Las chicas ricas también lloran

"La patada del camello", de Sofía González y Sandra Criolani. Dirección: Ernesto Domínguez. Música original: Sebastián Lerena. Sonido e iluminación: E. Domínguez. Escenografía: E. Domínguez, Sabrina López Hovhannessian. Actores: Sofía González, Sandra Criolani, Federico Ferreyra. En el teatro El Método Kairós.

Las chicas ricas también lloran. Algo así podría resumir la trama de "La patada del camello", una obra escrita y producida por las dos actrices protagonistas -Sofía González y Sandra Criolani-, dirigida por Ernesto Domínguez y que va por su segunda temporada en El Método Kairós.

Lo más interesante de la propuesta es, sin duda, su naturalidad, cierta falta de pretensión y la justeza de las actuaciones. Cuenta la historia de Candela, una artista plástica -autora de la obra que da título a la pieza-, quien viaja a Egipto escapando de un diagnóstico médico terrible.

En el avión -todo ocurre en vuelo- se encuentra con Pilar -brillante Criolani-, quien es la típica persona molesta que busca conversación todo el tiempo, quiere que la quieran y parece tener todo en orden. 

Lo destacable de la actuación de Criolani se asienta en el hecho de que no se pone por encima de su personaje, y podría hacerlo. De hecho, Pilar no sabe quién es David Bowie, por ejemplo. Difícil de creer, pero posible. La actriz entrega verdad sin estereotiparse.

EN VUELO
González, por su lado, convence porque usa sus recursos a la perfección: es bonita, rubia, fina. Y así se ve a su personaje. Se le cree. Su rol tiene privilegios, es reconocido. Y entonces, el azafato, -interpretado por el también muy preciso Federico Ferreyra- pasa de largo a Pilar en pos de beneficiar siempre a Candela. Algo de esos roces entre vino y vino y botellitas de agua se disfruta desde la platea.

El director, convenientemente, guió a sus actores por el camino de la sencillez y la naturalidad. Todo confluye para que por momentos nos creamos que estamos verdaderamente en vuelo, espiando qué pasa entre estas dos "nuevas amigas".

La pieza baja un poco su potencia cuando se toma demasiado en serio y se olvida del cuento. Se autotitula como una obra feminista y desde ese lugar trata cuestiones como la familia, la identidad sexual, los embarazos no deseados y el abuso. Difícil profundizar en tantas cuestiones. Sin embargo, enseguida crece en las interacciones, en la incomodidad de compartir el asiento con alguien en un avión y en la complicidad que se establece entre los personajes.

Calificación: Buena