Al rescate del querido oficio de librero

Ricardo Báez desarrolla un trabajo en el que comenzó hace más de 30 años cuando fue a vender sus primeros libros al Parque Rivadavia. Dueño hoy de una librería de usados en la zona de Flores cuenta los cambios que lo llevaron a dejar la feria de Caballito. Define los distintos comercios que hay en el rubro y dice cuáles son los autores más vendidos.

Ricardo Báez va de un lado al otro de su negocio. Sabe moverse por cada rincón de la librería de compra y venta que posee en Boyacá 1538, en una suerte de triple frontera barrial entre Flores, Paternal y Villa General Mitre.

Entran dos perros y se ponen a hurgar entre los estantes. Ricardo cuenta que son de una clienta que le dijo que no iban a romper nada y que así se comportan siempre. Otra persona le consulta si aún compran diccionarios enciclopédicos, y Báez le responde que ya no, en estos tiempos en que el buscador de Google acabó con la venta de este tipo de ejemplares.

Pero aunque las nuevas tecnologías parecen haber avanzado sobre ciertas formas de escritura y lectura, aún son muchos los que eligen el placer de leer un libro en formato papel. Y para asesorarlos, ayudarlos, están personas como Báez, que con pasión ejercen desde hace más de treinta años el oficio de librero.
Cuenta Ricardo a La Prensa que su pasión como lector empezó de chico.

"Era lector pero a su vez coleccionista. Había coleccionado con mucha devoción sobre historia de Buenos Aires. Pero luego sentí que era un tema menor frente a la problemática de la nacionalidad, el conocimiento de lo que es una cultura nacional".

Fue así como se acercó hasta el Parque Rivadavia, donde aún está la feria de libros, para vender los suyos. "Yo no pensaba ser librero, tenía otra aspiración profesional que era el turismo. Vi que el único lugar donde se podían vender por mi cuenta los libros era el Parque Rivadavia. Y ocurrió que para mi sorpresa, y así fue como nació mi vocación de librero, es que así como había gente como yo que en ese momento se ponía con una alfombrita a vender los libros, había otros que venían también con sus libros pero no a vendérselos al público pasante sino directamente te lo ofrecían a vos que estabas a su vez en plan de vender tus libros".

- Una suerte de canje

- Había una tradición de canje pero en el 88 cuando voy yo ya no quedaba mucho, eso se dio más en los 60, los 70. Esa feria con sus más o sus menos, expulsiones, había comenzado a fines de los 50. Tuvo varios desenlaces fatales. Uno fue en la época de Onganía donde se dispuso canje y nada más y hubo otra al mes que asumió Alfonsin, cuando se pasó a vender de todo. En enero del 84 entonces expulsaron a muchos, hubo una eclosión del espacio público. Cuando llego en el 88 es cuando de golpe se está rearmando la feria sin ninguna directiva del gobierno de turno, sino que simplemente se autogestionan de acuerdo a los rubros. Se venden discos, revistas, libros y no más.

- Se volvió a lo tradicional de la feria

- Claro, y ahí empieza mi vocación de librero. Con la idea de ir a vender mis libros descubrí mi primer fuente de libros para darle una continuidad.

- ¿Después ya instala un puesto en Parque Rivadavia?

- Sí, estuve por 15 años. Pero no me fui por voluntad propia sino porque se iba a reformar el parque en tiempos de Aníbal Ibarra, y como era autogestionada la feria, cada uno tenía su tamaño de puesto de acuerdo a la cantidad de libros que tenía cada librero. Yo era uno de los que tenía más superficie, la municipalidad entra en el terreno para reformular los espacios del parque. Y aplica una vieja ordenanza que señalaba que cada puesto debía ser de 3 metros por 1,20, a mi ya no me alcanzaba. Después aparece la irrupción de lo ilegal, el mp3, los programas de computación. La ordenanza decía feria de libros, revistas y afines. Bajo esa cobertura la corrupción del momento permitió vender todas estas cosas. Esto terminó matando la feria de libros, porque hizo que los puestos de libros que quedaran se uniformaran. Al no ser todos puestos de libros auténticos sino que lo usaban de fachada para vender estas copias en CD, se cayó. Hasta ese momento la feria era una feria de buscas. Los puestos vendían los fines de semana y en la semana se salía a buscar material. Los coleccionistas venían los domingos, porque se conseguían cosas muy buenas. Pero la municipalidad al no regular esto y tolerando, aunque hubo controles, la venta de copias y programas la desvirtuó. Le pagaban al librero más de lo que sacaba por mes y le dejaban el puesto libre para poner negocio de cd"s, computación. Esto hizo que la mayoría de los libreros lo alquilaran y los demás se fueron, y muchos coleccionista dejaron de ir, y quienes quisieron seguir vendiendo libros con menos flujo de gente, hubo controles. Se pasó al libro genérico y le quitó personalidad a la feria. Así de cien puestos pasaron a quedar la mitad con un 80 por ciento de libros más comunes. Para los coleccionistas quedó un mercado muy reducido. Yo traté de quedarme con esa línea, pero finalmente me fui y abrí la librería El Gaucho, acá en Boyacá.

- ¿Y cómo define a su librería?

- Está dentro de lo que puedo definir dentro de las cinco tipos de librerías, que entiendo son las que hay. Está la librería de carácter técnico, que son las que se ponen dentro o alrededor de una facultad que le toque. Por ejemplo la mayoría de las librerías especializadas en medicina están cerca de esa facultad. Después están las librerías de novedades que son las que en los tiempos actuales estarían vendiendo los títulos nuevos, que salen. Estas suelen ser las más despersonalizadas porque prácticamente el material que reciben está dado por la editorial que te da un crédito. Es decir los libros que te ofrecen se dan en consignación. Son para mi gusto las que menos me atraen porque no manejás la librería, el flujo y los libros está manejado en parte por la editorial que te concede la consignación. El tercer rubro son las librerías de saldos que se instalan en lugares de intensa circulación de gente, que acá se dan en la ciudad de Buenos Aires entre Callao y 9 de Julio, y ahora se extendió después de varias décadas a Riobamba. Y también hay en Avenida de Mayo. Por Corrientes hacia el bajo se intentaron poner algunas pero siempre fracasaron. Una cuarta categoría son las librerías anticuarias, que suelen ser librerías chiquitas, puestas con cierto lujo. Tienen libros del siglo XVII, XVIII y XIX hasta del XVI y suelen estar no en negocios a la calle sino en oficinas. Ha habido varias famosas como la Librería del Plata, la Librería Henschel, la Librería del Valle. Y después está la librería de usados o de viejo que es en la que yo encajo

- ¿Y que características tiene la librería de usados?

- El material que ofrece lo provee gente que te puede ofrecer libros de cualquier lado. Lo que tienen estas librerías para mi gusto es que no sabés que libros vas a comprar mañana. A veces la gente me pregunta por un libro que no tengo, y me dice ¿se podrá conseguir? Y en realidad yo no se que voy a conseguir mañana. 

- ¿Y que clase de libros ofrecen?

- Nuestro fuerte son libros de historia argentina, de arte, filosofía, literatura, sobre todo los clásicos contemporáneos, no tanto de los últimos diez años, esos me aparecen más con cuentagotas. De literatura contemporánea te puedo nombrar a Fontanarrosa, Borges, Cortázar, Bioy Casares. Después extranjeros como Bolaño. También clásicos como Dostoievski, Victor Hugo, Shakespeare, Cervantes. Después tenemos libros raros. La librería de viejos a veces roza el límite con la librería de anticuarios. El libro más antiguo que tengo es de 1649. Es un libro que se llama Diccionario de lenguas hebraicas.

- ¿En estos años recuerda algún libro o libros que se haya vendido mucho?

- Acá está muy repartido. Pero pondría en primer lugar literatura, Borges con Ficciones, Rayuela de Cortázar. Después están los que no se consiguen pero cuando están se venden rápido, por ejemplo Yupanqui con sus libros como Piedra Sola. El que viene acá es un lector en serio, sabe que el libro está agotado, uno lo tiene y si el precio le cierra la oportunidad es en ese momento. Y muchos vienen a la caza de esa oportunidad. En literatura extranjera, el chileno Roberto Bolaño, Paul Auster, poetas como Rimbaud, Mallarmé. En poesía argentina sale mucho Gelman, el mismo Borges, Pizarnik cuando se consigue, Alfonsina Storni. En poesía queda muy claro los primeros

- ¿Que debe tener un buen librero?

- El público de este tipo de librerías no quiere que solo te limites a despachar. Está el que compra rápido y se establece una comunicación a partir del libro que compró. Y algunos piden asesoramiento. Capaz está haciendo una tesis de tal cosa o es un estudiante. Y a veces lo ayudas con información indirecta. Capaz viene alguien y te dice "estoy investigando sobre los primeros ingenieros argentinos", la obra que desarrollaron en el país. Y tengo un dato, que el primer ingeniero argentino fue Huergo. Entonces le digo se donde te pueden responder esto: en la biblioteca de la sociedad científica argentina, que está en Santa Fe, casi 9 de julio. Le das continuidad a su inquietud. A veces hay libros que no tenés, pero es difícil que uno se quede sin darle nada, trata de ayudar.

UN RECLAMO

El librero, durante la entrevista, hace un reclamo a partir de una situación que le sucede a diario. "Es muy común que me llame gente por teléfono y me diga: ¿vende repuestos de hojas de oficio? ¿Tiene formulario 08, lapiceras, cargan sube? Báez dice que esto pasa porque donde se venden productos de oficina o escolares también se la llama librería. La municipalidad tiene el item librería, papelería y juguetería como si fuera un todo, pero la mayoría no vende libros. ¿Por qué no buscan un nombre propio a su actividad que es material de oficina y escolar, y nos dejan la palabra librería para quienes realmente vendemos libros?", expresa.