EL ANALISIS DEL DIA

Tener gente pobre dependiente de los planes sociales es tener votos

En estos días se sucedió una áspera conversación entre el economista Roberto Cachanosky
y el periodista Pablo Duggan alrededor de la problemática de los planes sociales y las corrientes inmigratorias de fines del siglo XIX y principios de XX. Separando la paja del trigo, la cuestión de fondo era si las grandes masas humanas empobrecidas son capaces de salir por sus propios medios de la pobreza o en su defecto necesitan de la asistencia del Estado.

Duggan sostenía que nuestros abuelos inmigrantes tenían una formación superior que les permitía conseguir mejores empleos. Cualquiera se da cuenta de que esto es una falacia del tamaño de una sandía pero mejor documentar la cosa aclarando que, de la gente que llegó hasta 1914, más del 40% eran analfabetos. De hecho ampliaron el ratio de analfabetismo local. Las condiciones de violencia y pobreza que expulsaron a los inmigrantes de Europa hacen insostenible cualquier afirmación acerca de que venían con buenas ropas y estudios sólo para darse un gustito. Sobran evidencias y documentos sobre la extrema pobreza de quienes llegaron a esta tierra a hacer la América y, sin embargo, lograron convertirse en ciudadanos trabajadores, algunos prósperos, otros no, criaron a sus hijos con mayores o menores comodidades y transformaron al país en una nación de trabajo y crecimiento.

EL ABUELITO CAJAS PAN

De más está decir que el subsidio a la pobreza tal como lo conocemos hoy en forma de planes no existía en tiempos de las grandes corrientes migratorias. Pero repasemos:

El abuelito más recordado de los planes sociales que tenga relevancia surge con la crisis económica del gobierno alfonsinista que impone el reparto de unas cajas con alimentos llamadas “Cajas PAN”. Se trató del Plan Alimentario Nacional, con fuerza de ley que establecía que este plan se mantendría por 2 años. Pero como lo transitorio es callo en Argentina, las cajas PAN tuvieron vigencia hasta el final del gobierno de Alfonsín.

Carlos Menem en 1989, puso en práctica el programa “Bono Solidario”, destinado a reemplazar las cajas PAN. Consistía en la entrega de bonos, distribuidos por la CGT, a familias seleccionadas. El Bono Solidario podía ser canjeado por alimentos y ropa. Como era de esperarse, el Bono Solidario fue rápidamente eje de corrupción por la forma de distribución a través de diputados y senadores.

En 1990, la Provincia de Buenos Aires agregó el Programa Alimentario Integral y Solidario reconocido como “PAIS”. El plan tuvo 770.000 beneficiarios hasta 1994, y en ese momento aparece desde el gobierno nacional el Plan Trabajar, que reemplazaba al cascoteado Bono Solidario.

Al asumir De la Rúa trató de centralizar los programas sociales que existían ya que como el lector puede imaginar dado que las capas geológicas de planes eran un verdadero cotolengo de plata y tongo, en efecto, eran 65 programas de asistencia en total y se comían 3700 millones de pesos de los cuales unos 680 eran préstamos del Banco Mundial y el BID. 

No quiero agotarlos pero lo tengo que decir: el fracaso fue igual a los anteriores y estalló la crisis. El averno que era la Argentina para el 2002 hizo que se pusiera en marcha la ley de emergencia social y alimentaria (si, si, lo mismo que se sancionó la semana pasada, somos una calesita). Duhalde impone el plan Jefes y Jefas de hogar para recibir 150 pesos por mes: 2 millones de personas se inscribieron. En octubre del 2004 Néstor Kirchner hizo su propio decreto reformulador del sistema de planes para no ser menos. En la década kirchnerista la gente que cobra del Estado creció un 124%, no se si se entiende la locura en la que estamos sumidos. Cuando Mauricio Macri llegó al Ejecutivo a este 124% se le sumó un 12%. 

O sea, si sumamos otras transferencias, desde que empezamos a paliar la crisis del 2001, el número total de los que cobran del Estado creció por arriba del 150%. Adivinen si la pobreza se achicó. Cachanosky señala que 19 millones cobran del Estado. En 2002, esa cifra representaba al 20,4% del total de la población; ahora es el 42,9%.

QUIEN GANO

La asistencia a la pobreza sistemática, estructural y masiva amplía las funciones del Estado. El derrotero de la genealogía de los planes sociales muestra cómo la población argentina se empobreció, su economía cayó además de padecer sistemáticamente crisis económicas que nos dan fama mundial, mientras la clase política creció y se enriqueció.

Repito:  La asistencia a la pobreza sistemática, estructural y masiva amplía las funciones del Estado pero sobre todo le permite ampliar la normativa en seguridad, educación y salud. Lo que creció junto con la pobreza es el estatismo. Y no sólo el estatismo económico. Lo que leudó como un hongo es el estatismo moralizante. El diseño social de una cultura victimizante y catalizadora de El pobre. 

Ya no se dice que una persona está pobre porque por una X circunstancia no puede satisfacer sus necesidades. No. Argentina determina que el pobre es una condición del ser como ser petiso o ser pecoso. Nuestro país ha llegado a poner por ley el día nacional del orgullo villero. O sea que la circunstancia de pobreza que ponen a una persona a vivir en un barrio de emergencia son para el Estado nacional una condición ética y moral. La despersonalización del individuo que está pobre es delincuencial.

CARIDAD Y LASTIMA

La superioridad moral de la dádiva estatal cumple un rol político importante. Convierte al humanismo en caridad y lástima. Y esto nos regresa a la discusión entre Cachanosky y Duggan ya que mientras el economista trataba de explicar la imposibilidad del sistema desde la lógica matemática más simple, el periodista convertía a las matemáticas en el antónimo del  humanitarismo, por lo que sólo asesinando al análisis lógico se podría beneficiar a “los pobres”. 

La gente que piensa como Duggan es mayoría. Es miembro de la tradición que considera a lo popular como corrector del capitalismo. La libertad no tiene valor como derecho individual si no está al servicio de la solidaridad impuesta desde el poder. Y la igualdad? Bueno, no hablan de igualdad ante la ley sino de una imposición totalitaria de equiparación material.

La existencia de una masa importante de pobres, con su enorme peso sobre la conciencia moralizante impuesta desde el discurso estatal es una ayuda imprescindible para conseguir el control de la economía. Recordemos que existen lugares en la Tierra en donde todos los ciudadanos tienen lo mismo: Cuba, por ejemplo.

La política no podría terminar con la pobreza, porque tener gente pobre dependiendo de planes sociales es tener votos. Tener contenta a esa masa de dependientes implica que no tengan que cumplir un horario ni esforzarse y por eso hay que convencerlos de que esa forma de vida es un derecho. El uso que se hace de los pobres no como individuos sino como sujetos colectivos, haciendo de ellos una cultura, una ética y una estética los perjudica al convertir su vida pública en un conflicto político usándolos para cortar calles, amedrentar, hacerlos acampar con sus abuelos e hijos a la intemperie para obtener más y más poder.

Los debates sociales serios tienen una cuestión fundamental, preguntarse cuál es nuestro común denominador. Para responder, miremos las ideas sobre las que nos definimos como sociedad y como individuos. Sólo así entenderemos por qué la discusión entre Cachanosky y Duggan es tan lacerante. Cachanosky o Duggan ¿Quiénes somos?