Heroísmo y tragedia de la resistencia alemana

El del 20 de julio de 1944 no fue el único de los atentados contra Hitler pero sí, por mucho, el más trascendente y que estuvo a punto de lograr su objetivo.

“Hay que llevar a cabo el atentado cueste lo que cueste. Berlín tiene que prepararlo aun en el caso de que el mismo no se vea coronado por el éxito. No se trata de conseguir un objetivo práctico y sí, por el contrario, de que la resistencia alemana manifieste, ante el mundo y ante la historia, su decisión de cruzar el Rubicón. Junto a esto, todo lo demás es secundario”

El mensaje del coronel Hans-Henning von Tresckow, una de las mentes más lúcidas y osadas de la conspiración contra Hitler, y en esos momentos jefe del Estado Mayor del Grupo de Ejércitos del Centro en el Frente Oriental, fue dirigido a quien iba a organizar y ejecutar el atentado contra el Führer, el coronel conde Claus von Stauffenberg, también jefe del Estado Mayor del Ejército de Reserva, con sede en Berlin, un brillante, inteligente y culto aristócrata católico, hábil jinete y discípulo del poeta y filósofo Stefan George, que había participado en las campañas de Polonia, Francia y Africa, en el Afrika Korps, donde sufrió graves heridas de guerra y perdió la mano y el ojo derechos y dos dedos de la mano izquierda.

En su escueto dramatismo las líneas de von Tresckow ponen de manifiesto que su autorha superado lo que los historiadores alemanes luego llamaron “el dilema de la Resistencia” que radicaba en el problema de conciencia que le creaba al cuerpo de oficiales de la Wehrmacht el juramento de lealtad personal a Hitler -no a la Patria o a la Constitución- que se habían visto compelidos a prestar el 2 de Agosto de 1934 a la muerte del presidente Paul von Hindenburg y que se convertiría en un grave obstáculo de conciencia para el cuerpo de oficiales, sobre todo aquellos con altas responsabilidades de mando, que advertían que la política belicista de Hitler llevaba a Alemania y a Europa al abismo donde perdería vida cuarenta millones de personas.

El objeto de estas líneas no es el de narrar el atentado en sí, lo que ha sido expuesto en numerosos libros y films, el último de los cuales, “Operación Valkyria” es pasado frecuentemente en televisión, sino más bien sus antecedentes, el contexto interno e internacional en que se desarrolló y, sobre todo, las motivaciones profundas de los que lo llevaron a la práctica a costa de sus propias vidas.

El del 20 de julio de 1944 no fue el único de los atentados contra Hitler pero sí, por mucho, el más trascendente y que estuvo a punto de lograr su objetivo. En orden de importancia, su antecedente más lejano fue el protagonizado por el general Ludwig Beck, Jefe del Estado Mayor del Ejército,-OKH- a partir del momento que fue notificado por Hitler, en mayo de 1938, que pensaba “aniquilar a Checoslovaquia” y que debían preparar los planes para que el ataque fuera lanzado el 1ª de Octubre. Beck renunció en agosto pero su sucesor, el general Franz Halder compartía su posición.

Junto con Beck, su Estado Mayor y numerosos altos oficiales, debe citarse también en forma destacada al Almirante Wilhelm Canaris, Jefe de la Abwehr, el órgano de inteligencia militar de las Fuerzas Armadas -OKW- quien fue el primero en poner su organización y sus contactos internacionales al servicio de la conspiración.

Todos estaban firmemente convencidos que Alemania no estaba preparada en absoluto para emprender una guerra, luego de las graves restricciones que le había impuesto el Tratado de Versalles aunque las mismas habían sido de una forma u otra, parcialmente eludidas por el Comandante en Jefe de la Reichswehr, Gral. Hans von Seeckt, ya desde la década del 20 con el sorprendente concurso del Ejército Rojo luego del Tratado de Rapallo que suscribieron los dos grandes derrotados de la Gran Guerra: Alemania y la Unión Soviética, además del Imperio Austrohúngaro.

Estando convencidos que si Hitler lanzaba a sus Fuerzas Armadas a la aventura de invadir Checoslovaquia se produciría la inmediata reacción de Gran Bretaña y Francia, enviaron emisarios que se entrevistaron con importantes personalidades en el exterior destacándose las mantenidas con el sub-secretario permanente del Foreign Office, sir Robert Vansittart (un decidido adversario de la política de apaciguamiento del premier Neville Chamberlain y su Ministro de Asuntos Exteriores Lord Halifax) y con Winston Churchill, todavía fuera del gobierno, a quienes solicitaron un gesto enérgico e inequívoco para disuadir a Hitler de que estaban dispuestos a ir guerra si Alemania invadía Checoslovaquia.

Los conspiradores, mientras tanto, decidieron -si en vísperas del 1ª de octubre Hitler no cancelaba sus directivas-, realizar un coup d’etat que suponía su arresto y juzgamiento por atentar contra la seguridad de Alemania. No descartaban su eliminación física si las circunstancias lo hicieran necesario. Hitler, mientras tanto, continuó aumentando la presión sobre Checoslovaquia exigiendo la devolución de los Sudetes, un territorio de habla alemana, enclavado en territorio checoslovaco, junto a la frontera con el Reich Alemán.

Alarmados por lo que consideraron una amenaza inminente contra la paz, tanto Chamberlain como el Primer Ministro de Francia Daladier entraron en conversaciones directas con Hitler y requirieron la mediación de Mussolini que, en esos años, gozaba de un extendido prestigio entre las dirigentes de las potencias occidentales. Il Duce convocó a una Conferencia en Munich que se llevó a cabo el 30 de setiembre, un día antes que venciera el ultimátum que había dado Hitler para la invasión de Checoslovaquia, y tanto Chamberlain como Daladier decidieron aceptar las exigencias de Hitler y abandonaron a su suerte a Checoslovaquia. Es célebre la fotografía de Chamberlain regresando a Inglaterra, agitando una copia del acuerdo y expresando: “Traigo la paz para nuestro tiempo”. Once meses después comenzaría la Segunda Guerra Mundial…

El resultado de la Conferencia de Munich llevó a su cénit la popularidad de Hitler en Alemania. El mismo año, el 12 de Marzo había logrado la reunificación de Austria con el III Reich (Anschluss) y en 1936 había ocupado la zona desmilitarizada del Rhur, sin que Francia reaccionara. Los militares que habían resuelto su destitución quedaron estupefactos y sin argumentos para llevar adelante sus planes. Para ellos, la Conferencia de Munich había convencido a Hitler que sus intuiciones políticas, estratégicas y militares superaban largamente el conocimiento estrictamente militar de sus generales, a partir de lo cual se creó una nueva relación con los mismos. Hitler desplazó a los Generales Blomberg y Fritsch, hasta entonces Ministro de Guerra y Comandante en Jefe del Ejército, respectivamente, y asumió el Comando directo de la Wehrmacht -OKW- y disolvió el Ministerio de Guerra.

La resistencia a Hitler se replegó y prácticamente quedó reducida a las discusiones del llamado Círculo de Kreisau, cuyos miembros eran en su mayoría de tendencia socialcristiana, que,básicamente, giraban en torno al futuro de Alemania y Europa después de la guerra, aunque luego se fueron incorporando a la resistencia. Sus dirigentes principales eran los condes Helmut von Moltke y Peter Yorck von Waltenburg.

LA GUERRA Y LA RENDICION INCONDICIONAL

Los años posteriores vieron el desarrollo vertiginoso de la Blitzkrieg en Polonia y en Europa occidental, ocupada en su totalidad con la excepción de Gran Bretaña y la neutral España. También el norte de Africa presenció las veloces ofensivas del Mariscal Rommel y su Afrika Korps que pretendía llegar Egipto y, más todavía, seguir avanzando hasta llegar al Cáucaso y enlazar con las tropas alemanas que habían invadido el sur de Rusia. Pero las cosas comenzaron a cambiar a partir del segundo semestre de 1942: La Wehrmacht invadió Rusia el 22 de junio de 1941, en la peor decisión estratégica de Hitler -contra la opinión de muchos de sus generales más valiosos- y que le iba a costar la guerra.

Luego de un rápido avance sus tropas exhaustas tuvieron que detenerse a las puertas de Moscú y de Leningrado; atacado por Japón, Estados Unidos declaró el 8 de diciembre de 1941 la guerra a Alemania e Italia; el 31 de enero de 1943 el Sexto Ejército alemán se rendía en Stalingrado, dejando atrás 200.000 bajas y 90.000 soldados y oficiales marchando a Siberia en lo que todo el mundo percibió como el comienzo de la derrota final del III Reich. En Africa se rendían 250.000 hombres del Afrika Korps y los aliados desembarcaban en Africa del Norte para luego pasar a Sicilia y así comenzar la invasión del territorio europeo.

Hubo también dos acontecimientos que impactarían decisivamente en el desarrollo de la guerra y, particularmente, en los planes de la oposición a Hitler: la decisión de los aliados de no firmar la paz por separado con Alemania y la resolución adoptada en la Conferencia de Casablanca de sólo aceptar la unconditional surrender de Alemania, un grave error de los Aliados que fortaleció a Hitler y debilitó la posición de la resistencia.

EL NUEVO ESPIRITU DE LA RESISTENCIA

El desarrollo de la guerra no hizo más que poner de manifiesto y acentuar la abismal diferencia entre los valores que alentaban a oficiales y civiles involucrados en la oposición a Hitler y la ideología pagana y violenta del régimen nacionalsocialista. Los primeros pertenecían, en general a una posición conservadora y cristiana, tanto católicos como protestantes, y se basaban en valores tradicionales como el sentido de la responsabilidad ante Dios, el honor, la libertad y el respeto a los valores tradicionales de una Alemania culta, famosa por sus pensadores, sus músicos y sus poetas. Lo que vieron a partir de la toma del poder por Hitler fueron las leyes raciales y eugenésicas, el establecimiento de un gobierno dictatorial, el ejercicio de la violencia contra personas y organizaciones libres, la persecución de los judíos, la quema de libros que no respondían a su concepto de “cultura alemana”.

Sin embargo, lo que más impactó a los jóvenes oficiales que comenzaron la lucha en Polonia fue la acción de los Einzatsgruppen, unidades de aniquilamiento de judíos que operaban en la retaguardia de los Ejércitos alemanes que se internaban en la estepa rusa. Esta circunstancia en particular y las posteriores que se filtraban vagamente sobre campos de exterminio, indujeron un cambio en la legitimación de la resistencia: ya no eran motivos políticos o militares como en 1938, sino que asumían un fuerte compromiso ético que ganó el espíritu de los conspiradores. El párrafo del mensaje de von Tresckow con que se inician estas líneas -y el que las concluirá- son prueba de ello.

Como en 1938, la resistencia tomó contacto con el exterior, particularmente con funcionarios del Foreign Office o civiles, empresarios y eclesiásticos con llegada al gobierno inglés; con el Vaticano, a través del agente de la Abwheer Dr. Joseph Müller y con la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS, antecesora de la CIA) cuyo representante en Suiza era Allen Dulles, hermano del que luego fuera Jefe del Departamento de Estado, Foster Dulles. Tampoco en esta oportunidad esos contactos dieron resultado.

EL ATENTADO Y SU FRACASO

En este contexto el conde Stauffenberg-en su doble carácter de responsable de realizar el atentado y, luego de regresar a Berlin, liderar el golpe- y su grupo deciden actuar en el Cuartel General de Hitler en Rastenburg, Prusia Oriental (hoy en poder de Rusia).

La bomba estalla pero Hitler no muere, lo que era condición para el golpe que se llevaría a cabo bajo el disfraz de la Operación Valkyria. Luego de unas pocas horas de confusión el golpe fracasa en Berlín y también en París, -donde los líderes del Partido, de las SS y de la Gestapo habían sido detenidos por las fuerzas del Ejército-. Stauffenberg y sus camaradas el general Olbricht, el coronel Mertz von Quirnheim y su asistente el Teniente von Haeften son fusilados minutos después de la medianoche bajo los faros de vehículos en el patio del edificio del Estado Mayor del Ejército de Reserva (sitio donde hoy se los conmemora con una gran corona de bronce), y la Gestapo comienza una cacería implacable en búsqueda de todos los cómplices o de personas vinculadas de cualquier manera con los conspiradores.

Se suicidan los mariscales de campo Rommel (éste vinculado sólo periféricamente con la conspiración) y Kluge -este último a cargo de la defensa en el Oeste-,el general Stülpnagel, comandante en Jefe de las fuerzas de ocupación de París, el general Ludwig Beck y Henning von Tresckow, entre otros y son sometidos al juicio del Tribunal del Pueblo, a cargo del infame juez Roland Freisler, que dicta, en medio de gritos e insultos, invariables condenas a muerte por ahorcamiento -que fueron filmadas y enviadas a Hitler- a los principales actores de la conspiración: Mariscal de Campo von Witzleben, el Aalmirante Canaris, su segundo el Coronel Hans Oster, los Generales Hoepner, Stieff y Hasse, el abogado y conde Peter Yorck von Wartenburg, conde von der Schulenburg, conde Schwerin von Schwanenfeld el diplomático Adam von Trott zu Solz, el jefe de la Policía de Berlín Conde Helldorf, el pastor Dietrich Bonhoeffer y centenares más entre los que se contaba el hermano de Stauffenberg, Berthold von Stauffenberg. Se calcula que 5.000 personas fueron detenidas e interrogadas y 200 fueron ejecutadas casi hasta el último día de guerra.

 

CONCLUSION

Después del atentado el mismo fue considerado por una gran mayoría un acto de Alta Traición -algo previsto y aceptado por sus autores- ejecutado en plena guerra. Pero en los años que siguieron a la finalización de la misma se lo ha comprendido en su hondo significado de sacrificio, de reivindicación de los valores fundamentales de Alemania y es objeto de celebración oficial en lo que fuera la sede del Ejército de Reserva, cuya calle de acceso ha sido rebautizada como Stauffenbergstrasse.


No obstante el fracaso del atentado, sus autores murieron con el convencimiento de haber cumplido con su deber de conciencia con Dios, consigo mismos y con Alemania y una nueva Europa. Hoy, la Bundeswehr de la República Federal Alemana, está fundada sobre los principios que inspiraron la Resistencia y el atentado del 20 de Julio cuyo espíritu se resume en las siguientes palabras de Henning von Tresckow pocas horas antes de poner fin a su vida:

“Considero a Hitler no sólo el enemigo encarnizado de Alemania, sino también el enemigo encarnizado de todo el orbe. Cuando, dentro de pocas horas, comparezca ante el tribunal de Dios para dar cuenta de la licitud de mis acciones y omisiones, creo que podré aducir a mi favor, con buena conciencia, lo hecho por mí en la lucha contra Hitler. Si, antaño, Dios prometió a Abraham que no castigaría a Sodoma si en dicha ciudad se encontrasen diez hombres justos, entonces confío en que Dios, en virtud de nuestras acciones, no aniquile a Alemania. Nadie de nosotros puede quejarse de la muerte que le espera. Todos aquellos que se incorporaron a nuestras filas, al hacerlo se revistieron de la túnica de Neso. La moral de un hombre se mide por la disposición a sacrificar su vida en aras de sus convicciones".