G20: un alivio para Macri y una mala noticia para la oposición

Siete días de política. A la estabilidad del dólar el presidente sumó el éxito de la cumbre lo que fortaleció su discurso para 2019: vamos por el camino correcto, volver al pasado sería un error. El PJ, perdido.

Después de la caída vertical de su imagen positiva y todavía en medio de las consecuencias negativas de la devaluación, Mauricio Macri comenzó a ver la salida del túnel. La primera señal fue el freno al dólar. La segunda, el fuerte apoyo de los principales líderes mundiales que le demostraron su solidaridad política y su respaldo económico en el G20.

Hay encuestas que detectaron que Macri recuperó cinco puntos de aprobación, pero no hace falta consultarlas para comprobar que cambió de humor y que ya trabaja en su discurso para la campaña presidencial del año próximo. Mucho lo ayuda que está solo en el escenario.

En primer lugar dejó de hacer promesas, porque no quiere desgastar más su credibilidad. Repite como un mantra "no hago más pronósticos económicos". Segundo, reconoce sin vueltas el mal momento económico y su costo social. Tercero, define la actual situación como una etapa de sinceramiento inevitable de la economía.

Los próximos tres meses serán decisivos. Sólo una nueva escapada del dólar o la caída en una cesación de pagos cambiarían dramáticamente el panorama. Si evita esas contingencias, el siguiente paso será volver hablar del futuro, pero esta vez con un lenguaje realista. El ajuste que prometió evitar en la campaña de 2015 ya es un hecho y se produjo de la peor manera: involuntariamente. Como siempre ha ocurrido en los últimos 70 años la realidad económica derrumbó el voluntarismo como un castillo de naipes. En este caso el voluntarismo se había disfrazado de "gradualismo".

Ante la nueva situación Macri tendrá que convertir el ajuste de necesidad en virtud para adaptarlo al lenguaje de las campañas. Dicho de otro modo, presentarlo como una épica, como una travesía por el desierto. Todas las campañas hablan del futuro. En la que viene el discurso oficialista pintará el futuro como un hijo del esfuerzo. ¿Estarán los votantes maduros para aceptarlo?

Pero antes de pensar en la campaña deberá recuperar la credibilidad, esto es, el dólar tendrá que seguir sin pegar saltos bruscos. Sólo sobre esa base podrá insistir con su otro mantra: "crecer sobre bases sólidas".

Si la situación del oficialismo parece complicada, qué decir de la oposición. Para que el peronismo sea competitivo el año que viene es necesario un colapso total de la economía. Desde que el dólar se calmó y en particular desde el éxito del G20 Cristina Kirchner se llamó a silencio. Más aún, su hijo Máximo que había dicho que había que renegociar con el FMI, industrializar y volver al consumo interno también desapareció de escena.

El resto del peronismo navega en la incertidumbre. Miguel Pichetto sigue en una campaña que llamar de baja intensidad sería sobreestimarla y se reúne con reliquias del pasado duhaldista como "Cacho" Alvarez en Avellaneda o Angel Abasto. Una generación que está en retirada y opera desde enclaves con cajas modestas como la Auditoría General de la Nación. Los viejos tiempos de abundancia en los que disponía de presupuestos como el de la provincia de Buenos Aires para hacer política están lejanos.

La última novedad de este sector es la posibilidad de candidatear a Roberto Lavagna como presidente. Con más de 75 años de edad y una frustrada candidatura presidencial en 2007 con la que ni siquiera alcanzó el 17% de votos, sus chances parecen más que modestas y pintan de cuerpo entero la situación del PJ no kirchnerista: sin liderazgo, sin candidato y sin estrategia a tres meses del comienzo formal de la campaña.

La crisis del gobierno no sólo hizo que el peronismo le pasara el plumero a algunas viejas figuras. También alentó la interna oficialista. Después de una temporada de silencio Elisa Carrió volvió a irrumpir fustigando a Patricia Bullrich por el protocolo de las fuerzas federales para abatir delincuentes. Lo hizo hablando imprudentemente de fascismo. Bullrich se perfila como su rival electoral más peligrosa en la ciudad. Pero Carrió pareció haber reflexionado y dio marcha atrás con sus acusaciones. Seguramente le acercaron algunos encuestas en las que la mayoría de los votantes están más preocupados de perder la vida a manos de los delincuentes que de que los llamen fascistas. Alinearse con el "zaffaronismo" no es una buena idea. No sólo el PJ parece estar perdido.