar a Maduro, "no a la intervención; elección con supervisión"

Paulatinamente se va generando un consenso sobre la médula del problema (terminar con la dictadura venezolana y encontrar una solución al desastre humanitario) aunque todavía no hay acuerdo sobre una estrategia unificada y eficaz. La posición de Méjico (y del Grupo de Contacto), se ha tornado un matiz aceptable para Washington, que busca sobre todo una estrategia de orden regional -a través del Grupo de Lima- para corregir la anomalía venezolana.­

Puebla no es San Pablo­

Aunque la comunicación de Trump, su oferta de mantener el apoyo a la Argentina en las nuevas circunstancias y el interés que exhibe su gobierno en el vínculo con el presidente electo desbarata las conjeturas más negativas, hay una línea de pensamiento que insiste en ellas y muestra la proximidad de Fernández con el llamado Grupo de Puebla, como otra manifestación de distanciamiento del centro político continental y como un peligroso coqueteo con el eje La Habana-Caracas

En rigor, el grupo de Puebla es un conglomerado heterogéneo no de partidos, sino de personalidades unidas por su definición como "progresistas". Allí participan algunos expresidentes (Dilma Roussef, el ecuatoriano Correa, el paraguayo Fernando Lugo) y líderes políticos que procuran reflexionar en común sobre cómo compatibilizar su progresismo con la lógica del mercado.­

Es un error (no necesariamente involuntario) confundir el Grupo de Puebla con el agonizante Foro de San Pablo, un colectivo de izquierda, radicalizado, entre cuyos fundadores se contó Fidel Castro

La personalidad con mayor poder entre las que simpatizan con el Grupo de Pueblo es precisamente el mejicano. López Obrador: preside un país vecino y socio de Estados Unidos (como parte del tratado de libre comercio de América del Norte) y, más allá de su discurso virado al reformismo de izquierda, es considerado por Washington amigo y aliado.­

El gobierno de Estados Unidos se guía por hechos, no por palabras.­