Buena Data en La Prensa

Naturalizar la deshumanización

Por Juan Pablo Ialorenzi

Este mes se cumplió un nuevo aniversario del lanzamiento de las bombas atómicas en las ciudades niponas de Hiroshima y Nagasaki, uno de los acontecimientos más terribles en la historia de la humanidad. Este hecho dio fin a la participación del Imperio de Japón en la Segunda Guerra Mundial, siendo el último de los países beligerantes del bando del Eje. 
El siglo pasado fue en el que más se atentó contra la dignidad humana, pero no solo por la violencia física, sino también por las ideologías que surgieron y generaron nuevas formas de violencia.

TRANSFORMACIONES

El siglo XX trajo consigo una serie de transformaciones socioculturales que merecen ser mencionadas. Eric Hobsbawm, en uno de sus libros dedicados a la profundización de dicho momento histórico, explica como las grandes potencias de 1914, todas europeas, desaparecieron o quedaron reducidas a una magnitud regional o provincial, con algunas excepciones. El intento de formar una comunidad supraestatal como la UE o la ONU, fue una señal del desorden que sobrevino y la incapacidad para recomponer la situación. La expansión a América por medio de Estados Unidos, ya no con un fin colonizador, fue el modo de formar una civilización occidental, dado que el mundo eurocéntrico paso a estar en decadencia.

Una segunda transformación, aún más relevante, fue la construcción de la aldea global, concepto formulado por Marshall McLuhan para referirse a las consecuencias socioculturales de la comunicación, inmediata y mundial, de todo tipo de información. Ver y oír permanentemente personas y hechos como si se estuviera en el momento y lugar donde ocurren, revive las condiciones de vida de una pequeña aldea.
La tercera transformación, trajo cambios que poco a poco se fueron naturalizando: el individualismo y la masificación social, dos extremos que terminan por deshumanizar a la persona. 

En el siglo XX las relaciones de poder cambiaron. También la filosofía se formó en torno a la angustia y la decepción hacia el obrar humano y eliminó los valores religiosos; las dos cosmovisiones económicas más preponderantes del siglo -capitalismo y comunismo- provocaron una ruptura en las relaciones humanas, una por desinteresarse de lo social y otra por desinteresarse por la persona, lo que paulatinamente llevó a una erosión de la vinculación entre las generaciones. Ocuparse del otro pasó a ser una decisión exclusivamente personal.

DESVALORIZACION DE LA VIDA

Si hablamos de las consecuencias que trajo este siglo, en términos de política exterior podemos decir que el surgimiento de organismos internacionales como la ONU, UNICEF, UNESCO, OMS o el FMI, contribuyeron a unificar a los países (más allá de las consecuencias a largo plazo con respecto al control poblacional que ello conllevaría), pero, a su vez, organismos como la OTAN o el Pacto de Varsovia llevaron a la división de las naciones en pos de la seguridad.

Pero si hablamos de las consecuencias en el campo antropológico-filosófico, es relevante notar que los gobiernos no pudieron resistirse al ataque desmesurado hacia las demás naciones. Ya no, en un combate cuerpo a cuerpo que demoniza al enemigo, sino en uno que lo deshumaniza. 
La explosión de la bomba Little Boy en Japón no era necesaria para ganar la guerra. La utilización de armas químicas fue prohibida en 1925 por la Convención de Ginebra, pero eso no impidió que se utilizaran en la Alemania nazi, ni posteriormente en Irak. El ataque masivo alcanzó hasta a la población civil. En la guerra de 1914, por ejemplo, se intentó impedir que lleguen suministros básicos para la supervivencia de los soldados. También, la aparición de los kamikazes japoneses fue la señal de que lo que se buscaba era la victoria total, que luego se llamó rendición incondicional. 

Ataques como los de las bombas a distancia o las matanzas en masa sin contacto físico, muestran que el soldado solamente es capaz de cometer semejantes crueldades mediante un proceso ideológico de deshumanización de su víctima.

LA DESHUMANIZACION HOY

Todo análisis sobre la historia es útil en la medida que sirve para comprender y mejorar la realidad actual. Aprendimos que violar la dignidad básica del hombre no es una solución ética a los problemas políticos. Pero ¿logramos encarnarlo? Hoy estamos viviendo un momento en el cual se perdona o se ataca a un gobierno sobre la base de buenos o malos resultados en lo material. Apoyamos a tal o cual partido sin analizar si las medidas que toman respetan la dignidad del hombre. 
Los proyectos que atentan contra la igualdad de todas las personas se abren paso y parecen no tener relevancia ante los ojos de los ciudadanos. Hay gente que acepta tranquilamente lo que planeó un grupo reducido de poder que pretende imponer ideologías alejadas de las peticiones reales de la sociedad. El individualismo deshumaniza, y el individualista es ya un producto del individualismo más que un representante consciente de este.

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