Ubicado en Boedo, es hoy uno de los lugares emblemáticos del barrio que se enmarca en la tradición de los antiguos almacenes

Margot, el café de la esquina con historia

Fue el lugar elegido por anarquistas, escritores y tangueros. Lugar de parada de personalidades como Isidoro Blaistein, Alfredo Palacios y el Mono Gatica, hoy rescata lo más lindo de los bares porteños de antaño.

"Esta esquina es el corazón del barrio de Boedo y el Café Margot es el palpitar de ese corazón", dice sin dudar Héctor Casagrande, alias Ciríaco. Son las cinco de la tarde y dentro de este hermoso bar notable la gente deja de lado las corridas del día y se dispone a la charla sin prisa, el disfrute de mirar por la ventana, la lectura del diario o el animarse a escribir algunos versos.

Para Ciríaco este bar ubicado en el cruce del pasaje San Ignacio y la avenida Boedo es su lugar en el mundo y la esquina lo fue para los anarquistas de comienzos del siglo XX, de jugadores de fútbol e hinchas de San Lorenzo, los artistas del grupo de Boedo, políticos y escritores.

La historia del edificio que hoy alberga al Margot se remonta a 1904, en tiempos en que el pasaje se llamaba Camio. Fue construido por Lorenzo Berisso, un arquitecto italiano, y primer dueño.

"Nace como muchos establecimientos de aquel tiempo como bar y almacén, y hoy se enmarca en la tradición de los viejos almacenes. Se conserva el frente, hay publicidades antiguas, la idea es rescatar la historia, una época", cuenta a La Prensa Romina Metti, representante de comunicación para el Margot y otros bares notables como El Federal, El Bar Celta, El Bar de Cao y La Poesía, que son reunidos como grupo cultural.

Casagrande toma la palabra y no puede dejar de asociar al Margot con las historias de su amado Boedo. "Lo relevante de este barrio es lo que subyace. No solamente hay un busto de un anarquista sino que era un lugar que frecuentaban los anarquistas. Estaba por acá siempre Severino Di Giovanni según cuenta Osvaldo Bayer. Además es un barrio de escritores. Es de tango, fútbol, anarquía y gente de errante escribir".

"Acá escribe todo el mundo. Es un barrio anodino, pero cuando rascás un poco ves que los habitués bailan o tocan el bandoneón, o esculpen, hay pintores".

El vecino recuerda una anécdota que rescata el historiador Jorge Abelardo Ramos y que ocurre a metros del edificio del Margot. Tiene también como protagonista a un amigo entrañable de Ciríaco, Héctor González, otro viejo habitué del café, ya fallecido, que fue un reconocido comerciante del barrio

"Ramos dice que los anarquistas en los episodios de 1919 -conocidos como la semana trágica- asaltaron una armería en la esquina de Carlos Calvo y Boedo. Pregunté en esa esquina, donde está el Restaurante Pugliese, pero me dijeron que siempre ahí hubo bodegones".

"Un día -continúa Ciríaco- me dice Héctor que en una propiedad acá pegada al bar donde él estaba en el sótano había un polígono de tiro. La propiedad tiene estas dimensiones y en la última habitación había un escritorio y una puerta trampa"

"El gordo enciende una lámpara, bajamos por una escalera que chirriaba y el piso estaba roto, las paredes eran de ladrillos de canto, pasamos una arcada y vemos en una pared muchos impactos de bala. Es decir que Ramos se equivocó por unos metros, no fue en la esquina de Boedo y Carlos Calvo, acá estuvo la armería, a pocos metros del Margot".

VISITAS ILUSTRES

Como vecino de la Biblioteca Municipal Miguel Cané, donde Jorge Luis Borges trabajó entre 1937 y 1946, el café que lleva el nombre de Margot desde 1994 recibió visitas de escritores como Mario Vargas Llosa, Juan Cruz Ruiz (España), Juan Villoro (México) y Julián Barnes (Inglaterra).

Gracias a la intervención del ingeniero y poeta José Muchnik, nacido en Boedo, y radicado hoy en Francia, Café Margot realizó la primera hermandad entre un café porteño y uno del exterior: la brasserie Le Petit Diable de Toulouse, en Francia.

Por muchos años la esquina donde hoy está el Margot albergó a otro bar: la confitería Trianon, otro emblema del barrio que tras mudarse hace algunos años finalmente cerró sus puertas.

Allí en los 40 se creó el clásico sandwich de Pavita al escabeche, bajo la receta de los propietarios del Trianón de aquel entonces, Doña María y Don Gabino Torres. "Esa receta secreta después se la pasaron a los dueños del Margot", expresa Metti.

Un cartel recuerda que en esa esquina se creó el mítico sandwich y una anécdota agiganta su prestigio: se cuenta que Juan Domingo Perón, en los años 50, circulaba por la Avenida Independencia cuando ordenó a su comitiva de vehículos doblar por Boedo para detenerse sobre San Ignacio: se bajó del coche y entró al bar para probar el celebrado sándwich. Luego, satisfecho, saludó al público en la esquina y siguió su camino.

En tiempos del café además de escritores habitués entre los que se puede nombrar a Isidoro Blaistein también aparecieron leyendas del boxeo como el Mono Gatica y políticos como Alfredo Palacios. "Acá tenés la confluencia de intelectuales que producen obra, artistas, y de gente de trabajo, de oficios, comerciantes que se fueron quedando en Boedo", acota Metti.

Una pareja de turistas entra y pide unas minutas para comer. Miran y se quedan fascinados por la colección de botellas y antiguos sifones. Un habitué va hacia el sector trasero del local, la trastienda "Maestro Carlos Caffarena" para buscar un libro en la pequeña biblioteca "Maestro Miguel Angel Caiafa" para leer mientras toma un café.

El fútbol también tiene un lugar destacado en esta esquina. Recuerda Ciríaco que "cuando San Lorenzo ganaba un clásico acá se juntaban hinchas, los jugadores y directivos, y se cortaba prácticamente el tránsito de la avenida Boedo".

"En el verano se levantaba la ventana, se ponían mesas en círculo y la gente se sentaba adentro y afuera, y todos hablando de fútbol, con la presencia de jugadores y directivos".

Ciríaco cuenta que otros que deambularon por esta zona fueron grandes tangueros, como Julio de Caro y Homero Manzi. Y que el teatro también tiene un destacado lugar en el barrio y esta esquina.

"Si uno enumera rápido se va a dar cuenta que acá en pocas cuadras hay seis teatros". Ciríaco recuerda que un día vio entrar a un joven flaco, delgado, alto de pelo corto y pelirrojo.

Pidió permiso para pegar unos pequeños afiches. "Son de una obra, 300 millones de Arlt, una adaptación mía", recuerda que dijo. Era Claudio Tolcachir, el destacado director que está al frente de Timbre 4, el laureado teatro de Boedo.

Con mucha emoción vuelve a hablar de su amigo, Héctor González. "El siempre tenía un sueño, fundar un teatro en el barrio y yo lo ayudé, por suerte lo logró". El sueño convertido en realidad es el teatro Boedo XXI, ubicado arriba del café Margot.

"Un día me cuenta que formó parte del teatro Los Independientes de Onofre Lovero -el director teatral fue otro habitué de Margot- y con él participó de la obra Galileo Galilei de Brecht".

"Como yo soy un fanático del teatro, me pongo a revolver en casa y encuentro el programa de esa obra, decía temporada 64 y 65, teatro Los Independientes, pero cuando veo el elenco en los personajes y los papeles que me dijo que interpretaba aparece el nombre de Claudio Couso".

"Un día -continúa Ciríaco- lo encuentro acá en el bar y le pongo el programa sobre la mesa. Al gordo se le escapaban las lágrimas, estaba muy emocionado. Le dije, pero vos sos Héctor González y no aparecés en el programa. Y me contesta:- Es que Claudio Couso es mi seudónimo, mi viejo no quería que hiciera teatro, y no podía guardar ni los programas".

Casagrande dice que ese día se despidieron en la vereda y le dijo:- "Cuando nos encontremos en su comercio lo voy a llamar señor Héctor González, en la calle "gordo, hectorcito", pero en Margot, en la mesa de soñar te voy a llamar Claudio Couso".

"Sabe lo que pasa -dice Ciríaco- este café antes tenía la división tradicional, estaba el sector fumadores y no fumadores. Pero los que frecuentamos el Margot establecimos otras distinciones, lo hacemos por mesa. Está la mesa de los que hablan del Cuervo, la de los pintores, la de los que hablan de política, la mesa para tomar un café, y está, claro, la mesa de soñar".