River se potencia ante la injusticia y la adversidad

Los Millonarios debieron superar muchos escollos a lo largo de la Copa Libertadores para poder lograr el objetivo. Ausencias de jugadores por lesiones inoportunas, sanciones arbitrarias y sin sentido a su entrenador y hasta la pérdida de la localía en la final, componen un cóctel que no pudo doblegar a un equipo que mereció ser campeón.

Si bien los Millonarios están atravesando unas de sus horas más felices a lo largo de su rica historia, el tiempo del análisis de todos los acontecimientos que rodearon a esta definición de la Copa Libertadores, no hacen otra cosa que llevarnos a la conclusión que el equipo dirigido por Marcelo Gallardo se potencia ante las adversidades porque jamás se da por vencido.

A lo largo de su recorrido, River debió superar más de un escollo. En la serie ante Racing, en el Cilindro, la expulsión de uno de sus caudillos, Leonardo Ponzio, en la primera etapa, a cualquier otro equipo seguramente lo hubiese descolocado. Si bien no da lo mismo tener o no a su capitán dentro del campo, los del Muñeco pudieron sobreponerse a ese contratiempo y sacaron adelante un partido que de antemano, parecía complicado. Luego del empate en cero del encuentro de ida, en el Monumental la historia fue bien distinta y River terminó apabullando a los académicos.

Ante Independiente sucedió algo similar. Luego de un empate en Avellaneda, los Millonarios recibían al Rojo con la necesidad de ganar su partido pero sin una de sus piezas clave. El Pity Martínez no pudo ser de la partida por lesión y eso obligó al entrenador a modificar el dibujo táctico.  Ante esta dificultad, Gallardo se inclinó por un equipo con tres delanteros y la victoria se quedó en casa con un contundente 3-1.

En semifinales esperaba el Gremio dirigido por Renato, un equipo complicado que tiene el juego vistoso de los brasileños y a la hora de marcar, no tiene la inocencia de aquellos. Pocos esperaban una derrota como finalmente sucedió en el Monumental. Los Tricolores se impusieron con un gol de pelota parada y se llevaron un triunfo que los invitaba a pensar ya en una supuesta final.

En la previa a la revancha en el Arena do Gremio, River recibió un nuevo sacudón. Su entrenador, Marcelo Gallardo, fue sancionado porque un jugador ingreso tarde al campo de juego y dicha pena, le impedía estar con los suyos en el campo de juego y poder ingresar a la zona de vestuarios.

Luego de un PT flojo de sus dirigidos, y asumiendo lo que podría pasar, el director técnico de los de Núñez rompió las reglas y decidió entrar a ver a los suyos antes del comienzo de la segunda etapa. Fue un impulso en el que se priorizó al equipo por delante de los intereses personales. La reacción esperada apareció ya que a escasos ocho minutos del final, los Millonarios empataron el encuentro quedando a un tanto de la gloria. Cuando pocos apostaban por el triunfo, el Pity Martínez, de penal, anotó el segundo tanto que decretó el pase de los suyos a la final de la Copa Libertadores.

En el último escalón había que superar nada más ni nada menos que a Boca, el rival de toda la vida. Cuando todos ya tenían en mente aquel encuentro, un nuevo llamado de la Conmebol sacudió a todo River. A partir del ingreso del sancionado DT al vestuario del Arena do Gremio, el Muñeco recibió una severa y nueva sanción que lo dejaba fuera de las canchas en los dos últimos compromisos. Es más, a la Bombonera ni siquiera pudo ingresar así que decidió quedarse en la concentración del club a vivir los primeros 90 minutos por televisión.

La historia comenzó una vez más cuesta arriba. Cuando River mejor jugaba y merecía más de un gol de ventaja, Wanchope Abila lograba poner en ventaja a Boca, que poco había realizado para lograrlo. Del saque del medio llegó la merecida igualdad de los pies de Lucas Pratto, pero en tiempo adicionado, Dario Benedetto amplió el marcador a favor del local.

Parecía irremontable. Sin su DT en el estadio, perdiendo cuando no lo merecía y en la mismísima Bombonera, nada parecía estar del lado de los Millonarios. Cuando el rival dominaba las acciones y casi nadie lo esperaba, Gonzalo Martínez logró ejecutar el balón con precisión al área rival y Carlos Izquierdoz, en el intento de superar en la marca a Pratto, decretó, en contra de su valla, la igualdad con la que se fue el partido. La mala noticia para River era que Rafael Santos Borré quedaba marginado de la definición por tarjetas amarillas.

La vuelta ya es historia conocida. El micro de los jugadores de Boca fue apedreado a pocas cuadras del Monumental, en un claro error del operativo de seguridad que no aportó al público en el ingreso de los Xeneizes, y a partir de allí comenzaron mil y una conjeturas. Pablo Pérez sufrió una lesión ocular y el partido, luego de varios intentos por jugarlo, quedó postergado para el día siguiente.

Al otro día, cuando la gente ya comenzaba a llegar al Monumental, la negativa de Boca de presentarse a jugar -cambió la postura y comenzó a pedir la quita de puntos para el local- y la buena voluntad de los dirigentes de River posibilitaron a Conmebol, que reprograme el partido una vez más. Ya el papelón estaba consumado, pero a medias.

Ante el fallo de la Conmebol que le negaba a Boca la obtención de los puntos, comenzaron a tejerse miles de conjeturas. Que el partido se jugaba en los Emiratos, que se jugaba en Miami, luego en Colombia, hasta que Alejandro Domínguez decidió lo que nadie esperaba.

El partido se llevó al Santiago Bernabeu de Madrid y con público de ambos equipos, algo que le daba una neta ventaja deportiva a Boca. Lejos de dejarse llevar, los dirigidos por Gallardo centraron todas las energías en enfocarse en el partido mientras en el hotel donde se alojaban los Xeneizes aún se hablaba de seguir recurriendo al TAS en busca de la consagración por vía de los escritorios.

Luego de tanta espera llegó el día de la definición. River jugó un flojo primer tiempo y se fue en desventaja al vestuario tras una gran jugada y definición de Benedetto. La historia parecía esquiva. Como sucedió en la Bombonera en dos oportunidades, otra vez los de Gallardo debían remontar el resultado. Lejos de quedarse, fueron por más. Ya no importaba que Borré ni Scocco no podían estar. En juego estaba el honor y el equipo volvió a demostrar que en las difíciles siempre aparece.

En el complemento todo cambió. Los dirigidos por Matías Biscay -Gallardo estaba en los palcos- jugaron un gran segundo tiempo y con un golazo de Lucas Pratto lograron llegar al suplementario. Ahí era a suerte y verdad y la expulsión de Barrios fue determinante para que Boca sintiera el golpe y cayera por 3-1. Esa fue la gran diferencia. A lo largo de la Copa, River sufrió innumerables contratiempos y se sobrepuso a todos. El camino del rival parecía lleno de rosas y ante la primera espina sucumbió. Por eso el equipo de Gallardo está lejos de ser uno más. Ese sentido de pertenencia y rebeldía no lo tienen muchos, solamente lo tienen los grandes equipos.