Un martirio signado por la polémica

LA BEATIFICACION DE MONSEÑOR ANGELELLI SUSCITO UN DESAFIO NUNCA VISTO A LA SANTA SEDE. Ni el crimen ni el odio a la fe pudieron jamás ser probados en la muerte en 1976 del obispo de La Rioja. Pero la causa siguió pese a la controversia pública. Los críticos sospechan de una decisión motivada por la política.

La inminente beatificación de monseñor Enrique Angelelli (1923-1976), que tendrá lugar el próximo sábado en La Rioja, quedará en la memoria como una de las más controversiales de la historia moderna. No sólo porque la actuación del obispo en aquella época merece serios reparos, sino porque el fundamento mismo de su elevación a los altares, es decir, su presunto martirio, es más que dudoso. La inconsistencia de este postulado ha sido tan notoria, y tan refutada desde dentro y fuera de la Iglesia, que cuesta encontrar antecedentes similares.

No es que hayan faltado críticas en torno a otras canonizaciones. La mayoría derivadas de una simplificación de los procesos que se operó en el posconcilio, y que fue vista como un menoscabo de su rigurosidad. En ese sentido, puede haber despertado dudas, por ejemplo, el hecho de que tres de los últimos papas hayan sido elevados a los altares. Pero los reparos a esos pontífices, como sucedió con otras figuras, no han sido por cuestiones doctrinales. En su caso fue por decisiones de gobierno.

Nunca se llegó al punto de un desafío tan abierto a la Santa Sede como en la presente beatificación, donde dos obispos hicieron pública su disidencia; un grupo de abogados y jueces católicos envió un dossier a dos dicasterios; hubo cartas de lectores, artículos y editoriales en los periódicos. El último en desacreditar el martirio, y considerarlo "una truchada", fue el riojano Jorge Yoma, embajador en Perú. "La Rioja no necesita inventar martirios", dijo, para luego recordar que "fue un accidente". Nunca el cuestionamiento fue tan radical.

No es fácil encontrar una situación análoga. Tal vez la polémica abierta con la canonización de monseñor Oscar Romero es la que más se asemeja. Pero sobre Romero, al menos, no existen dudas de que fue asesinado.

Con Angelelli, en cambio, parece darse un salto cualitativo. Haber elegido la vía del martirio para elevarlo a los altares resultó insólito porque ni el crimen ni el odio a la fe pudieron nunca ser acreditados. Las fotografías, informes periciales, la autopsia, el único testigo directo, las revisiones judiciales siempre apuntaron a un lamentable accidente automovilístico. El Episcopado lo sabe y también, por supuesto, Francisco.

En 2006, Jorge Bergoglio, entonces como presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), ordenó crear una comisión para analizar la muerte de Angelelli. Al frente de la misma designó a monseñor Carmelo Giaquinta. Al término de su trabajo, esa comisión no pudo encontrar evidencias de un asesinato.

La muerte de Angelelli, el 4 de agosto de 1976, se produjo al volcar la camioneta en la que regresaba desde Chamical hacia La Rioja, por la ruta 38, junto al sacerdote Arturo Pinto. Los detalles ya fueron expuestos en abundancia. Para no volver sobre ellos, baste recordar aquí que la Justicia, en diferentes épocas, se decantó por el vuelco accidental, posiblemente luego de que el conductor se quedara dormido. Y ese conductor habría sido Pinto según las pericias.

La tesis del "accidente provocado" fue deslizada por un tribunal en 1986. Aunque fue desautorizada luego por la Cámara de Apelaciones de Córdoba en 1990 por falta de pruebas, una nueva reapertura de la causa durante el gobierno kirchnerista insistió en aquella tesis. El tribunal dio por sentado que otro vehículo encerró al del obispo y lo hizo maniobrar bruscamente, como sostuvo Pinto, aunque nunca hubo prueba alguna. El resultado: se condenó a dos ex jefes militares como autores intelectuales, sin saber quiénes fueron los autores materiales, o incluso si existieron. De por qué lo habrían dejado vivo al padre Pinto, nada se sabe.

FRAGILIDAD

Plegados a esta interpretación judicial, los postuladores de la causa, junto con buena parte de los obispos argentinos y Francisco, sostienen ahora que hubo un crimen donde antes no habían encontrado pruebas. El problema de que la Justicia de esa época haya estado, por decir poco, sospechada de parcialidad ideológica, no se alude. Pero además se quiere transformar el hostigamiento y la vigilancia hacia el obispo, a todas luces política, en presunto "odio a la fe". La fragilidad de este punto es clamorosa.

Es posible que la Congregación para la Causa de los Santos sólo haya recibido una versión rosada de todo el asunto. Al parecer, no tuvieron acceso, por ejemplo, a los documentos de monseñor Bernardo Witte, sucesor de Angelelli, quien investigó a fondo la muerte y siempre sostuvo que fue un accidente. Ni al relato del único testigo directo del caso. No deben haber recogido tampoco testimonios del contraejemplo episcopal del obispo, de su adhesión al tercermundismo y de su compromiso con las organizaciones terroristas.

Pero la insistencia en proseguir con el proceso pese a estas graves objeciones, hechas públicas, así como la inusual presión desde adentro de la Iglesia para detener la causa, no dejan de sorprender y alimentan las sospechas de que hay una voluntad política de beatificar a Angelelli.

Hay una corrección política a la que ni Francisco ni nuestros obispos se atreven a desafiar, y que deriva del complejo de muchos de ellos por el pasado de nuestro país o del temor a las críticas de la izquierda.

No cabe duda de que, junto con Angelelli, se dará carta de ciudadanía al tercermundismo, que fue una desnaturalización del mensaje cristiano, más centrado en el hombre y su realidad material que en su salvación sobrenatural, y que utilizó categorías marxistas de análisis de la realidad económica y del cambio social. Una desviación de la doctrina cristiana que causará confusión en no pocos fieles.

Y es posible que aquella corrección política impulse también las causas de otros íconos de esa otra iglesia que ahora se promociona. Así podría ocurrir con los palotinos asesinados en la Parroquia San Patricio del barrio de Belgrano, un crimen sin dudas horroroso pero que no puede hacerse pasar por odio a la fe a menos que se oculte el evidente compromiso de esos sacerdotes con Montoneros. Y lo mismo podría suceder con el padre Carlos Mujica, inspirador de ese grupo armado. Aunque, al menos, se insiste en que él se arrepintió.

La preocupación por el daño que pueden causar estas confusiones está atravesada por una última pregunta inquietante, que sobrevuela todo el asunto y causa el mayor estupor. ¿Cómo es posible que el Papa supiera todo esto y aun así haya impulsado un martirio que nadie verificó?

ENTREVISTA AL PERIODISTA MARIANO DE VEDIA, AUTOR DE `EL MARTIR'

Bergoglio y el cambio de opinión

El martirio, para la Iglesia, presupone dos condiciones: que haya un crimen y que haya sido cometido por odio a la fe. Sobre esos dos aspectos medulares de la beatificación del obispo Enrique Angelelli, La Prensa conversó con el periodista y escritor Mariano de Vedia, que acaba de publicar El Mártir. Angelelli, el obispo silenciado por la dictadura (Sudamericana), una investigación sobre la figura del prelado y sobre el proceso canónico.

De Vedia, integrante del grupo de editores de la sección Política del diario La Nación, especializado en asuntos religiosos, se sumergió en los archivos y realizó numerosas entrevistas a personas clave de esta causa, como el sobreviviente del vuelco, el sacerdote Arturo Pinto; el postulador de la causa de los mártires riojanos en el Vaticano, el sacerdote rumano Damian Patrascu; o el secretario de la curia riojana en la época de Angelelli, Alilo Ortiz, entre muchos otros.

El periodista dice que empezó su trabajo en junio de 2018, convencido de que "hay un gran desconocimiento de la figura de Angelelli", en parte porque "muchos no vivieron esa época" y otros "alimentan prejuicios" sobre él, de modo que su esperanza es que sea "una contribución" en ese sentido. Había ya otras biografías sobre Angelelli que le sirvieron de "mucha utilidad" y que cita en su libro, aunque la mayoría fueron publicadas entre 1986 y 1996 y con una difusión de alcance limitado.

-La causa judicial fue base de la actual beatificación. Y sobre esto surge que el caso fue revisado tres veces (en los 70, 80, 90) y el trámite fue ondulante, pero hasta 2014 se inclinó mayormente por el accidente. ¿Qué valoración hizo sobre esto?

-Que no se trató de un accidente sino de un homicidio, o un accidente provocado, fue declarado por el juez Morales en 1986, época de Alfonsín. No es una decisión que esté basada en esta última etapa del juicio. Fue a los 10 años de la muerte de Angelelli. Después, la causa quedó frenada por las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Y se retomó una vez que esas leyes fueron derogadas. La causa judicial, en sus comienzos, genera dudas. Porque cuando ocurre la muerte, el juez que interviene en la causa la cierra en unos 20 o 25 días. Con eso uno puede tener alguna evidencia de que fue una decisión apresurada. Por los testimonios que después se fueron recogiendo.

DE NEVARES

-¿Y la causa de la beatificación?

- La causa sobre el martirio y la beatificación se destraba también hace varios años, hacia el 2005 o 2006. Un paso importante lo da el Episcopado cuando el cardenal Bergoglio decide convocar a una comisión para investigar las circunstancias de la muerte de Angelelli. Ya varios obispos antes, Jaime de Nevares, de Neuquén, por ejemplo, habían reclamado que se investigara. Incluso por impulso de ese obispo es que se reabrió la causa judicial. El Vaticano avanza con la causa en conjunto de los cuatro mártires riojanos. Esto refleja que había un clima de hostigamiento en contra de la Iglesia de La Rioja. Y la muerte de los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias, y el dirigente rural laico Wenceslao Pedernera, hace que la Santa Sede concentre la causa de canonización en los cuatro mártires. No se trata sólo de las circunstancias del accidente provocado.

-Sobre este último punto, el odio a la fe, ¿no flaquea la causa de Angelelli? Porque lo que se perciben son antecedentes de hostigamiento, obstrucción del trabajo pastoral, de vigilancia incluso, de parte del gobierno militar, pero con todas las trazas de un interés político. No parece estar claro el interés religioso.

-La motivación de los que actuaron, o provocaron la muerte de Angelelli, puede ser atribuida a distintas causas. No lo sabemos. Pero la decisión del Vaticano apunta a que, efectivamente, hubo un odio a la fe en el sentido de que hubo una enérgica reacción a la pastoral del obispo Angelelli. Se sintetiza ese odio a la fe en el odio a la pastoral.

-Antes hablamos causa judicial, y la última, la que termina con una sentencia en 2014, tuvo lugar en el período del gobierno kirchnerista, época en que hay antecedentes de purgas y sometimiento de los jueces a un relato ideológico izquierdista, reivindicativo de los grupos armados y vengativo con militares. Como mínimo, caben sospechas sobre la Justicia de esa época. ¿Debió decirle algo esto a la Iglesia sobre ese fallo?

-La causa judicial y la sentencia desarrollan todos los testimonios y abundante documentación y pruebas recogidas en el expediente. Si tenemos en cuenta las prevenciones sobre el funcionamiento de la Justicia, hay que empezar con las prevenciones que uno a primera vista olfatea en el accionar de la Justicia en la primera etapa, en el año 1976, cuando toma a su cargo la causa un juez que había sido designado días antes. Y como decía antes la archiva en pocos días y luego renuncia. El juez era un auditor de la Policía Federal, el doctor Vigo. Esa es la primera presunción de un vicio que pueda haber en la causa judicial. Es decir, si sospechamos de la Justicia en este último tiempo primero hay que advertir estas falencias de la primera etapa de la investigación. Y, por otra parte, la resolución de que fue un accidente provocado data de 1986.

-¿Cuándo se produjo el vuelco en el Episcopado local?

-Se produce a fines del año 2005, cuando Bergoglio asume como presidente del Episcopado y constituye la comisión para investigar el hecho. Ese es el primer paso clave que muestra el giro de la Iglesia. Que se fortalece después con el discurso que da Bergoglio a los 30 años de la muerte de Angelelli en 2006. El va a La Rioja y en la homilía habla enérgicamente del derramamiento de sangre. Utiliza el término "mártires". Me parece que esa posición que Bergoglio adopta marca el giro en la Iglesia, que hasta ese momento, especialmente en los primeros años, se había mantenido distante.

-La beatificación por martirio se refiere exclusivamente a la forma de la muerte. Pero, ¿considera usted que se revaloriza la pastoral de Angelelli con esta beatificación?

-Sí. Es uno de los análisis que uno puede hacer. Creo que el Papa revaloriza la acción pastoral con esta decisión que, repito, se extiende a toda la Iglesia de La Rioja de ese momento, en la medida en que también declara mártires a los sacerdotes y al laico. Puedo interpretar que hay un reconocimiento de la Iglesia a esta pastoral que encarnó Angelelli.

ADB