El peronismo con votos

Mirador político - La elección cordobesa demostró dos cosas: que los candidatos que lideran las encuestas nacionales, Macri y CFK, no tienen un poder territorial propio y que el PJ federal es tan antikirchnerista como Macri

El triunfo de Juan Schiareti en Córdoba demostró un hecho poco frecuente: el sistema político no coincide con el escenario electoral. O puesto en otros términos, los candidatos nacionales con mayor intención de voto, Mauricio Macri y Cristina Kirchner, son ajenos a los aparatos partidarios que dominan las situaciones territoriales.

El gobernador cordobés ganó su reelección de manera aplastante y lo festejó en soledad. No lo rodearon candidatos peronistas de otros distritos. Tampoco capitalizó el triunfo para anunciar su intención de "ir por más".

¿Qué hizo? Un discurso anti K y con puntos de coincidencia con la propuesta de diálogo político del gobierno. Rechazó también las posiciones sectarias del kirchnerismo, se autodefinió como parte de un "peronismo republicano" y se expresó a favor tanto del equilibrio fiscal como del pago de la deuda.

Esta última posición, dicho sea de paso, ha sido aceptada hasta por Axel Kicillof que ya no dice que hay que renegociar el acuerdo de Macri con el FMI. El único que todavía no se actualizó en esta materia es Roberto Lavagna que desde que lo subieron al escenario electoral marchó siempre un paso atrás de los acontecimientos. Como su mentor, Eduardo Duhalde parece, un poco lento de reflejos.

En una muestra de sintonía con Macri, Schiaretti dijo que su provincia ha demostrado que puede votar candidatos a presidente, gobernador e intendente de distinto palo y que el comicio que acababa de ganar era provincial y municipal. Más claro no se consigue.

Otro hecho claro es que la del domingo en Córdoba fue una competencia de aparatos. El del peronismo funcionó a la perfección. No le dio cabida al kirchnerismo, que optó por no competir para evitar un resultado peor que el de la UCR.

El del radicalismo, en tanto, mostró la decadencia terminal del partido. Fue dividido en dos-Negri vs. Mestre- e hizo un papelón histórico. El problema no es la candidatura de Maurico Macri o la situación económica. El problema es que la UCR en lugar de sumar, resta, lo que convierte en una muestra de descaro casi cómico los reclamos de dirigentes como Cornejo o Lousteau para conseguir mejores lugares en las listas de candidatos o para sumar a Cambiemos a dirigentes que bordean el surrealismo como Ricardo Alfonsín o Margarita Stolbizer.

El problema de los radicales es que tienen más operadores (Coti) que votos, lo que le provoca un buen desgaste a la coalición gobernante como si con el de la inflación no fuese suficiente. Creen que pueden sobrevivir al derrumbe de un gobierno propio y parece que no han aprendido la lección de la caída de De la Rúa a la que contribuyeron alegremente.

Los enfrentamientos internos de los radicales tienen una historia larga y negativa. Por pelearse entre ellos perdieron el control de provincias como Río Negro y Chubut.

En resumen, el hecho de que los principales candidatos no tengan aparatos nacionales agrega otra incógnita a la elección de octubre. Aunque el ensayo cordobés mostró un hecho evidente: el peronismo con más votos apuesta su futuro a sacarse a Cristina Kirchner de encima.