Aplaudamos a este gran equipo

A ponerse de pie y a aplaudir. No, no caben las medias tintas. Este es un momento para librarse de las ataduras, emocionarse y celebrar la gesta de un equipazo.  Porque cuando podría haberse pensado que iba a costar mucho superar el luto tras los retiros del inigualable Emanuel Ginóbili y de ese guerrero imbatible que fue Andrés Nocioni, la Selección argentina de básquetbol sigue haciendo historia. Le acaba de ganar a una potencia como Serbia para instalarse en las semifinales del Mundial que se está desarrollando en China. Con el liderazgo imperecedero de Luis Scola y las manos mágicas de Facundo Campazzo como estandartes, los dirigidos por la Oveja Sergio Hernández están entre los cuatro mejores del planeta. Juegan bárbaro, ponen alma y vida cuando es necesario y, por si fuera, disfrutan su obra. Por eso se abrazan, ríen y lloran de felicidad al final de cada partido. Conmueven porque tienen un mérito maravilloso para todos los amantes del deporte: estos pibes van por la gloria.

Ya no está la Generación Dorada, ese venerable grupo de jugadores que nos hizo a todos, en mayor o menor medida, hinchas del básquetbol. Manu, Chapu, Scola, Fabricio Oberto, Leonardo Gutiérrez, Carlos Delfino, Juan Ignacio Pepe Sánchez, el Puma Alejandro Montecchia, el Colorado Rubén Wolkowyski, Pablo Prigioni y tantos otros nos hicieron sentir potencias en un deporte en el que hasta que ellos irrumpieron en escena con tamaña demostración de jerarquía y coraje nos limitábamos a la ensoñada admiración de los monstruos de la NBA. Hoy sólo queda Luifa, burlándose del paso del tiempo, pero surgieron los herederos de esa dinastía inolvidable para acompañarlo en una inquebrantable carrera hacia el éxito. Que no significa ser campeones del mundo, sino que se traduce ni más ni menos que en instalar la idea de que pueden serlo y que nunca van a renunciar a intentarlo.

Acaban de dejar en el camino a una Serbia que integraba junto a Estados Unidos el selecto grupo de candidatos obligados al título. Y lo hicieron con una demostración notable de capacidad para manejar los tiempos del partido. Con Campazzo diseñando los ataques, con esa llamativa aceleración para lanzarse hacia la canasta que intercala con la pausa justa para pensar qué conviene hacer en cada instante. Lúcido y lucido, el base se lleva todos los aplausos. Juega y hace jugar.

Pero por supuesto no juega solo. Es el lugarteniente de Scola, ese viejito que sigue corriendo y peleando en la zona pintada como en sus días de mayor esplendor. Porque el capitán hoy ni siquiera tiene equipo tras su paso por el Shanghai Sharks, de China, pero se preparó a conciencia para estar a la altura de las circunstancias y seguir siendo una pieza clave. ¡Si contra Serbia se despachó con 20 puntos para ser el líder de goleo del equipo! Luifa predica con el ejemplo.

También está Nicolás Laprovittola, que reparte juego junto con Facu, entendiendo tan bien cómo él lo que la Selección necesita a lo largo de los partidos. Los dos compañeros del Real Madrid aportan, por si fuera poco, lanzamiento detrás de la línea de tres puntos, un rubro en el que colabora mucho Patricio Garino, el marplatense que se va afianzando y adueñándose del puesto que dejó Chapu Nocioni tras los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. Y el Tortu Gabriel Deck se pelea con todo el mundo debajo del tablero y captura rebotes, encesta y no renuncia jamás al sacrificio.

Es un equipo en el sentido literal del término. Juegan todos para uno y uno para todos. Luca Vildoza -otro de mano caliente para sumar puntos- y Marcos Delia entran y con su contribución les brindan valiosos minutos de descanso a los titulares. Y la Oveja Hernández, sabio hacedor de esta Selección, apela igualmente a los menos experimentados como Agustín Caffaro, Nicolás Brussino, Máximo Fjellerup, Tayavek Gallizzi y Lucio Redivo como para dejar en claro que los 12 integrantes del grupo son importantes.

Scola, con 39 años, es el viejito sabio. Les lleva una década a Laprovittola (29) y Campazzo (28) y 18 al más joven del plantel (Fjellerup). Es un equipo con futuro, que en su primer Mundial está dejando una marca imborrable. Pero, fundamentalmente, es un equipo que merece que nos destrocemos las manos aplaudiéndolo.