Occidente baila en el Titanic

Día a día se minan los cimientos de nuestra cultura.

POR ANTONIO LAS HERAS *

Si algo puede afirmarse de Occidente, en la actualidad, es que semeja a quienes seguían bailando sobre la cubierta del Titanic, aún después de haber impactado contra el iceberg. Faltaban minutos para que el gigantesco navío se hundiera por completo. Empero, ellos seguían bailando. 
Occidente parece estar haciendo eso mismo.

Los cimientos que permitieron la construcción de nuestra cultura van disolviéndose día a día. Un singular entramado entre el materialismo consumista, la erradicación de la trascendencia (todo es inmediato; el mañana no interesa), la conversión de la conducta humana a sólo el resultado de reacciones físico químicas (por ende desprovistas de toda moral y ética), la total desvalorización de la vida humana (incluyendo la idea de que un feto no es vida humana y que una persona anciana es algo inútil sólo conveniente para su descarte), hasta la total destrucción de normas y estilos de vida con la instalación del concepto de posverdad sosteniendo que no hay verdades sino -apenas- aproximaciones a ellas, por ende todas de igual validez. 

En síntesis: aquello que sirvió para la construcción de la cultura occidental, ha sido eliminado. Quizás esta frase sea trágica en exceso. Podrá decirse que todavía algo hay en pié. Empero será de duración efímera si no se toma real consciencia de lo que está sucediendo hoy en día. 

Bien expresa Emmanuel Taub (filósofo e investigador del Conicet) que: "La historia de la filosofía occidental está marcada por la búsqueda del orden frente a los avatares históricos marcados por el caos y las revoluciones." Pues bien, agregaremos nosotros, ahora circulamos en sentido inverso. Se generan normativas para lo desordenado y caótico. 

El desastre de Occidente comienza con el auge del "materialismo consumista" para el cual la persona sólo sirve en la medida que esté todo el tiempo gastando su dinero, endeudándose, apelando a cualquier medio lícito o no, para hacerse de mayor cantidad de productos. En su casi totalidad objetos innecesarios, surgidos de la trivialización. La avidez materialista -para su ejercicio pleno- requiere la creación, en cada quien, de un vacío existencial intenso. Para lo cual ha disuelto todo aquello que tenga que ver con la búsqueda de un "sentido de vida."

Tal vez ninguno definió mejor este asunto que monseñor Héctor Aguer cuando expresa: "El consumismo es fatal. Se podría caracterizar así: comprar lo que no se necesita con el dinero que no se tiene. Es una ilusión." 

Finalmente, subrayar que esta forma de vida -impuesta a través de estímulos propagandísticos bien encubiertos que actúan directamente en lo inconsciente, impidiendo la libre decisión consciente de la persona- llega de la mano de un atroz individualismo. Un real "sálvese quien pueda" donde todo se advierte como valedero con tal de lograr el propósito buscado. Esto destroza el tejido social convirtiendo a cada humano en una aislada, solitaria y egoísta isla. A pesar -eso sí- de estar rodeados de todo tipo de aparatos que -paradójicamente- permiten recibir noticias, en tiempo real, y comunicarse, a todos los lugares de la Tierra.


* Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, filósofo, profesor universitario y escritor. Mail: alasheras@hotmail.com