El Diario La Prensa fue reconocido por las características diferenciales de su periodismo en el habla hispana y en el mundo

Corresponsales que dejaron su huella

El trabajo de célebres periodistas enriquecieron los ejemplares del diario en su extensa trayectoria transmitiendo a los lectores los hechos que marcaron a la humanidad.

Para reflexionar sobre la historia del periodismo argentino, y con motivo de cumplirse 150 años de la fundación del diario La Prensa, la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) realizó un encuentro en que se analizó el trabajo de tres de sus célebres cronistas de principios del siglo 20. Así, se realzaron los aportes de Ramiro de Maeztu, el médico Juan Emiliano Carulla y José Manuel Eizaguirre.

El encuentro organizado junto al Instituto de Estudios Históricos (IEH) y el Proyecto de investigación "Cronistas y corresponsales de la prensa de Buenos Aires ante el problema de la guerra y la revolución (1910-1945)", contó con la participación de María de los Angeles Castro Moreno, Directora del Centro de Pensamiento Español en la Fundación Ortega y Gasset de Argentina; Emiliano Gastón Sánchez, del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet); y Martín Servelli, de la Universidad de Buenos Aires.

"Para Maeztu, La Prensa fue la gran plataforma de entrada a La Argentina y en el continente", destacó durante su disertación María de los Angeles Castro Moreno sobre Ramiro de Maeztu y Whitney. El ensayista, crítico literario y teórico político español comenzó con su participación con el matutino porteño desde 1905, en su condición de corresponsal en la ciudad de Londres hasta 1919 y luego desde España, hasta el final de su vida en 1936, salvo por la interrupción de los años en que ejerció el cargo de embajador de España en la Argentina.

Según la investigadora, el caso de Maeztu presentaba dos singularidades. Por un lado, de nacionalidad española "fue contratado para observar, analizar la vida británica para los lectores argentinos desde su filtro de periodistas español, preocupado por los problemas de España y acuciado por descubrir el secreto de la superioridad anglosajona para hallar caminos hacia otra España" y, por el otro, su trabajo con la Argentina "fue decisivo para que en 1928 fuera designado embajador por ese vínculo ininterrumpido que mantuvo con el público rioplatense".

El intelectual español colaboró con no menos de 660 corresponsalías para La Prensa y según el mismo se autodefinía en su primer artículo "como un intermediario entre dos mundos misteriosos" como lo eran Inglaterra y la Argentina. "Pero lo sería de otros espacios más. A lo largo de estas series de artículos se puede analizar la evolución de sus maneras de percibir y describir a la Argentina", resaltó Castro Moreno.

La especialista recalcó que Maeztu exhortaba a "sacudir el retraimiento electoral, a reforzar los actuales partidos, a construir otros nuevos, a no conformaros con la riqueza material y con el desarrollo de la agricultura y de la ganadería, a cooperar con la moralización de los servicios públicos, a no abandonar la República a una oligarquía, a meditar en que toda la riqueza es efímera como no se cimiente en el cumplimiento de los deberes sociales".

La cuestión del lujo se transformó en "uno de los hilos conductores de sus corresponsalías. Maeztu concedía una gran relevancia en sus páginas a analizar la generación y el destino de los capitales de una sociedad, en este caso la argentina, y luego en el transcurso de su evolución ideológica, insertaba los problemas económicos nacionales en el marco más amplio de la realidad hispanoamericana".

Desde la Primera Guerra Mundial hasta 1936, año en que muere fusilado durante la Guerra Civil Española, según la investigadora Maeztu ofreció "la critica de las ideas que percibía obsoletas y en declive que concluyeron en lo que denominó la crisis del humanismo y formuló simultáneamente el diseño de una propia doctrina renovadora que tomo cuerpo definitivo en la década del treinta y carácter de un ideal (la Hispanidad) con el fin de que operara como guía salvífica tanto para España como para el continente de habla español".

En tanto, el escritor español fue un viajero incansable y "La Prensa fue un gran motor que impulsó sus desplazamientos".
El diario le encargó varias coberturas de la delegación argentina en el exterior lo que le permitió conocer a Luis María Drago, a Roque Sáenz Peña y a Enrique Rodríguez Larreta, entre otros, y asistir a la Conferencia Internacional de Ginebra. Castro Moreno destacó que estos viajes y su inmediata transformación "en crónica periodística conforman un núcleo central de su obra para la Argentina. Cumplen varias funciones, no sólo informativa, sino la de suscitar una reflexión cuyo propósito es transferir fragmentos de modernidad europea y norteamericana al lejano país de destino para orientarlo hacia un rumbo de progreso, no sólo material, sino también de índole ético. En cada uno de esos viajes tuvo un afán de aprendizaje de las ideas rectoras de esas sociedades y de sus expresiones artísticas como materiales de elaboración para sus propuestas ideológicas".

JUAN EMILIANO CARULLA
La Gran Guerra, desarrollada entre los años 1914 a 1918, dejó su impacto en el diario La Prensa de la mano, entre otros, del médico Juan Emiliano Carulla quien se desempeñó como "corresponsal científico" durante esa contienda mundial. La disertación sobre su trabajo estuvo a cargo de Emiliano Gastón Sánchez, Doctor en Historia por la Universidad de Buenos Aires (UBA) e Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en el Instituto de Estudios Históricos de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF).

El joven entrerriano Carulla se desempeñó como "corresponsal científico" entre mediados de 1916 y comienzos de 1917 mientras trabajaba como auxiliar en el servicio sanitario del ejército francés.
"Fue el tenor predominante de sus crónicas, incluso en aquellas escritas al calor de su primera visita al frente occidental, en junio de 1916, dónde Carulla describió, desde un punto meramente profesional, las afecciones ocasionadas por los ataques con gas y las instalaciones de los hospitales de sangre cercanos al frente en la región de Châlons-sur-Marne", destacó el investigador del Conicet.

En total La Prensa publicó 12 crónicas de Carulla y brindan testimonio de la trascendencia que la Gran Guerra tuvo en el argentino al mostrar, según Sánchez, un "itinerario intelectual de Carulla considerada como una experiencia que impulsó su drástico viraje ideológico y político del anarquismo al nacionalismo monárquico de inspiración maurrasiana".

En sus escritos, el colaborador entrerriano brindó una mirada más crítica sobre la guerra en general. Así, Sánchez recuerda como en París, durante su visita a un establecimiento de la Federación de Mutilados, al contemplar "toda esa carnaza dolorosa", Carulla afirma que: "Sólo cuando las miradas curiosas logran descubrir, aquí un tronco sin piernas, allá un hombro del cual cuelga flácida y vacía una manga inútil y más allá las cuencas oscuras de dos ojos que ya no verán más la luz, se tiene la noción de que por encima de estos hombres ha pasado también la guerra, la espantosa guerra y se comprende entonces por qué, a pesar del aparente bienestar en que se encuentran, sus rostros no sonríen . Aquellos pueblos que todavía sueñan con empresas bélica podrían tomar aquí buenas lecciones el día en que deban hacer frente a los resultados de las batallas".

"Sin dudas, el contacto directo con el escenario del conflicto produjo en Carulla un cierto desencantamiento con sus ideas previas sobre la función moralizadora de una guerra entendida, hasta entonces, como una cruzada de la civilización latina contra la "barbarie teutona", enfatizó el disertante.
La grave situación observada en la contienda hizo el Carulla perdiera el inicial optimismo que lo acompañó al llegar al viejo continente y, sin remordimiento, decidió que su papel de voluntario había terminado.

"En febrero de 1917 La Prensa informaba el regreso a Buenos Aires de su "corresponsal científico". Esa nota, como así también el anuncio y la cobertura de la conferencia brindada por Carulla en el salón principal de la sede del diario, confirman definitivamente los propósitos médicos de su viaje a Francia", concluyó Sánchez al referirse a la vuelta del joven médico argentino que ya a partir de allí se dedicaría a escribir para otras publicaciones.

JOSE MANUEL EIZAGUIRRE
"El mundo de las noticias transforma la faz de la prensa periódica en el último cuarto del siglo XIX en Buenos Aires, acompañando las expectativas y demandas de información, agilidad y variedad de un público que se amplía y diversifica al ritmo de un crecimiento demográfico espectacular", enfatizó Martín Servelli, Doctor en Literatura de la Universidad de Buenos Aires, durante su disertación sobre el periodista José Manuel Eizaguirre.

Según el investigador la denominación de "Reporter viajero" fue adoptada por algunos de estos corresponsales que giraban por el país comunicando una gama variada de sucesos noticiosos. "El ingreso de José Manuel Eizaguirre (1862-1930) a La Prensa en 1900 constituye un buen ejemplo de la trayectoria periodística de un reporter", destacó Servelli en su disertación.

Con 28 años de edad por aquella época, Eizaguirre "ya poseía una vasta experiencia en la prensa periódica y había incursionado además en el área de las investigaciones históricas, el diario dirigido entonces por Ezequiel P. Paz privilegió su práctica itinerante al encomendarle en carácter de "redactor viajero" un relevamiento completo del estado de las provincias argentinas. El encargo se extendió a lo largo de un año, en 92 entregas publicadas sin firma que llevan por título "A través de la República".
Meticuloso y detallista, el periodista de La Prensa realizó esa extensa serie de artículos que en conjunto "resulta un informe completo y actualizado del desarrollo material y social de la Nación, desde un punto de vista pretendidamente imparcial y objetivo, que se sustenta en un cúmulo inusitado de documentos y estadísticas".

La investigación de Eizaguirre también se centró en el desarrollo de la educación dedicando por lo menos una entrega para cada provincia investigando y entrevistando a los distintos actores involucrados en el tema. Esto llegó a generar malestar en los referentes políticos provinciales de aquella época que llegaron a dudar de las intenciones detrás los informes. Al respecto Sánchez citó al periodista que se quejaba: "No comprenden mi misión, y dan a la iniciativa de LA PRENSA un carácter de intervención periodística, de investigación política de oposición, en fin. Aquí solo se concibe fácil la política, y todo se condensa en sus dos términos o polos, sumisión-oposición; pero mientras algunos interpretan tan torcidamente la iniciativa de nuestro diario, muchos me brindan sus informaciones valiosas y me muestran buena voluntad y cooperan al propósito nacional de LA PRENSA".

"Con los años, José Manuel Eizaguirre pasó a ocupar una posición de privilegio en el diario La Prensa, como redactor primero, y como jefe de redacción y editorialista, luego de la muerte de Adolfo E. Dávila, en 1918", enfatizó Sánchez.
Luego agregó que: "Su carrera quedó identificada con la historia misma del diario, tal como afirmó Juan José de Soiza Reilly en una entrevista donde repasaba su extensa trayectoria: -No tengo biografía -me repite Eizaguirre. Sin embargo, la tiene. Su historia es la historia vibrante de La Prensa, vivida por él desde hace cuarenta años".

 

La cronista viajera Ada Elflein
Ada María Elflein marcó un antes y un después en el diario La Prensa cuando en 1905 obtuvo un puesto fijo en la redacción, hasta ese entonces sólo concurrida por hombres. Con 18 años, desde 1905 Elflein gestó un espacio exclusivo donde pudo desarrollar su innovadora labor: redactora y cronista de viajes.
Martín Servelli, Doctor en Literatura de la Universidad de Buenos Aires, brindó una disertación sobre la periodista Ada María Elflein en el encuentro organizado por la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) junto al Instituto de Estudios Históricos (IEH) y el Proyecto de investigación "Cronistas y corresponsales de la prensa de Buenos Aires ante el problema de la guerra y la revolución (1910-1945)".

Según Servelli, las primeras crónicas de Elflein están vinculadas con el momento del Centenario y deben leerse en el contexto de "los programas y propuestas del nacionalismo cultural, en el marco de la construcción de procesos de nacionalización de masas ligados a la eficacia en la elaboración de mitos nacionales. Por un lado, las tradiciones y leyendas para niños que publica en el espacio del folletín dominical de La Prensa desde 1905 están consustanciadas con el programa expuesto por Joaquín V. González en La tradición nacional, donde se propone sublimizar aquella época de la historia en que se funda la nacionalidad, como fuente de enseñanza de la virtud cívica y escuela de patriotismo; por el otro, las crónicas de sus viajes por los Andes y el norte del país traman de un modo indisociable el tiempo histórico y el espacio geográfico, a través de un itinerario guiado por la fascinación de los recuerdos históricos".
"En el lustro que va de 1913 a 1918, Elflein realizó cinco excursiones periodísticas por el interior del país: viajó a Mendoza y al Cerro Pelado en enero de 1913; a Tucumán, Salta y Jujuy, en mayo del mismo año; a los lagos del sur a comienzos de 1916; de nuevo a Mendoza y Chile, en enero de 1917; y finalmente a los pueblos serranos de San Luis y Córdoba en 1918. Viajes todos alentados por la premisa común que le había asignado la dirección de La Prensa: la de "divulgar los conocimientos sobre diversas regiones de nuestro país, interesantes por su belleza, por sus recuerdos históricos, riquezas naturales o por cualquier otro atractivo", destacó el investigador.
Durante su disertación, Servelli resaltó que: "Los dos últimos viajes de Elflein auspiciados por La Prensa comparten la novedad de utilizar el automóvil en largos tramos del trayecto, medio de transporte por entonces inusual para este tipo de periplos. El surgimiento del automóvil como un elemento decisivo de la modernidad cinética se produce entre 1900 y 1940. Son viajes pioneros en lo que respecta al transporte automotor aquellos que emprende Elflein en 1916 a los lagos andinos y en 1918 a las serranías de San Luis y Córdoba".
La automovilidad promovió una relación íntima del viajero con la máquina. "Al no estar supeditado a horarios, caminos y destinos programados el viajero puede cambiar el curso, la velocidad y el ritmo del viaje. A bordo de un coche Maxwell, con destino a San Francisco del Monte de Oro, Elflein da cuenta de este veloz escape de la estática rutina de la domesticidad", resalta Servelli.
"Esta experiencia de libertad física y psicológica que produce la fusión del cuerpo y la máquina se combina en los textos de Elflein con una explícita interpelación a las mujeres a viajar y experimentar nuevas sensaciones", subrayó el especialista. Pese a que murió muy joven, 38 años de edad, el destacado trabajo de Elflein permitió abrir las puertas a las posteriores generaciones de mujeres que eligieron al periodismo como carrera profesional.