Nuestra rueda de hámster lleva ya demasiado tiempo

¿Volveremos a tocar fondo? ¿Esta crisis será peor, igual, definitiva o sólo la que anticipe a la próxima crisis que ocurrirá más o menos dentro de una década? Para los argentinos llegar al fondo nunca está garantizado y siempre se puede caer un poco más abajo.

¿A quién habremos de culpar por este loop, por esta rueda de hamster en la que estamos metidos dese hace décadas? ¿A quién responsabilizaremos por ver la misma película una y otra vez? Veamos:

Es a nivel global que, terminada la Segunda Guerra Mundial, los Estados comienzan a intervenir cada vez más en los temas sociales. Fresca la memoria del infierno de la guerra, el mundo inicia un ciclo próspero que transforma a los famélicos de la tierra en una simpática clase media, más o menos satisfecha con los valores del Estado liberal. Sin embargo, desde las prosperidades de la primera mitad del siglo pasado, nuestra clase media en lugar de incorporar nuevos miembros a sus filas e iniciar el camino del progreso, no ha parado de decrecer y empobrecerse. No es de la semana pasada, ni de la década pasada ni de la anterior que los argentinos vivimos de crisis en crisis. Nuestra rueda de hámster lleva ya demasiado tiempo.

¿Qué cosa es lo que sí ha crecido y está pipón y rozagante? Sí señores, han acertado: el Estado.

CASI UNA RELIGION

En Argentina la desquiciada dimensión del Estado es casi una religión. Su voracidad no reconoce límites ni de espacio ni de tiempo y el sistemático delirio de grandeza del Estado Argentino llega a desbordar su propio horizonte creciendo a costa de quienes aún no han nacido y en consecuencia no han votado. En efecto, la rueda de hamster cíclicamente acumula deuda para sostener al Estado impagable. Estamos bailando sobre la futura pobreza de nuestros nietos para sostener al pipón.

No se necesita gran despliegue para comprender que somos cada vez más pobres, sin embargo, no son los económicamente más débiles de nuestro país los más beneficiados con el don distribuidor del Estado. Si miramos a nuestro alrededor, es prácticamente imposible que no tengamos algún tipo de ayuda estatal: empleo, jubilación, subsidio tarifario, subsidio de transporte, descuento, beca, moratoria, plan social. Si no somos nosotros será el vecino, la abuela, un primo, la hermanita del novio. La enorme intervención del Estado en la economía no discrimina entre quienes necesitan perentoriamente salvataje y quienes reciben sus dádivas sin padecer la menor necesidad.

Sumemos a la caridad regalona estatal a los colectivos designados como víctimas y que deben ser protegidos independientemente de su nivel de ingresos. Es posible que una persona con bajísimos ingresos no consiga turno para operarse una hernia que le impide trabajar, pero eso no impedirá que el Estado financie carísimos congresos y festejos, regale computadoras, pague los derechos del mundial de fútbol o regale implantes mamarios. No es extraño que habiendo vivido tanto tiempo bajo la dádiva estatal, sea al dios Estado al que reclamemos por cada cosa que nos pasa en la vida.

La responsabilidad individual es sustituida por la empatía; entonces el Estado no necesita racionalidad si no un buen corazón. Por eso vemos a los economistas deambular por la TV desde hace décadas explicando lo elemental: si gastás más de lo que ganás vas a quebrar una y otra vez. No importa, el Estado no escucha razones, sólo apaga incendios, toma deuda y espera el milagro. Una y otra y otra vez. 

SOCIEDAD IRRACIONAL

En una sociedad racional el Estado debe velar por las condiciones de vida de aquellos que no puedan valerse por sí mismos prestando servicios públicos. ¿Cómo financiamos esos servicios públicos? Con impuestos. O sea que toda redistribución requiere una previa confiscación que es legítima y legal dentro de un marco de Estado de Derecho, para beneficiar a quienes lo necesitan. 

Hasta acá vamos fenómeno salvo por el hecho de que para mantener los beneficios de la casta que ejerce el poder, el Estado Argentino no ha cesado de incrementar los alcances de su “capacidad redistributiva” como excusa moral para su descontrolado crecimiento.

Así que mientras consideremos que el Estado ha de proveernos todo y que todo lo puede y tomemos como natural semejante mamut adiposo como parte de nuestro destino, el Estado seguirá engordando a costa de nuestros bienes y de nuestras libertades. 

¿Y por qué hablo de libertades? Porque si miramos a la rueda de hamster con un solo ojito (el económico) nos olvidamos de otro aspecto: el regulatorio. Leyes y burocracia y oficinas y miles de escollos que limitan la vida de los ciudadanos y le impiden ejercer su función empresarial. Y no hablo sólo de grandes empresas, hablo del kiosquero, del profesor particular o del repartidos de pizza en bicicleta. El Estado resta espacio a la sociedad civil y por ende a su libertad. 

Solamente la sociedad civil puede crear riqueza, entendamos esto porque caso contrario el hamster va a tener un infarto de tanto dar vueltitas sobre lo mismo durante casi un siglo. El Estado mediante impuestos y regulaciones ha engordado hasta extremos cada vez menos soportables: trabajamos medio año para sostener el gasto público y aun así somos cada vez más pobres y no podemos parar de caer en estas crisis.

Si resulta evidente desde el sentido común que el crecimiento del Estado resta dinamismo a la economía y en consecuencia impide el crecimiento económico y empleo, no resulta tan evidente lo peor que nos pasa: Los incentivos perversos tanto económicos como morales para el futuro.

EL CRIMEN MORAL

Lo más devastador de esa la expansión es el crimen moral: crea cada vez más dependencia social y desanima a la gente a ganarse la vida independientemente. El Estado cultiva la dependencia con sus subvenciones y ayudas paternalistas que traen aparejadas, además, corrupción y clientelismo. Aunque hoy veamos la cara más brutal y sangrienta de Venezuela, lo que la condenó a su destino horrendo fue esa dependencia enquistada en su cultura política. Venezuela es un ejemplo lacerante de la expansión del Estado.

¿Volveremos a tocar fondo? ¿Esta crisis será peor, igual, definitiva o sólo la que anticipe a la próxima crisis que ocurrirá más o menos dentro de una década? Todo depende de que podamos enfrentar lo obvio.