Heridas abiertas de los "70

La caja Topper

Por Nicolás Gadano
Seix Barral. 224 páginas

En la inagotable bibliografía sobre los años "70, no abundan los libros que ensayen una mirada autocrítica sobre el uso de la violencia con fines políticos. El tono dominante es el de la denuncia, la justificación o la reivindicación, un tono que con algunas excepciones suele contagiarse al testimonio de los hijos de los integrantes vivos o muertos de las organizaciones guerrilleras.

Este trabajo de Nicolás Gadano (Buenos Aires, 1966) debe contarse entre esas pocas excepciones. Economista de profesión y actual director general del Banco Central, es hijo de Jorge Gadano y Alicia Gillone, dos de los precursores de la guerrilla en nuestro país que luego confluyeron en Montoneros y en el exilio en Brasil y México, hasta su regreso al país en 1983.

El libro es la profundización de un artículo que Gadano publicó en 2014 en un diario porteño. Fallecida su madre a causa de una cruel enfermedad neurológica, el hallazgo de una caja en donde ella guardaba recuerdos personales sirve de excusa para impulsar la narración. Revisando cartas, fotos, postales, el autor se interna en un pasado que no vivió o del que poco recuerda, y en el que hay demasiados puntos oscuros o vacíos.

La trabajosa reconstrucción que emprende lo obliga a consultar a su padre, el último sobreviviente de esa época, quien se muestra más bien reacio a colaborar en la pesquisa. El libro se adentra también en la tensión entre padre e hijo, signada por las diferencias políticas que los separan (a las que sólo se alude) y por la necesidad personal y narrativa del autor de buscar su propia voz.

Gadano se pregunta si su padre mató a alguien y lo tacha de "empecinado" por continuar en la guerrilla cuando su esposa y sus dos hijos ya habían salido del país (y después regresaron para llevárselo al exterior). Por otro lado, admite que él personalmente no sufrió el exilio ni extrañó su vida anterior, pese a que la solemnidad de la militancia revolucionaria -de ayer y de hoy- no permite reconocer esos sentimientos. De modo contenido, sin cargar las tintas, reivindica la "vida normal" que lleva en la actualidad, aunque acepta sentirse atraído y repelido a la vez por la existencia peligrosa que marcó a su padre, en lo que se le aparece como "el símbolo de lo que verdaderamente vale la pena".

Testimonio más personal que político, libro de emociones antes que de ideas, La caja Topper está escrito con una prosa contenida y evidentes apelaciones a la ficción para llenar los huecos de la historia real. Tal vez ayude a completar el interminable rompecabezas de los "70 con el recuerdo obvio de que los "militantes revolucionarios" también fueron victimarios, y que entre sus primeras víctimas estuvieron a veces los miembros de sus propias familias.