Novedosa, la "Misa Glagolítica"

Con Carlos Vieu, la Orquesta Sinfónica y el Coro Nacionales

Bruno Videla: Danza salvaje, opus 26; Barber: Toccata festiva, para órgano y orquesta, opus 36; Janácek: "Misa Glagolítica", para solistas, doble coro, órgano y orquesta. Por: Mónica Ferracani (soprano), Florencia Machado (mezzo), Enrique Folger (tenor), Mario De Salvo (bajo barítono), Sebastián Achenbach (órgano), Coro Polifónico (dir.: Raúl Domínguez) y Orquesta Sinfónica Nacionales (dir.: Carlos Vieu). El miércoles 22, en el CCK.


El ciclo de la Orquesta Sinfónica Nacional es, desde ya, doblemente meritorio. Por un lado, debido a la calidad del conjunto, que a partir del anodino amesetamiento de unos años atrás, pudo salir y fue elevando progresivamente su nivel hasta alcanzar un rango actual de primera magnitud. Por otro, y esto aparece esencial en orden a la difusión de la cultura musical, en cuanto sus sesiones, de acceso absolutamente gratuito, son seguidas por un público muy numeroso y entusiasta, lo que pese a las continuas dificultades que las autoridades le provocan a la entidad, cumplimenta cabalmente la misión insoslayable del Estado en este ámbito.

En este marco, cabe apuntar que nuestro gran organismo federal, bajo la dirección de Carlos Vieu, brindó el miércoles en el ex Palacio de Correos un concierto fundamentalmente caracterizado por la novedad del programa. La velada comenzó con la "Danza Salvaje", de Lucio Bruno Videla, creación de lujoso colorido, en la cual nuestro compatriota se maneja con una rítmica casi siempre pertinaz, giros rapsódicos, amplio espectro de percusión y una orquestación de rica variedad (que incluye contracantos de saxofón y guitarra eléctrica); se trata, en síntesis, de una pieza de atrayentes ideas y originalidad.

Le tocó luego el turno a la "Toccata festiva" para órgano y orquesta (1960), que Samuel Barber (1910-1981) compuso por encargo de Eugen Ormandy y la Orquesta de Philadelphia, se dice que pensando en E. Power Biggs, aunque la estrenó en el teclado Paul Callaway. Desarrollada en un único movimiento, de curso sumamente ecléctico y alrededor de un cuarto de hora de duración, personal por donde se la mire, la obra fue traducida por el maestro con esbeltas líneas melódicas y amable rigor y claroscuros.

Como solista se desempeñó Sebastián Achenbach, músico porteño discípulo de Luis Caparra, radicado por años en Francia pero ya de retorno en nuestro medio, quien acreditó excelente ductilidad en el toque, pulsación y manejo de los distintos registros de su instrumento. Con todo siempre bajo control, sus pianísimos fueron de honda sugestión; los fortes, remarcables en su imponente vuelo.

LEOS JANACEK

El plato fuerte de la noche era, de todos modos, la "Misa Glagolítica" (1927), trabajo de ejecución bien compleja, infrecuente entre nosotros, especialmente potenciado en Gran Bretaña y la República Checa. Decididamente extraña, habida cuenta que su sentido litúrgico se exhibe por lo general agresivo, de contrastes fuertes, su escritura se inserta en un marco de armonías modernas, plenas de cromatismo.
Alejada del perfil bohemio-romántico de Dvorák y de Smetana, y llamada así por un alfabeto eslavo anterior al cirílico, la Misa de Leos Janácek exhibe notable originalidad tímbrica (con especial hincapié en bronces y bajos), y su sello, carente por lo general de aura mística, es de expresión casi siempre cruda, de un ritualismo pagano antes que religioso (su autor era ateo y la composición fue pensada originariamente para una boda).

En la interpretación de la "Msa Glagolskaja", el Coro Polifónico Nacional, preparado por Raúl Domínguez, desplegó una labor absolutamente espléndida en todas sus comprometidas facetas, al tiempo que el maestro Vieu mostró pulcritud, seguridad y comunicatividad en la concertación.

En cuanto a los solistas (Enrique Folger, Mario De Salvo y Florencia Machado), todos ellos exhibieron voces bien armadas, pero la más destacada fue, sin duda, Mónica Ferracani, debido a la pureza y color de su metal.

Calificación: Muy bueno