Promesas de un drástico y abrupto cambio en Brasil

Gradualismo o shock serán la clave para los primeros 100 días del nuevo elenco gubernamental. Se verá si Bolsonaro es verticalista o si es un hombre de equipo

POR CARLOS ALMA *

Parecería que en América Latina, luego de un estilo de gobierno que trasciende más de un período, los movimientos van de un extremo al otro por agotamiento o sensación de desastre económico y social, sobre todo, de la clase media. Y estos cambios son polares pues van hacia los extremos de la concepción política. 

Tanto el populismo, que mira hacia dentro de la estructura social y gasta lo que no tiene; como su contracara que, dramáticamente y hasta tal vez sin miramientos, se ubica en una postura contraria de la herencia que recibe, promueve medidas de relajación o de contracción rígida e imperativa. A veces esto es el resultado de una noción ideológica y otras deriva de la necesidad ortodoxa de poner en orden las cuentas públicas. 

El Presidente Jair Messias Bolsonaro ha orientado su discurso preelectoral, formulando para Brasil, promesas de un drástico y abrupto cambio que, a la hora de poner en práctica el nuevo enfoque ha comenzado a encontrar dificultades, sobre todo, dada la debilidad de su fuerza parlamentaria.
 
Esta situación demandará de su Administración negociar buscando alianzas que le permitan avanzar hacia la liberación de un mercado que, desde el fondo de su historia, ha sido signado por el marcado sesgo hacia la estatización de la economía o en su defecto, a prebendar empresas privadas debilitando su capacidad competitiva externa por el cepo impuesto a sus fronteras comerciales.
La capacidad de consumo de su mercado interno ha disimulado, durante décadas, la fragilidad de esta metodología sustentada en el convencimiento de un sistema que ha prohijado atraso y consecuentemente la oportunidad de corrupción. 

Para tratar de quebrar esta tendencia, se ha conformado un gabinete de ministros que incluye cinco ex militares y dos mujeres dentro del conjunto de 22 secretarios de Estado, con la clara tendencia a la desregulación de la economía, la reducción de la carga pública a través del achicamiento de la planta permanente y la apertura hacia un régimen de capitalización jubilatoria que aún resta ver si funciona. 

Adicionalmente, y como tema no menor, ya que en ese país se registran altísimos índices de criminalidad, se activará la represión del delito aunque esto no se resuelve rápidamente. Este simplificado resumen de la orientación del nuevo gobierno brasileño, envía claras señales al mercado externo y también al interno pero controvertidos.

MERCOSUR O BILATERALISMO

Si bien Mercosur ha sido concebido como un mercado común entre quienes lo integran, realmente pocas veces ha funcionado con políticas integrales. El modelo casi copiado de Europa, no ha considerado la importancia que para aquellos países supuso la integración. 

La conformación del mercado común europeo ha privilegiado la paz política como un salvoconducto que en otras oportunidades  los ha conducido a la guerra. El Mercosur ha sido una especie de remedo tratando de copiar un bloque cuya problemática es diferente y su densidad demográfica está en las antípodas respecto de su geografía territorial. Si bien el nuevo gobierno brasileño no ha denunciado todavía el mercado cuatripartito inicial, no es menos cierto que la definición es hacia los convenios bilaterales.

 Los integrantes del equipo económico responden a la Escuela de Chicago y eso anticipa el perfil que se pretende para el comercio exterior de Brasil. La ortodoxia que se intenta aplicar resultará muy cara aún para quienes votaron por el cambio de rumbo pues la apertura de la economía de este coloso latino americano, supone una modificación de las pautas que han regido su mercado y abre un interrogante acerca de las reacciones de la población acostumbrada a consumir, básicamente, productos nacionales. 

Los casi u$s 2 billones de PBI, tres veces y medio más que el argentino, le otorgan un piso que les permite imaginar una consolidación estable en la economía mundial lo cual implica abrir su mercado para productos importados. El período de cuatro años obliga al actual mandatario asegurar la paz interna y a la vez, relacionarse económicamente con todo el mundo para hacer permanente el modelo. El primer conjunto ministerial que ha conformado Bolsonaro, va en esa dirección. Se trata de ver hasta dónde puede llegar sin reacciones internas.

Gradualismo o shock serán la clave para los primeros 100 días del nuevo elenco gubernamental. Se verá si Bolsonaro es verticalista o si es un  hombre de equipo. Eso definirá su gobierno. 

* Consejero estratégico de AM Consulting