Reciclan sachets para ayudar a los necesitados

La Sachetera es un emprendimiento solidario que convierte los envases plásticos de leche y yogur en bolsas de dormir para personas en situación de calle y ponchitos de lluvia para chicos de escuelas rurales.

Hay un momento en la vida en que la gente necesita dar. No le pasa a todos, pero el que lo siente sólo puede completarse en-el-otro. La vocación de servicio se canaliza por múltiples vías: la religión, la docencia, la política. También con el cuerpo: son los voluntarios. Esas personas que dejan de lado su comodidad para ocuparse del más débil, el necesitado, el padeciente.

Así nació La Sachetera, un emprendimiento solidario iniciado por la vestuarista Goga Dodero en 2013 que se encarga de reciclar los envases plásticos de leche y yogur para hacer bolsas de dormir para personas en situación de calle y ponchitos de lluvia para chicos de escuelas rurales.

"Un día una amiga me regaló un bolso hecho con sachets, y me di cuenta de que tenía propiedades impermeables y era muy resistente. Quería hacer algo solidario y pensé en una suerte de proyecto como el de juntar tapitas, para reciclar -recordó Goga-. El proyecto me dio vueltas en la cabeza un poco más de medio año, hasta que un día nos fuimos de campamento con mi familia y tuvimos cuatro días de lluvia permanente. Allí tuve una imagen: comencé a pensar en la gente que vive en la calle, en las madres y niño expuestos a la humedad en los ranchos. Así nació la idea de hacer una bolsa de dormir con ese material que es tan contaminante cuando se tira sin lavar".

"Un año más tarde, una mamá del colegio me contó que integraba un grupo de mujeres llamado "Un Sol de Noche", con el que llevaban comida a personas en situación de calle en Tigre. Y así tuve la primera posibilidad de realizar la bolsa, y la hice junto a mi hija de 10 años", narró.

UNA BUENA IDEA
Ese fue el primer paso de La Sachetera, un proyecto solidario y 100% voluntario que recolecta y utiliza sachets de leche y yogur limpios y abiertos como materia prima para confeccionar productos impermeables que después se donan a quienes más los necesitan.

"Soy vestuarista. Mi abuela me enseñó de muy chica a coser y como siempre trabajé en obras del teatro under, sin presupuesto, estaba habituada a usar todos los recursos a mano para hacer diseños... Además el integrar equipos y grupos, me dio la agilidad para coordinar el trabajo, ponerlo al servicio", afirmó.

"Entonces pedí sachets de leche en los dos colegios a los que iban mis hijos y al segundo día, me llegó el primero. Entonces me dije: "si hay alguien que cree que esto es posible, seguro va a funcionar". Abrí una página en Facebook con el nombre de La Sachetera: era un proyecto chiquitito, con una idea sencilla. Lo importante era que fuera fácil de replicar y que llegue a donde más se necesita", agrega.

"Tenemos un encuentro mensual de producción en los meses de frío, desde el inicio del otoño hasta la primavera, por lo general los fines de semana. En el encuentro, que es de puertas abiertas, se convoca a todos los que quieran colaborar -contó Dodero-. Muchas veces son familias enteras con chicos, grupos de amigos, costureras, maestras y jóvenes voluntarios, de grupos scouts o de parroquias. Viene un público muy diverso a ver de qué se trata, con muchas ganas de aprender".

"En tres horas se sumergís en una experiencia: entrás y hay una voluntaria que te va guiando por las distintas estaciones de trabajo y te va mostrando cómo se cose, se sella y se hace el control de calidad", dijo.

BOLSAS Y PONCHITOS
"Empezamos con las bolsa de dormir para personas en situación de calle, pero en cierto momento nos preguntamos a quiénes más podíamos ayudar, y así surgió la idea de hacer ponchitos para chicos de escuelas rurales, que caminan varios kilómetros bajo la lluvia para poder estudiar", narró. 

"También hay grupos de sacheteras que hacen aislantes para inundaciones, que sirven para apoyar en los pisos mojado, y hasta juegos didácticos -explicó Goga-. Siempre estamos pensando nuevos usos para reciclar los sachets, que están hechos de polietileno y tardan más de cien años en degradarse", dice Goga.

"Nosotras no llevamos las bolsas a las personas que viven en la calle. Somos productoras y todo lo que hacemos lo donamos. Trabajamos haciendo redes y cadenas para llegar a la gente. Por ejemplo, a través de una ONG de padrinos de escuelas rurales estamos ayudando a los chicos del pueblo jujeño de Iruya, a 26 km de Humahuaca, donde tienen que caminar hasta 12 horas para llegar a clases, bajo la lluvia y el frío", especificó Dodero.

Según la coordinadora de las voluntarias, una vez que las bolsas de dormir están hechas, las entregan a la Fundación Sí y a la Red Solidaria, que se encargan de hacerlas llegar a los que más las necesitan.
"Por ejemplo, nuestras bolsas están en la Basílica del Sagrado Corazón, en Barracas, que está en una zona muy clave, ya que los cartoneros que vienen de la zona sur pasan por ahí para buscar comida y abrigo... Allí se provee de alimento y se lleva un pocho y una bolsa antes de entrar a la ciudad", explicó.

"Cada uno está preparado para ciertas cosas y para otras no. Nunca salí a hacer recorridas, pero compañeras que han ido me dicen que la gente te las saca de las manos y hay personas que recorren paradores y parroquias buscándolas", contó Dodero.

SER VOLUNTARIO
La Sachetera es una idea que se puede replicar. De hecho ya están en más de diez provincias, en Uruguay, Ecuador y Colombia. "Un proyecto solidario te cambia la mirada, sobre uno y sobre el otro. Te pone vulnerable, porque si no tenés empatía y lográs sentir como el otro no podés hacerlo. Tenés un cumpleaños, pero vas un rato y después volvés rápido para seguir trabajando... te duele algo o tenés fiebre, pero vas igual... Hay algo raro que se te genera, de compromiso, de amor, de ida y vuelta, que te transforma. Ser voluntario te completa como ser humano", sostuvo Goga Dodero, la sachetera.

Es un modelo solidario que se puede replicar en todos lados


Nacida en Béccar hace 7 años, La Sachetera ya tiene diez filiales en el país y llegó a instalarse en Uruguay, Ecuador y Colombia. La materia prima y la tecnología para modificarla están en todos los hogares y sólo hace falta ganas. 

La Sachetera nació hace 7 años en la casa de Goga Dodero, en Béccar, y ya tiene diez filiales en el país y tres en el exterior, con sedes en Uruguay, Ecuador y Colombia. Esto se debe a que es fácilmente replicable y da respuesta rápida a quienes están buscando hacer un voluntariado con eje en el medio ambiente y en los más necesitados. Además, la materia prima y la tecnología para modificarla están en todos los hogares y sólo hace falta tener ganas. 

Al menos esa es la historia de Gabriela Pavón e Inés Rivero, dos amigas que tenían ganas de "hacer algo solidario" y encontraron el proyecto de La Sachetera buscando por internet. "En 2017 nos pusimos en contacto con Goga, que nos dio una mano y nos asesoró sobre cómo comenzar. Hoy ya somos entre 15 y 18 voluntarias fijas que llevamos adelante La Sachetera Tres de Febrero -destacó Pavón-. Siempre se puede... Todas tenemos familia y trabajo, pero hacemos el esfuerzo de donar algunas horas al mes para los más necesitados. El amor es el eje de nuestro grupo y por eso nos hacemos el espacio en nuestras vidas".

"El año pasado le entregamos más de 100 bolsas de dormir a la Fundación Sí, que hace las recorridas con la gente que vive en las calles. También realizamos unos 60 ponchitos para los chicos de un asentamiento de la zona, que caminan como 20 cuadras para ir al colegio. Otros 30 ponchos de lluvia los mandamos a Misiones a través del proyecto "Mochi", que arma mochilas completas para chicos de escuelitas rurales. He visto gente que usa nuestras bolsas en la calle y me pone muy feliz saber que esa persona está un poquito más abrigada", contó Pavón, que trabaja como secretaria, pero los terceros sábados de cada mes le da vida a La Sachetera en el Club Güemes de Villa Bosch.

LA INUNDACION
La Sachetera La Plata, en tanto, es el monumento a la resiliencia. Nació después de la gran inundación del 2 de abril de 2013, que causó 89 muertes y dejó a miles sin hogar, en condiciones dramáticas.

Tras la tragedia, Elena Corro, profesora Biología y directora de una secundaria franciscana de La Plata, vio la necesidad y decidió ponerle el el cuerpo. "Con mis alumnos siempre tenemos proyectos de extensión a la comunidad, fuera de la escuela. Como soy profe de Salud y Adolescencia, teníamos un grupo con el que proyectábamos los contenidos de la materia a través del teatro negro. Hasta que el agua se llevó todo -recordó Corro-. Sin embargo, los chicos que están habituados a trabajar activamente por la comunidad no vuelven atrás... Y me demandaban: "qué hacemos, cómo seguimos".

"En ese momento ya no podíamos retomar económicamente el proyecto del teatro, así que empezamos a buscar algo que tuviera que ver con el cuidado del medio ambiente, de la salud y con los valores de solidaridad y empatía... Así llegamos al proyecto de Goga. En principio nos propusimos sólo juntar y acondicionar el material para mandarlo a Buenos Aires una vez por mes. Era un proyecto de reciclaje, pero ahí quedaba. Sin embargo, la energía adolescente es imparable y su empatía y compromiso son un gran motor: al mes estaba ya funcionando La Sachetera La Plata", contó la docente.

En esa época la plaza Malvinas se volvió el punto de encuentro después de la inundación, como principal punto de distribución de alimentos y de ayuda. Allí las sacheteras montaron una carpa para hacer las bolsas y entregarlas. "Estuvimos en la plaza dos años, pero al cambiar las autoridades políticas, nos tuvimos que ir... Pero lejos de bajar los brazos, nació otra idea: "La Sachetera va por los barrios", recordó Corro.

"Desde entonces, todos los meses publicamos en las redes sociales una solicitada para buscar entidades que quieran oficiar de anfitrionas. Nosotros llevamos todo el material y hacemos los talleres. Así recorrimos todos los barrios de la ciudad y la periferia de La Plata dentro de todo tipo de instituciones, desde el Rotary Club hasta un merendero súper humilde, en Lisandro Olmos".

Este grupo, que nació tras la desgracia, está especialmente dedicado a fabricar aislantes de piso y techo para zonas inundadas. "En una inundación, la gente recibe colchones, pero van a parar a un piso que está empapado y se arruina enseguida. Con el aislante de sachets, que es un paño un poco más grande que un colchón de dos plazas, se puede hacer una barrera contra la humedad y que la gente tenga un lugar donde apoyar sus cosas. En las zonas muy humildes, los usan para impermeabilizar techos y ventanas", explicó la docente.

FILOSOFIA
Según las coordinadoras, el secreto del proyecto es el trabajo en red: cada uno hace su parte y entre todos se logra el objetivo. "El que mucho abarca, poco aprieta": si hacés la bolsa de dormir, y luego le ponés una frazada y después hacés la recorrida en la calle... a los seis meses dejás todo, porque es agotador -sostuvo Corro-. En cambio, si yo pongo un granito de arena, y me junto con otro que hace algo distinto pero complementario y luego con otro que recorre las calles, que a su vez ya se había juntado con el que hizo la comida y otro que tejió mantas.... El resultado es una enorme red solidaria que hace que alguien que vive en la calle reciba una bolsa de dormir, una manta, comida, y pueda pasarla un poco mejor".