Gelbard, la colonización mental del peronismo

El rincón de los sensatos. Con Gelbard, Perón trataba de ampliar el mercado del bloque socialista para las exportaciones argentinas, tarea que perfeccionó el régimen militar, hasta el punto de generar una ríspida situación con Washington en 1979, a propósito del embargo suscitado por la invasión soviética a Afganistán.

¿Qué tiene en común José Ber Gelbard, ex ministro de Economía de Cámpora, Lastiri y Perón, exaltado como ejemplo empresarial por la ex Presidente el jueves 9, con figuras como Daniel Filmus, Néstor Sabatella, Carlos Heller y Aníbal Ibarra, entre tantos otros legisladores, ministros o funcionarios de los años K? Muy simple: todos ellos fueron afiliados al Partido Comunista.

Por supuesto que esto lo sabía perfectamente Perón cuando indicó el nombre del primero para una función decisiva en el gobierno establecido en mayo de 1973. Pero bajo su liderazgo aún un bicho colorado -como los llamaba Evita- podía desempeñar algún rol. En este caso se trataba de ampliar el mercado del bloque socialista para las exportaciones argentinas, tarea que -en realidad- fue perfeccionada por el régimen militar, hasta el punto de generar una ríspida situación con Washington en 1979, a propósito del embargo suscitado por la invasión soviética a Afganistán.

Sobre la identidad política de Gelbard pocos se engañaban. La Organización Montoneros, interesada en correr por izquierda al gobierno del que formaba parte, criticó reiteradamente el Pacto Social de gelbardiana factura. Hasta que su conducción nacional, en una reunión en La Habana al máximo nivel, recibió este incisivo consejo: "Acérquense al Ministro de Economía; es nuestro hombre". A partir de entonces la reserva sobre sus políticas la asumió básicamente José Rucci, tiempo después asesinado, precisamente por la Organización.

PENA Y SIN GLORIA

El final político de Gelbard tuvo algo de pena y ninguna gloria. Recién su nombre fue desempolvado por pequeños círculos kirchneristas operantes dentro del ámbito de las pymes en la década pasada, sin mayor repercusión ante el público en general. Hasta que Cristina Kirchner lo levantara, hace pocos días como bandera, proponiéndolo explícitamente como modelo del empresariado nacional.

Esta exaltación, por un lado, dice mucho sobre cuáles son los rumbos económicos que pueden, eventualmente, atraer el interés de la ex Presidente en caso de recuperar el gobierno. Pero, por otro, no hace sino confirmar el constante proceso de infiltración que se ha producido en filas sedicentemente peronistas en los últimos años, especialmente en la Capital y en la provincia de Buenos Aires, proceso que ha llevado a muchos de sus militantes a ir asumiendo gradualmente la cultura política y, sobre todo, la interpretación de la historia argentina reciente que se les propone desde las usinas originadas en el viejo PC. 

LA EVOLUCION DEL MARXISMO

Es interesante observar la evolución sufrida por las corrientes políticas argentinas de matriz marxista-leninista a partir del fin de la Guerra Fría, evolución en la que es claramente perceptible el viejo enfrentamiento entre Trotski y Stalin. Por una parte los trotskistas, reafirmando en 1989 su condena de más de sesenta años a la burocratización stalinista, se despegaron totalmente del colosal fracaso del bloque e iniciaron, en nuestro país, un proceso de guerra prolongada a través de los instrumentos electorales y sindicales disponibles, proceso que les ha permito alcanzar una presencia minoritaria pero bastante intensa en la escena pública. 

Los comunistas oficiales, es decir los apparatchiki del PC, en cambio, optaron -en sucesivas oleadas- por blanquearse reciclándose.

Así aparecieron el Partido Comunista-Congreso Extraordinario, Nuevo Encuentro, el Partido Solidario, etc. todos convergentes en un punto: integrarse en la estrategia global kirchnerista y, por esa vía, colonizar mentalmente al peronismo. No les está yendo tan mal si su abuelo político es hoy ostensiblemente reivindicado por la lider de dicha fuerza.