Con algunas excepciones, la formación de recursos humanos en salud es anárquica

POR FERNANDO CARIGNANO *

La falta de una decisión política definida y planificada en la formación de recursos humanos en nuestro país es una ausencia que se viene repitiendo desde siempre. Esta carencia que, bueno es decirlo no sólo afecta a ese sector, provocó verdaderos dislates en varios centros formativos del país. Valgan como ejemplo dos frases del Dr. Marcelo Cerezo, Profesor Titular de Anatomía A de la Facultad de Ciencias Médicas de la UNLP en razón de su reciente renuncia luego de 43 años de docencia:

“El masivo ingreso de alumnos, sin ningún tipo de condicionamiento, de cualquier nacionalidad, hablen o no nuestro idioma, ha llevado a un deterioro nocivo para el proceso de enseñanza-aprendizaje. Una verdadera estafa a los estudiantes y a sus familias que mayoritariamente los sostienen económica y espiritualmente”.

En esa casa de estudios ingresaron este año 3.992 inscriptos más un millar de recursantes, albergados en una estructura diseñada para no más de 400 alumnos. Su similar de la UBA registró 9.457 ingresantes en 2018, cifra récord en su historia… Todo ello para una tasa de egresados que oscila entre el 21% y el 30%, es decir, que de cada diez que ingresan sólo tres obtienen su título.

En tanto, el Secretario de Salud de la Nación, Dr. Adolfo Rubistein, calificó a “…la formación del recurso humano como una clave para lograr una cobertura efectiva y de calidad y el núcleo de esto tiene que ser la calificación y la disponibilidad de recursos humanos”. Es indudable que lo que sucede no se condice con lo deseado.

DESEQUILIBRIOS

Lo cierto es que la cantidad y calidad de los profesionales que se formen en nuestras universidades debieran estar proyectadas, en primera medida de acuerdo a las demandas de la población a asistir y a la densidad demográfica de profesionales –médicos, enfermeras, etc.- de cada región y eso, convengamos, no ocurre en nuestro país a excepción de algunos pocos centros.

En Argentina hay aproximadamente 3 médicos por cada mil habitantes, número suficiente según la OMS -2,5 c/ 1.000 habitantes-, pero la distribución es altamente irregular, puesto que la C.A.B.A. cuenta con 16 médicos cada 1.000 habitantes, mientras que Formosa, Sgo. del Estero y Misiones tienen menos de dos.

El desequilibrio en Enfermería es aún mayor, habida cuenta que está trastocada la ecuación de enfermeras por médico deseable, 0,51 enfermera por médico en nuestro país en 2017, la mitad que lo sugerido como aceptable por la OMS.

Es palmario entonces que se debe considerar al país como un todo y formar profesionales de acuerdo a las necesidades de la Nación, que no son otras que las de las personas que la habitan. La información epidemiológica insuficiente en la casi totalidad de nuestras provincias es otro componente que conspira en contra de una programación adecuada.

Además de ello, adunamos el factor ya destacado antes de ahora por Jaim Echeverry:

"Desde el jardín de infantes, el ingreso de educandos es igual a la cantidad de plazas disponibles y así sucede en las escuelas primarias y secundarias; eso no ocurre en la universidad donde, salvo escasas excepciones, entran todos los que se anotan –curso de ingreso o no mediante-, sin importar la cantidad de docentes o la estructura edilicia disponibles para instruirlos con la calidad requerida".

En razón de lo expuesto, la educación de los agentes de salud –con escasas excepciones- se ha tornado anárquica y sujeta a factores ajenos a la necesidad de la población y a una distribución territorial aceptable. 


Es dable esperar entonces, que la formación del recurso humano no sea de la calidad prevista, hecho que nos lleva a un sinnúmero de consecuencias no deseadas, como una asistencia alejada de la excelencia, la creciente agresión que sufren los profesionales de los Servicios de Emergencias de los hospitales públicos y privados, el exponencial aumento de litigios por responsabilidad civil y el deterioro de las bases del razonamiento científico, que hoy son duramente cuestionadas por muchos profesionales mediáticos, parapsicólogos, chamanes y sectas de reciente creación que, con profuso acceso a los medios de comunicación masiva, confunden a la población y le privan de la información confiable, necesaria, actualizada, oportuna y completa, que es el elemento fundamental que le permitiría la adopción de decisiones básicas para el cuidado de su propia salud.

Sintetizando este pensamiento, el Dr. Jorge Manrique en su Relato del Congreso Argentino de Cirugía (2006) expresaba:

“La realidad argentina atenta contra el ejercicio normal de la medicina, pone al paciente en riesgo de ser víctima de errores y al médico de incurrir y pagar por ellos. El desorden institucional en el que se trabaja brinda un campo propicio para los reclamos”. 

Asimismo, para un adiestramiento adecuado de los estudiantes para esta hermosa tarea que es cuidar la salud de la gente, no debería omitirse la consideración de varios hechos, como son la revolución tecnológica; la globalización de las pautas científicas, culturales y económicas; la insuficiencia creciente de los recursos disponibles para una acción eficiente, que provoca el ensanchamiento de la brecha entre las expectativas y lo que realmente se obtiene -recursos limitados vs. demandas infinitas-; el atraso en la enseñanza y actualización de las profesiones sanitarias y, fundamentalmente, la irrupción casi dramática de la economía en la ecuación de la toma de decisiones en el campo de la atención de la enfermedad. 

Es menester por tanto, redefinir las pautas a las que deben sujetarse los futuros trabajadores de la salud. Con relativa asiduidad, son objeto de duras y muchas veces justificadas críticas pero, simultáneamente, se les transfieren responsabilidades que no están acompañadas por los instrumentos paralelos al compromiso que se les demanda asumir ni del reconocimiento que tal carga merece, ni en el período formativo ni en el de ejercicio profesional.

QUE HACER

Sería saludable para comenzar a revertir esta situación, procurar instruir al estudiante y a las comunidades para contribuir a desarrollar metas sanitarias consensuadas; racionalizar los recursos humanos, tecnológicos, científicos, culturales y físicos, asignándolos de acuerdo a pautas comunes protegidas legalmente con la participación de todos los sectores involucrados y, fundamentalmente, reorientar la práctica y la educación de los próximos profesionales, haciéndolas complementarias entre sí y coherentes con los niveles de las exigencias cotidianas. Son estas premisas básicas sobre las cuales se fundarán las bases educativas de los actores de salud en el futuro; concretamente, programando cuántos formar, de qué manera, por cuánto tiempo y cómo distribuirlos, para que sean oportunos, suficientes, efectivos y del mejor nivel en el cuidado de la salud de las personas.
En tanto esto no suceda, seguiremos sumidos en una retahíla de intentonas frustradas, una asistencia de excelencia sujeta a factores ajenos a la formación profesional y nuestra gente seguirá pagando con salud lo que no puede pagar con dinero.

* Doctor en Medicina U.N.L.P.; Especialista Consultor en Cirugía U.N.L.P. y Colegio de Médicos P.B.A.; Especialista en Sistemas de Salud y Seguridad Social, Instituto Universitario Isalud;  Profesor Adjunto de Cirugía, Carrera de Medicina, U.N.S. Ex Jefe de Servicio de Cirugía General del H.I.G. “Dr. José Penna” de Bahía Blanca (2004-2018). Ex Secretario General de la Asociación Médica de Bahía Blanca (2002-2012).