El desafío de saber esperar

 

"El llanto" (Argentina, 2018). Dirección: Hernán Fernández. Guion: Franco Scappatura, H. Fernández. Fotografía y cámara: Constanza Sandoval. Arte y vestuario: Agustín Ravotti. Sonido: Julián Caparrós. Actores: Sonia Ortíz, Favia Acosta, Elías Aguirre, Eustaquio Solís y otros. Duración: 72 minutos. Clasificación: apta para todo público.

Un hombre solo que camina en la ruta barrosa. El perfil de una chica joven despertándose en lo que parece ser un humilde cuarto de una zona rural. Lo que viene describe el contexto. Ella y su rutina. Las tareas de la casa, la costura, las idas al médico que controla su embarazo. Lo sabremos porque el hombre de la ruta sería la pareja de la chica, que la llama desde donde está, un hotel en la ciudad. Poco a poco se va armando la historia de dos seres separados por la necesidad de ganarse la vida.
Día a día, las acciones se repiten. Alguna salida en camioneta con chicas que como ella no son de hablar, lecturas bíblicas en casa de una mujer evangélica y algo así, como el consuelo de saber que hay un Dios que las puede proteger de todo mal.
Afuera, la naturaleza en una mostración tan austera como lo cotidiano. Ese manto que recubre la angustia de la mirada de la chica sola frente a las velas que se prenden a la noche, rodeadas de santos y vírgenes en la mesa chica de la casa.

OTROS TIEMPOS
Filme mínimo en el conteo de situaciones básicas, de tendencia a las sombras más que a la luz, como una constante de lo que va copando la mente. Ese tipo de películas de ritmo cansino, donde las palabras se quedaron dentro de cada uno y donde todavía existen las cartas y se espera la llamada del teléfono público en el almacén del pueblo. Otros tiempos, otros espacios.
La película fue rodada en Primer Ingenio Correntino, un pueblo de la Corrientes interior, lejano y solitario, con una atmósfera que recuerda a "Sudeste", de Haroldo Conti, o algún relato de Saer.
"El llanto" es la ópera prima de Hernán Fernández, un director de poco más de treinta años. Su composición narrativa es cuidada, densa, y algún fuego exterior o la ropa secada al sol son acciones que repiten actos que nunca cambian y arman una trama tan compacta como rutinaria. Una simetría cinematográfica que puede despertar cierto tedio, sólo conmovido por un final que -también simétricamente- explica sin palabras la solidez de los sentimientos compartidos.

Calificación: Buena