TEATRO: Conmovedora mirada de Lorena Vega sobre su historia familiar, en "Imprenteros"

Una reivindicación del biodrama

 

"Imprenteros". Dramaturgia y dirección: Lorena Vega. Diseño de espacio: Celeste Etcheverry. Vestuario: Julieta Harca. Iluminación: Ricardo Sica. Sonido y música original: Andrés Buchbinder. Intérpretes: Lorena Vega, Sergio Vega, Federico Vega, Julieta Brito, Juan Pablo Garaventa, Vanesa Maja, María Inés Sancerni, Viviana Vázquez, Lucas Crespi, Mariano Sayavedra, Christian García. En el teatro Timbre 4.


El tan querido y vilipendiado biodrama, género teatral que explora la vida ajena o propia, fue creado por Vivi Tellas a comienzos de los años 2000 con la idea de hacer ficción en base a datos reales. Para lograrlo, la talentosa directora se apoyó en materiales documentales -fotos, videos, cartas- e hizo algo nunca o pocas veces visto: llevar a no actores a escena.

Del biodrama surgieron joyas como "Nunca estuviste tan adorable" (Javier Daulte, 2004), "La forma que se despliega" (Daniel Veronese, 2004) o "Los amigos" (2018), de la propia Tellas. Sin embargo, innumerables propuestas a través de los años provocaron que la técnica comenzara a dar algunos signos de fatiga. Felizmente, el año pasado se estrenó "Imprenteros" de Lorena Vega. Y el género revivió.
Invitada a participar del ciclo "Proyecto Familia" en el Centro Cultural Rojas, Vega -actriz, directora, docente- tomó un curso con la propia Tellas para ir dando forma a su obra. Decidió, entonces, echar mano a sus recuerdos de una pequeña imprenta del conurbano que pertenecía a su padre fallecido y donde trabajaron ella y sus hermanos. Ahora los Vega no pueden entrar al lugar por un conflicto familiar.

Hasta ahí poco haría suponer que "Imprenteros" iba a conseguir desplegarse del pelotón de obras -"biodramáticas" o no- que pululan en las cientos de salas porteñas. Sin embargo, lo hace, y con creces.
Sucede que nada de lo que aparece contado en escena suena caprichoso o intrascendente. Cada elemento está pensado, deglutido y pulido por Vega. Y es su labor la que, en primer lugar, opera como un imán para el espectador. La actriz hace eje en sus cualidades expresivas exquisitas, en su decir suave, en su sereno estar para cautivar al público.

ESCENAS DEL PASADO
La obra, en tanto, apela a la ternura. Aparecen intérpretes recreando entrañables escenas del pasado -también discusiones- y luego hace lo propio el hermano menor de Vega -no actor-, quien se luce en varios momentos, relatando la historia familiar, gesticulando con gracia y hasta imitando los sonidos de las viejas máquinas.

La música en vivo y una coreografía grupal enmarcan cierto aire familiar, artesanal, pero no por eso falto de profesionalismo, al igual que la imprenta evocada.
Si bien el espectáculo tiene momentos desopilantes -impagable el video del cumpleaños de 15-, también profundiza en las eternas crisis argentinas, las "avivadas" y el derrumbe económico de las clases trabajadoras.

Pero de todas las posibles interpretaciones y variables de la obra, la indagación en la relación "padre e hijo" tal vez sea la que finalmente haga conmover. El momento donde aparece el otro hermano de Vega -quien no quiso actuar en vivo- revela sus contradicciones, los recuerdos compartidos, la negación. Federico no parece entusiasmado en revivir la propia historia o volver a esa casa infranqueable. Sin embargo, a medida que habla, el espectador va dándose cuenta de que está metido en la tinta de la imprenta y en la relación con el padre, tanto o más que sus propios hermanos.
Dependerá de cada espectador, de su propia sensibilidad e historia ver dónde le pegará "Imprenteros". Pero que lo hará no caben dudas, como el clásico, eficaz y rejuvenecido biodrama que consigue ser.

Calificación: Excelente