Tigre está en carrera para la Libertadores, pero la gran ganadora resultó la AFA

La Conmebol finalmente confirmó que el equipo de Victoria podrá participar de esa competición el año próximo, en caso de quedarse con la Copa Superliga. Antes de esa decisión se jugó el partido de la rosca política, ése que tanto fascina a los dirigentes.

Nunca antes un equipo descendido se transformó en el centro del debate futbolero nacional e internacional. Pocas veces se vio un caso en el que los dirigentes expusieron con tanta nitidez su facilidad y descaro para llevar agua para su molino. Como siempre, quedó al descubierto la fragilidad con la que está diseñada la organización de los torneos en la Argentina.

La Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) ratificó ayer que Tigre –el equipo descendido- estará habilitado para disputar la próxima edición de la Copa Libertadores de América en caso de que obtenga la Copa Superliga, el certamen de relleno armado para disimular la sinrazón de un calendario local al que le sobran fechas porque se sigue pagando el costo del último capricho del eterno presidente de la AFA, Julio Grondona, antes de morir: haber creado un torneo de 30 participantes.

El Matador de Victoria perdió la categoría después de haber protagonizado una excelente remontada en el final de la pasada Superliga, que coincidió con la llegada de Néstor Gorosito a la dirección técnica. Pipo hizo que un conjunto que estaba casi condenado a despedirse de la Primera División resucitara y no sólo cosechara notables resultados, sino que, en una situación poco común en estas latitudes, desplegó un juego digno del aplauso. La productiva y por momentos brillante actuación de Tigre no bastó para impedir la pérdida de categoría: le faltó apenas un par de puntos para forzar un desempate con Patronato.

A pesar de no haber cumplido el quimérico objetivo de gambetear el descenso, el equipo se ganó el reconocimiento de todos porque no es común que en este deporte en el que los amarretes se jactan de tener la fórmula del éxito aparezca un equipo que lucha contra un destino aciago atacando siempre y tratando la pelota con cariño y fina atención.

El problema, porque en la Argentina siempre hay un problema, surgió cuando se anunció la creación de la Copa Superliga, el torneo ideado por la Superliga Argentina de Fútbol (SAF) -la encargada de organizar la competencia futbolística en estas tierras-, y se indicó que hasta aquellos que en la próxima temporada debían intervenir en el campeonato de la Primera B Nacional participarían de la flamante competición.

Como la Copa Superliga, un parche absurdo en un fútbol hecho pedazos, le otorga a su ganador un pasaje a la Copa Libertadores de 2020 y al segundo un cupo en la Sudamericana del año próximo, empezó a instalarse la duda respecto de qué pasaría si un equipo descendido ocupara alguno de los dos primeros puestos. La improvisación permanente suele generar interrogantes difíciles de dilucidar, pero se podía patear la pelota afuera –costumbre muy típica en estos lares- suponiendo que difícilmente podía darse que San Martín de San Juan, Tigre, Belgrano y San Martín de Tucumán tuvieran la fortuna de llegar a las instancias decisivas.

La cuestión es que Tigre siguió desplegando el mismo juego efectivo y lucido en iguales proporciones que en la Superliga y con el 5-0 sobre Atlético Tucumán en el duelo de ida por las semifinales, instaló la semilla de la preocupación. El Matador se había clasificado a la Sudamericana 2020 por mérito deportivo, pero lo desplazaron de esa competición con el argumento de que un descendido no podía intervenir en certámenes internacionales. La plaza se le cedió a Huracán, el que lo seguía en la tabla de posiciones.

Tanto se había insistido con que el gancho de la Copa Superliga iba a ser acceder a la próxima Libertadores, que rápidamente se dijo que Tigre, en caso de ser campeón, tendría el derecho de disputar la principal competencia de clubes en esta parte del continente. No parecía haber dudas al respecto…

Bastó con que la Conmebol diera a conocer un comunicado para que todo explotara en mil pedazos. Desde Asunción del Paraguay se anunció que únicamente estarían habilitados a intervenir en las copas equipos que pertenezcan a la división superior de cada país miembro de la entidad sudamericana. Eso excluía claramente a Tigre. Y entonces se inició el juego de influencias, traiciones y la tan mentada rosca que fascina a los dirigentes.

La Superliga tomó la palabra para dejar en claro que estaba acordado que el campeón de la Copa Superliga tendría garantizado el pasaporte a la Libertadores. La AFA, que olió sangre y vio la oportunidad de hacer de las suyas, sorprendió con una notificación que establecía que la nueva creación de la SAF no había sido aprobada por el Comité Ejecutivo de la entidad presidida por Claudio Chiqui Tapia y que por lo tanto no se reconocería la clasificación de su campeón a los torneos de la Conmebol.

Esta maniobra constituía otro capítulo de una lenta pero sostenida estrategia de la AFA para recuperar el control del fútbol grande de la Argentina. A los dirigentes de Primera División no les cayeron bien los fallos que imponían descuentos de puntos a San Lorenzo y Huracán por no haber cumplido el pomposamente establecido fair play financiero. Por más que todos habían firmado un convenio según el cual respetarían el compromiso de ser responsables con las cuentas, en el fondo lo único que pretendían era asegurarse un importante flujo de dinero a través del contrato televisivo suscripto por SAF con las empresas Turner y Fox.

Ningún directivo imaginaba que se concretarían los descuentos. Entonces, por lo bajo, intentaron cobijarse en el paraguas protector de la AFA, que de buen grado aceptó esta jugada y deslizó que bajo su mandato no se habrían tomado tales determinaciones. La Superliga no quedaba bien parada que digamos…

Así y todo, la SAF siguió adelante y cuando surgió el affaire Tigre-Conmebol dejó en claro que la AFA y la Conmebol no habían expuesto objeciones a la clasificación de ninguno de los participantes de la Copa Superliga a la Libertadores 2020.

La voz de la SAF no se escuchó en Asunción y tampoco en la calle Viamonte, donde optaron por hacer de cuenta que nada había pasado. La AFA, en cambio, prefirió enfundarse el traje de salvadora de los clubes argentinos y se puso al frente de las gestiones para permitir que Tigre tuviera el premio que merecía en caso de ganar la Copa Superliga.

La ambición de protagonismo de la AFA tiene su lógica. El manejo profesionalizado de la competición local a través del surgimiento de la Superliga le dio un fuerte impulso a la economía de los clubes y permitió el surgimiento de negocios impensados en los viejos tiempos.

Si se toman en cuenta las dos temporadas en las que los torneos estuvieron bajo la órbita de la SAF los equipos de Primera hicieron un muy buen negocio. Para empezar, en un contexto de país jaqueado por los vaivenes de la economía, los clubes no perdieron en la desigual batalla contra la inflación (45% interanual) y hasta salieron inmunes de la devaluación del 53% del peso frente al dólar. Sumando las utilidades nacidas por el ojo clínico de los responsables de la SAF para los negocios, las entidades le ganaron por diez puntos porcentuales a la inflación y por dos al incremento del valor de la moneda estadounidense. Teniendo en cuenta la temporada que está próxima a cerrarse, la 2018-19, percibieron 4.260 millones de pesos, un 53% más que en la campaña 2017-18 (3.054 millones). A esa cifra se llega considerando 3.700 millones en concepto de derechos audiovisuales y 560 millones por sponsoreo.

También crecieron las cifras en otros rubros que el fútbol argentino fue conociendo en el pasado reciente y que son mucho más comunes en las principales ligas del mundo. En ítems como la publicidad y el marketing el negocio creció un 700%, lo que hace posibles que los 26 protagonistas del certamen de Primera embolsen 20,6 millones de pesos. Por simple comparación se hace evidente el impacto: en la temporada 2017-18 sólo percibieron el 10% de esa cifra. Se pasó de tres patrocinantes (Quilmes, Comafi y Stihl a 16, de los cuales diez son empresas globales como McDonald´s, Cabify y Red Bull.

Hasta la Copa Superliga, la competencia que cubre un bache inmenso en el calendario, resulta un buen negocio para sus participantes, urgidos de fondos para pagar sueldos y contratos en un período sin actividad oficial por el paréntesis entre el cierra de la Superliga y la disputa de la Copa América, de Brasil. Casi tres meses perdidos se convirtieron en una oportunidad de recibir 3.600.000 pesos sólo por intervenir en ella y 18 millones de pesos en total para el equipo que se quede con el título. Los números gobiernan al mundo y tientan a la AFA…

Durante muchos años Grondona manejó a su antojo el fútbol local y sudamericano. Y por supuesto su palabra era respetada también en la FIFA. Al fin de cuentas, quienes conducen hoy la AFA son de alguna manera continuadores de la gestión de Don Julio y conocen a la perfección su manual de procedimientos para este tipo de situaciones.

Con sus cercanos contactos con la Conmebol, la AFA de Chiqui Tapia logró un rápido entendimiento con los dirigentes sudamericanos y santo remedio: Tigre podría jugar la Libertadores y recién en 2021 se excluiría a aquellos equipos que hayan perdido la categoría y que igualmente hayan accedido a algunas de las competencias internacionales.

La AFA sale como la gran ganadora de este conflicto en el que el único vencedor debería ser Tigre, siempre y cuando sea campeón de la Copa Superliga, claro. Pero en la calle Viamonte se anotaron un poroto en su cruzada para recuperar el control de la Primera División y todos los negocios que perdieron cuando nació la Superliga como una herramienta para borrar tantos años desmanejos y desprolijidades. Porque de todos modos, el fútbol argentino sigue siendo desprolijo y funciona a pedir de los vivos.