Transformaciones de la ficción

Jacques Rancière vuelve a indagar en la idea de "razón ficcional". En su último libro editado en la Argentina, el filósofo francés analiza a Stendhal, Flaubert, Poe, Hugo y Faulkner entre otros escritores de los siglos XIX y XX. Cree que sus innovaciones dieron cuenta de la pérdida del orden social.

"Sigo leyendo novelas, porque me ayudan a entender la vida". 

 Mario Vargas Llosa

En cuestiones estéticas los marxistas adhirieron inicialmente a la teoría del reflejo. Decidieron que en la obra de arte se replicaba el sistema de producción material en el que había sido creada. En el caso de la novela, inevitablemente, el modo de producción capitalista.

Esa etapa hace mucho quedó atrás. Hay pensadores de origen marxista como Jacques Rancière que hoy opinan que la ficción literaria moderna no reproduce directamente la estructura de la sociedad, ni sus conflictos, ni su matriz económica, sino algo más primordial. En la trama narrativa, acontecimientos y personaje revelan una concepción del tiempo, de la causalidad y una teleología que ha ido sufriendo transformaciones en algunos casos radicales durante los últimos 200 años.

En Los bordes de la ficción (*) Rancière vuelve sobre la cuestión ya analizada en una de sus obras que se comentó cuatro años atrás en este mismo espacio: El hilo perdido: ensayos sobre la ficción moderna. Pasa revista nuevamente a la obra de varios novelistas canónicos de los siglos XIX y XX desde Flaubert a Virginia Woolf, por lo que podría decirse en forma sintética que insiste en rizar el rizo. Agrega, sin embargo, algunas reflexiones y categorías de análisis para reforzar sus interpretaciones.

Discípulo de Louis Althusser, dedicó sus primeras reflexiones a la sociología y la política. Con posterioridad puso el foco en el vínculo entre el arte y las ciencias sociales. Llegó a la conclusión de que la sociología, la política y la historia explicaban la realidad utilizando un esquema propio de la ficción literaria. A su criterio, las denominadas ciencias sociales ponen orden en el caos de la experiencia utilizando las mismas herramientas del novelista. Insertan los hechos en un marco temporal y le dan un sentido mediante lo que Rancière llama la "razón ficcional".

Para dotar de un antecedente clásico a su teoría recurrió al célebre pasaje de la Poética en el que Aristóteles afirma que la poesía es más filosófica que la historia, porque esta última da cuenta de cómo los hechos se producen, mientras la primera da cuenta de cómo pueden producirse. En otras palabras, les asigna un sentido.

CAUSALIDAD 

Para Rancière la razón ficcional descubierta por Aristóteles se encuentra en el corazón de la tragedia griega que se desarrolla según una causalidad invariable: error (hamartía), exceso (hubrys) y desenlace (catastrofe). Pero el arte no sólo dio sentido a la experiencia, sino que también "contaminó" a las disciplinas que la terminaron tomando a préstamo para usarla como esquema interpretativo de los fenómenos sociales.

Esto contradice el prejuicio extendido de que ciencias sociales y literatura son disciplinas contrapuestas. Impugna también la creencia de que las ficciones científicas describen con rigor la realidad, dando cuenta de sus características materiales, mientras las novelas son reflejos deformados de esa realidad. En El hilo perdido Rancière ya había advertido que esa contraposición era falsa, que las ciencias sociales aplicaban esquemas interpretativos usados por los novelistas y que la racionalidad ficcional tenía probadas capacidades heurísticas. Aquí da un paso más; afirma que la sociología trabaja con un sujeto histórico y aplica la racionalidad ficcional aristotélica, mientras la novela trabaja con individuos y en sus expresiones más vanguardistas se apartó de categorías como la causalidad y la temporalidad para dar cuenta de la pérdida del orden social. En particular a fines del siglo XIX y en la primera mitad del XX hubo intentos de las distintas variantes de la novela experimental de reproducir ficcionalmente el caos de los hechos no mediados.

A lo que hay que añadir, que no sólo la sociología comparte con la literatura la razón ficcional. También lo hacen la historia, la política y el periodismo, que son ficciones no reconocidas como tales, "relatos" que construyen con palabras una imagen del mundo determinando actores, situaciones y acontecimientos.

Esta cadena de afirmaciones conduce a una paradoja: las interpretaciones que la sociología hizo de la literatura de ficción fueron creadas por la propia literatura. También a una conclusión inevitable: como todas las formas del "relato" la ciencia marxista de la historia es todavía aristotélica.

(*) Edhasa, 162 páginas