La aporía de la cultura popular o de cómo Avelluto se transformó en un aporema

Haber permitido la colonización de cada espacio editorial, de cada cámara, instituto, biblioteca, aula, centro cultural, señal televisiva ha sido un acto vil e irresponsable de Cambiemos.

Corría mayo de 2018 cuando el escritor y funcionario Alberto Manguel, arrojó un balde de agua helada a sus jefes políticos pidiendo disculpas por el “vergonzoso escenario de un estadio de fútbol montado en una fiesta del libro; celebramos seguramente esos notables futbolistas Borges, Bioy Casares, Alejandra Pizarnik, Cortázar, desde el Martín Fierro en adelante… pero les pido de nuevo disculpas por ese gesto tan absurdo de populismo".

Defenestraba Manguel así al stand montado por el Secretario de Cultura de la Nación Pablo Avelluto. Un estadio en miniatura de fútbol 5, una pista para bailar tango, un auditorio para espectáculos, un bar de alfajores, pastafrolas, yerba mate, dulce de leche y tal vez algún choripán clandestino.

El otrora encumbrado editor Avelluto no podía estar ajeno la desconexión que se cernía sobre su stand en relación a una feria editorial, pero pudieron más su necesidad traducir a la cultura en versiones que no requirieran un esfuerzo de análisis y comprensión. La cultura de nuestro país estaba en manos de alguien que nos consideraba incapaces de acceder a versiones de disfrute cultural complejas y así había decidido presentarnos en el exterior.

Fundacional

Esta forma de desparramar expresiones artísticas es fundacional en Cambiemos. Como en la gala del Teatro Colón con motivo del G20 y en tantas ocasiones más, la necesidad de mostrarse populares y simplones ha sido una constante en el diseño de sus políticas culturales. Por estrategia electoral, por desprecio a la calidad o porque ideológicamente, como el kirchnerismo, piensan que la cultura es oligárquica y elitista; cuestión que la gestión macrista ha abandonado los espacios culturales a la buena del kirchnerismo, del chavismo o de la izquierda sibarita. Dejó hacer, avaló, patrocinó, propicio, subvencionó.

Las razones, resumamos: o no les importa o creen que hay una forma de hacer chavismo bueno. Como sea, en todos los espacios de producción de sentido, en cada centímetro cuadrado de creación cultural, el gobierno del Ingeniero Macri sembró y abonó el kirchnerismo más abyecto y vengativo, agazapado en las trincheras de un odio inexplicable, nunca habían recibido tanto a cambio de tan poco.

La aporía, esa encerrona ilógica, esa contradicción que nace de llamar cultura al desprecio de las artes, la belleza y el conocimiento era lo primero que se debía cambiar. Pero la prepotencia del experto engendra monstruos. Creer que sólo con la sabia tutela de quien se siente superior el odio se calma fue un error criminal. La cultura es mérito, destreza y trabajo. Su versión popular es la ilusión del todo fácil de acceso libre y gratuito: insustancial, inútil, filtrada y clasificada para nuestros perfiles electorales.

Sendero propio

El acceso a la cultura es un acto individual, multicausal y personal. Un sendero propio en el que seleccionamos, procesamos, distinguimos, clasificamos y degustamos o padecemos. Un ejercicio para el alma y la conciencia que demanda atención pausada, acumulación de experiencias, tiempo, trabajo, debate interno. Por eso no podemos estandarizar los gustos. Por eso no podemos cazar la emoción. Por eso no podemos juntar todo en una bolsa y vomitar un evento de cultura popular para todos, todas y todes y decir: -tomen, acá está, esto es lo que dice el algoritmo que ustedes, simples mortales, quieren, gratis.

Haber permitido la colonización de cada espacio editorial, de cada cámara, instituto, biblioteca, aula, centro cultural, señal televisiva ha sido un acto vil e irresponsable. 

La opacidad con la que pensaron a la cultura promovió dogmas y prejuicios. Esa sumisión cultivada que los ha mantenido a flote sin el más ligero análisis con tal de ser parte de la gran corriente de la corrección destinada a agrandar, convencidos de que caminan con la corriente mundial hacia el bien pensar, terminó de la peor manera.

En la edición de la Feria del Libro del 2019 el secretario Pablo Avelluto fue escrachado, insultado y virtualmente censurado. Su seguridad personal pudo verse comprometida. Tras cartón la presentación de un libro cuya autoría se adjudica la expresidenta viuda de Kirchner transformó al predio en un campo de batalla simbólico y también en campo de marte triunfal para el ejército de odiadores irrecuperables que durante los últimos cuatro años estuvieron al amparo laboral, cultural e ideológico del gobierno al que le desean la mazmorra.

Recién luego del desborde vergonzante del acto cristinista Avelluto recordó que la Feria del Libro:"Fue oficialista en dictadura y es oportunista en democracia. Lo que a mí más me alarma es que estos hechos se naturalicen: silenciar al otro, patotear al otro". ¿Acaso Avelluto desconocía los actos de discriminación y censura acontecidos años anteriores? ¿Acaso sabiendo lo que estos espacios engendraban no era propio plantar posición ante el mamotreto que se viene gestando alrededor de toda la organización de la Feria? ¿Acaso no se debía denunciar el adoctrinamiento? ¿Acaso no se debía desde las políticas públicas culturales, ofrecer una contracultura del arte como belleza, esfuerzo, trabajo y mérito? 

Sinceramente

“Sinceramente” es un suceso editorial pero no lo era ningún libro de Rita Segato, reina de la misandría que inauguró la Feria. ¿Por qué entonces la ideología de Segato se repite como dogma en cada folleto, curso gratuito, cada libro escolar, institución cultural, judicial, educativa y en cada conferencia que deviene de la Secretaría de Cultura que dirige Avelluto?

La cultura, el marco simbólico en el que nos formamos, exige un proceso de voluntad y entendimiento. Somos cultos cuando entendemos que nuestras acciones tienen consecuencias. La consecuencia de haber abrazado la cultura del enfrentamiento radical entre sectores sociales, la cultura de la imposición ideológica, la prepotencia de la corrección política ha borrado las conquistas de la tolerancia democrática. No se llega de la noche a la mañana a un adefesio como fue la presentación de “Sinceramente”. Esto fue un proceso lento macerado con complicidad y cobardía.