Las partes de un todo

La valija de Frankenstein

Por Luis Gusmán
Edhasa. 131 páginas

Los 200 años de la publicación de Frankenstein fueron motivo para que el mundo de la literatura se viera abordado por un sinnúmero de eventos vinculados a la creación de Mary Shelley. La obra surcó las décadas, sobrevivió al paso del tiempo y a eso tan temido que es el olvido, y continúa ahí, dispuesta a recibir la mirada de los expertos que encuentran cada vez nuevos enfoques en esta historia.

En este contexto es que se inscribe La valija de Frankenstein, el ensayo de Luis Gusmán que analiza con originalidad e inteligencia la novela que, como el mismísimo monstruo, es un todo construido a partir de la reunión de partes. Esa vuelta de tuerca, esa segunda lectura refresca la idea que tenemos del texto.

Según explica Gusmán, la edición de Jerónimo Ledesma, que también traduce la obra, desnuda la esencia de la misma. Dice, por ejemplo, que "Frankenstein está infectado de textos de otros". Como si la autora hubiera ido tomando argumentos prestados para, retazo tras retazo, escribir su obra consagratoria.

Ledesma agrega: "Nunca dice la novela que este monstruo esté hecho de partes de cadáveres, pero si lo está, sus partes provienen de cadáveres muy intelectuales, de Milton, de Rousseau, y de la propia Wollstonecraft, y de los personajes que ellos inventaron. Por esta diversidad, la crítica ha sugerido que la novela es como un monstruo, una criatura hecha de fragmentos".

El paralelismo es enriquecedor. La valija habla de Frankenstein, pero sobre todo de los sueños que los escritores garabatean en el aire, y de los borradores que se pierden, de una vez y para siempre. Allí están Lord Byron, Ernest Hemingway, Pamuk, Esteban Echeverría y Jorge Luis Borges, entre otros. Valijas viajeras, llenas de misterios.