El recambio que no lastima

­Cuánto se ha hablado del famoso recambio. Quizás, últimamente, un vocablo que sólo se ha visto superado en su manipulación por el que marca la famosa grieta. Sergio Hernández logró transformar esa palabrita que duele en el fútbol. Porque el recambio del básquetbol llegó para abrir un nuevo portal mágico, en donde este plantel argentino encontró, recogió y honró el legado de la Generación Dorada.

Sin jugadores de NBA, con siete chicos que debutaban en mundiales, el estandarte (Luis Scola) pisando los 40 y mucha juventud, el equipo de Sergio Santos Hernández tomó la posta de Manu y compañía para emocionar a todos.

Desde acá no habrá análisis técnico, habrá espacio para reflexionar y ver un poco más allá de un resultado. No es poco haberle ganado por 10 puntos a una selección subcampeona del mundo (España 2014) y medalla de plata olímpica (Brasil 2016), pero lo es mucho más haber encontrado un equipo dentro de la cancha y un grupo de excelentes profesionales fuera del rectángulo, que destilan alegría por jugar, que aparecen distendidos pese a las exigencias, que a diferencia de los protagonistas del fútbol, quitan de escena el almidón y las caras grises cubiertas de temores, inseguridades y alguna pizca de soberbia.

Hoy Manu, Chapu, Fabricio, el Lancha se llenan de adrenalina desde otro lado, hacen fuerza por sus sucesores, se enorgullecen, y estos les devuelven un tributo que se ganaron y que supieron cuidar desde la conducción de la Oveja Hernández.

Por eso emocionan estos pibes, apañados y apuntalados por un Luifa Scola, dueño del rol de estandarte de la recordada Generación Dorada. Ninguno de ellos necesita dar un golpe de efecto, a ninguno de ellos se les ocurre poner cara de pocos amigos si no juega, todos guardan su lugar y desde allí cuidan la figura del entrenador como tal. Dicho de otro modo, respetan esa investidura. Antes fue la Generación Dorada, quizás ya habrá llegado la hora de buscarle a este equipo su etiqueta.