Rebeldía que no pasa de moda

A 52 años de su estreno, "Hair" mantiene vigente su mensaje.

 

"Hair", de Gerome Ragni, James Rado y Galt MacDermot. Adaptación, dirección y puesta en escena: Pablo Gorlero. Arreglos y dirección musical: Juan Ignacio López. Vestuario: Renata Schussheim. Escenografía: Magalí Acha. Iluminación: Gonzalo Córdova. Coreografía: Verónica Pecollo. Actores: Agustín Iannone, Diego Rodríguez, Belén Ucar, Nicolás Cúcaro, Mariel Percossi, Julián Rubino y elenco. En la Ciudad Cultural Konex.


Hace 52 años, en el off Broadway, se estrenaba la proto versión de un musical que cambiaría radicalmente el género. Con rock, droga y bailes, una tribu hippie venía a decir(nos) que estaba en contra de la Guerra de Vietnam -en realidad, de todas las guerras- y que mejor hiciéramos el amor. Con una canción imbatible como "Acuario", a la que luego se agregaría el hit "Deja que entre el sol" en su estreno oficial en el Biltmore Theater, "Hair" y sus jóvenes peludos daban cuenta de algo que ocurría en las calles de Nueva York y en tantas otras ciudades del mundo -aquí se estrenó en 1971-.

Rebeldía, necesidad de cambiar todo, de oponerse al mundo adulto opresor. Esa energía todavía hoy, más de cinco décadas después, sigue haciendo olas. Ahí están esos hippies, rememorados, recordados, algo remasterizados, en la bien porteña Ciudad Cultural Konex.

La primera pregunta que surge en cualquier conversación sobre "Hair" es si sigue actual, vigente. Difícil contestarla. Si nos atenemos al mensaje pacifista, por supuesto que sí. Guerras hubo, hay y lamentablemente habrá. No sólo el mensaje de peace and love es actual, sino pertinente y necesario. Sin embargo, algo de lo que pasa en el escenario quedó un poco en la historia y ver lo que ocurre resultaría sorprendente si no se tuvieran en cuenta otros exponentes del género que han pasado a través de los años y que fueron actualizando estéticas, maneras y ritmos. Por citar algunos ejemplos de miradas sobre el mundo adulto que hostiga pueden citarse "Despertar de primavera" o "Casi normales", dos excelentes obras musicales que rodean temas parecidos.

AQUELLOS AÑOS

Drogas -exagerando- ya consumió casi todo el mundo, el amor libre dejó de ser un tabú y el hippismo como movimiento, salvo honrosas excepciones, fue cooptado por el sistema. Por supuesto que la homofobia y el racismo gozan de buena salud, pero están claramente desprestigiados en gran medida por la corrección política. Es decir: vivimos en una época bastante diferente a la de fines de los sesenta y, como resultado, gran parte de la treintena de canciones que suenan en aproximadamente dos horas de presentación hablan de cosas felizmente superadas.

Pero algo de lo que les sucede a estos jóvenes sirve sí para hacer un viaje hacia aquellos años y ver cómo era la situación por entonces. Convenientemente, la acción está anclada en 1968. Dicho esto, hay cierta redundancia en las canciones, a los casi treinta personajes les ocurren cosas bastante parecidas y, como consecuencia, una mayor síntesis parecería necesaria.

Estos jóvenes necesitaban plantarse ante un mundo adulto integrado en su mayoría por seres fachistoides que se oponían a cualquier cosa que viniera a cambiarles el panorama, incluso al pelo largo. Sólo desde ese lugar tal vez sí se justifique tanta explicación a la rebeldía, tanta canción.
Por otro lado, no dejan de sonar absolutamente extemporáneos ciertos giros bien argentinos -boludo, orto- para ponernos en situación neoyorkina. Como guiño a la audiencia local, sirven menos.

ENTREGARSE A LA FIESTA
Con performances muy parejas, todos los integrantes dan muestras de poseer una muy buena técnica vocal y, sin duda, se entregan a la fiesta. El registro de actuación, corrido del realismo, sirve para los momentos de show, pero conspira si se trata de empatizar con el drama de cada personaje. En tanto, la casi fugaz escena de desnudos, que tanto dio que hablar en su momento, sigue resultando efectiva aunque, por supuesto, ya perdió ese condimento que despertara varios intentos de censura hace cincuenta años.

Los rubros técnicos resultan correctos. Se destaca sobre todo la música en vivo, que suena deliciosa con arreglos y dirección de Juan Ignacio López. El vestuario de Renata Schussheim, en tanto, viste a los intérpretes con corrección, aunque algún vuelo mayor tal vez sería necesario si, como parece, no se quisiera ser tan fiel a la estética hippie tradicional.

Astutamente, la escenografía de Magalí Acha utiliza el estilo fábrica del Konex para hacer más creíble la vivienda hippie. Finalmente, la iluminación de Gonzalo Córdova acompaña a los intérpretes y a veces enceguece a la audiencia.

Pablo Gorlero, amante del musical, con tan bellos trabajos como "Saltimbanquis" y "De eso no se canta", se dio el gusto de hacer "Hair" y por supuesto hay que felicitarlo. Se nota la pasión que le puso a todo. Se ve en la energía que le imprimió a la puesta, aunque menos movimientos ayudarían a fijar un poco más la atención en los detalles.

Sin duda cumplió un deseo que tenía desde hacía varios años y, a pesar de los muchos obstáculos que fue encontrando, logró concretar. Ese jugarse por lo que uno es y desea, tan presente en "Hair", hace que desde este punto de vista el mensaje de la obra resulte eterno. Y den ganas de salir cantando y bailando del teatro.

Calificación: Buena