Claves de la República

¿Hay vida a la derecha del PRO?

Ninguna de las dos mayores fuerzas políticas que aparecen disputándose la Presidencia pueden garantizar una sólida gobernabilidad. Frente a las tendencias de disgregación que ya existen forjar un principio de agregación, un punto de coagulación política resultaría imperativo. Y semejante empresa es difícil concebirla sin la Derecha.

El sistema legal de selección de candidatos establecido en la pasada década contiene un serie de vicios: el más obvio de ellos, el de convertir en obligatoria una elección interna, forzándonos a todos los ciudadanos a tomar parte en las querellas intestinas de un partido a lo que en muchísimos casos no nos mueve el interés ni la afinidad.

Otro, el de producir una carga más para nuestro agobiado gasto público a través del dispendio generado por estos comicios, cuya responsabilidad hubiese debido corresponder a cada partido y no al Estado. En el fondo, una y otra desviación nacen de considerar a las agrupaciones políticas como una suerte de órgano del Estado, consideración muy congruente con el sesgo estatista que ha ido caracterizando cada vez con mayor nitidez a la democracia argentina.

Esto, dicho y mantenido, cabe reconocer un aspecto de utilidad al régimen establecido. Me refiero a la posibilidad de graduar prudencial y tácticamente el propio voto a través de la sucesión de etapas comiciales: P.A.S.O., elección general de primera vuelta y eventual ballotage.

La inclinación natural por determinada candidatura puede ser combinada con las oportunidades reales de la misma en función de la situación de la oferta electoral en las distintas instancias.
En esta perspectiva, la salud de una democracia potencialmente alternante requiere de la presencia efectiva de las diversas culturas políticas en la elección general, y el propósito de la ley ha sido el de filtrar esta presencia a través del requerimiento de un mínimo del 1,5% de los votos emitidos en la consulta preliminar.

La jornada que se nos presenta dentro de pocas semanas sería, pues, la ocasión para volver a situar a la derecha en un escenario público competitivo, del que desapareció hace décadas (vid. al respecto La deserción de la Derecha. La Prensa, 19 febrero de 2019).

Pero, se preguntarán algunos, ¿ese sitio no está precisamente ocupado por el PRO? Así lo aseguran sus enemigos, además de algunas expresiones de la prensa internacional. Y, sin embargo, ¿se puede calificar como derecha a una fuerza política que ha aumentado la ya insoportable carga impositiva que agobia al sector privado del país? ¿A la que ha conducido al aumento del asistencialismo y la disminución del empleo genuino? ¿A la que mantiene los medios estatales de comunicación sometidos a los lineamientos de la intelligentsia gramsciana? ¿A la que tomó la iniciativa de abrir la discusión sobre el aborto? Last, but not least, ¿a la que se apresura a cumplir con todos los requerimientos de la agenda LGBTQ e impregna con la ideología de género los contenidos de la educación sexual?

ORTODOXIA PUBLICA
No ignoramos la presencia de dirigentes de orientación moderada o conservadora en las filas del actual partido de gobierno. De lo que dudamos es de su capacidad, o su voluntad, de resistir a una ortodoxia pública que sigue siendo agresivamente progresista. Mirado en su conjunto, el PRO se asemeja demasiado a aquellos partidos de centroderecha que en las décadas de posguerra, en Europa y en Estados Unidos, cultivaron el seguidismo respecto de una agenda ideológica cuya iniciativa invariablemente retenía el adversario. Los me-tooers se los llamó, y el rasgo dominante de la situación presente radica en que tales actores han sido barridos por los representantes de una derecha desacomplejada, que se desempeña con audacia dentro del marco de la democracia competitiva: Trump, Bolsonaro, Salvini, Orban son, entre otros, los nombres del cambio.

Cuando Ronald Reagan inició su carrera hacia la Presidencia, allá por la década del 70, la abrumadora mayoría de los analistas descartaba de plano sus posibilidades, considerándolo demasiado excéntrico respecto de las posiciones por entonces políticamente correctas. En 1980 fue electo para Casa Blanca y cuatro años más tarde reelecto, esta vez con una diferencia de votos que Time denominó landslide (avalancha), acumulando el 60% del sufragio popular.

Algunos de los politólogos más lúcidos advirtieron que el éxito de Reagan había consistido básicamente en reunir y sintetizar a las tres derechas preexistentes y hasta entonces desconectadas: la derecha fiscal, preocupada centralmente por reducir los impuestos; la derecha de la seguridad nacional, atenta especialmente a la vulnerabilidad externa e interna; y la derecha moral-cultural, que no aceptaba el vía libre judicial al aborto ni la permisividad en materia de drogas. 
Apoyado en estas variadas demandas sociales, en lugar de hacerlo en la temática instalada por los medios, Reagan había cambiado la agenda.

FRUSTRADAS
Estas tres derechas están latentes en la sociedad argentina. Y todas ellas se encuentran frustradas o desencantadas con las opciones en el cuarto oscuro. ¿Quiénes pueden ampliar drásticamente tales opciones? Las figuras que hasta hoy han comenzado a emerger son las de José Luís Espert y Juan José Gómez Centurión. El primero de ellos tiene la ventaja de un mayor conocimiento público debido a su previo posicionamiento mediático. El segundo, todavía poco conocido, potencialmente podría tener un techo más alto por su capacidad de dar respuesta a demandas extraeconómicas. En cualquier caso, diputados por ellos patrocinados devolverían a la derecha argentina una presencia pública que el reequilibramiento de nuestro sistema político está pidiendo a gritos. Y son las P.A.S.O. las que pueden abrir el camino.

Finalmente, debemos tener en cuenta que ninguna de las dos mayores fuerzas políticas que aparecen disputándose la Presidencia pueden garantizar una sólida gobernabiidad. Frente a las tendencias de disgregación que ya existen, pero que pueden acentuarse, forjar un principio de agregación, un punto de coagulación política resultaría imperativo. Y semejante empresa es difícil concebirla sin la Derecha.

* Profesor emerito, Universidad Católica Argentina. Fue decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UCA de La Plata.