"Veo un primer trimestre muy difícil"

Recién desde abril habrá una mejora en variables clave de la economía, asegura el economista Fabio Rodríguez. La normalización financiera permitirá percibir señales de menor inflación. El Gobierno debe pensar en impulsar el sector productivo. No se plasmarán reformas estructurales en un año electoral. Urge bajar el riesgo país para captar inversiones.

El calendario va perdiendo sus últimas páginas y es inevitable entonces pensar y proyectar cómo será el 2019, un año signado por la incertidumbre que casi siempre genera una contienda electoral a escala presidencial. En este país anclado en el corto plazo, la estabilidad financiera parece un logro consolidado. Resta entonces avanzar sobre la fase dos del programa: vigorizar al sector productivo, una de las primeras víctimas en la contienda por detener la escalada del dólar.

"Creo que hay que ver el año que viene bajo el punto de vista del plan que se tomó en la actualidad. El acuerdo con el Fondo Monetario Internacional en su parte 2 básicamente tiene el objetivo de lograr una normalización financiera que tenía a maltraer a la Argentina, en una espiral del tipo de cambio y precios que estaba muy peligrosa. Se abordó con una estrategia de emergencia, que es este plan de Base Monetaria cero con mucha dureza, complementado con lo fiscal hacia el déficit cero, y por supuesto con el aumento de la ayuda del FMI", analiza el economista Fabio Rodríguez, socio director de M&R Asociados.

-¿La otra cara de la moneda es la profunda recesión?

-Eso predetermina también que en materia de nivel de actividad no podamos esperar nada que se parezca a un super rebote, un repunte o un boom económico parecido al 2017. Entonces veo un año que tiene ese dilema, sumado a que hay un escenario de posible transición política por las elecciones presidenciales. Es cierto que es probable que los pisos en cuanto a nivel de actividad sean los meses que estamos transcurriendo: noviembre y diciembre. Veo también un primer trimestre difícil.

-¿Qué pasará con la inflación?

-Algunas cuestiones sí van a empezar a aparecer, más sobre el segundo trimestre. Tiene que ver con que repunta la cosecha luego de la sequía, con que habrá un mayor nivel de actividad en Brasil, y eso encadena y mueve nuestra actividad industrial. Y tendría que estar el efecto de una inflación que va tendiendo a ceder, a tener registros más normales. Tendrían que coincidir con algunas mejoras salariales. Lo que quiero decir es que esto no será un boom de demanda en lo que hace al consumo, pero no estaremos en trimestres donde el salario pierde por goleada con la inflación. Se espera para noviembre un registro en torno al 3% y ya para diciembre quizás 2,5. Que es resultante también de que la normalización financiera mencionada, a dos meses del acuerdo con el FMI, ha tenido éxito.

LAS BANDAS

-¿Qué opinión tiene del esquema de flotación cambiaria?

-Creo que es un esquema al que se recurrió de emergencia. La situación de espiralización de tipo de cambio y precios estaba amenazando no ya la economía sino la estabilidad de todo el país. Es un plan muy rústico, muy rudimentario, pero tiene como único objetivo estabilizar. Lo está logrando, pero sabíamos que el daño colateral directo iba a estar radicado en lo real, lo productivo. Es decir, en materia de nivel de actividad y empleo. Me parece importante que, una vez logrado este respiro, se piense también en darle un respiro a la actividad productiva. Debería ser un tema prioritario en la agenda del Gobierno.

-¿Existe el temor a que si se desarma muy rápido el esquema de altas tasas de interés salte el tipo de cambio?

-Exactamente. Hay un delicado equilibrio. El instrumento de esta política es la tasa de interés y habría que llevarla hacia abajo más rápidamente y aflojar un poco la dureza con el crédito. Este esquema conlleva a que se seque de crédito la economía. Obviamente los bancos tienen elevadísimos niveles de encaje y no tienen liquidez para volcar a créditos. Habría que ir buscando un equilibrio para aflojar estos dos cepos de la actividad económica, que son la tasa elevada y el férreo control de liquidez.

-¿Es una receta original para la Argentina?

-Hacía mucho que no se practicaba. Es una receta drástica de eliminar gran parte de los factores que está detrás del movimiento de los precios y la inflación. Básicamente se está estabilizando el tipo de cambio, que fue lo que descontroló la inflación en septiembre y octubre; eliminando la creación de dinero, teniéndola en cero hasta junio. Eso es una caída del 15% en términos reales del circulante. Es una contracción absoluta. Me parece que se está logrando la consolidación, pero la asignatura pendiente es el riesgo país.

-¿Debería bajar a la mitad para atraer inversiones?

-El Talón de Aquiles es la normalización del riesgo país. Está costando mucho más de lo pensado tenerlo sistemáticamente en baja. Estamos flotando en torno a los 700 puntos. Deberíamos tener niveles que nos permitan pensar que a mediados del año que viene podamos empezar a refinanciar vencimientos de deuda, no sólo echando mano a los recursos que nos prestó el Fondo, sino tratar de conseguir recursos en el mercado. Y tratar de guardar lo que nos dio el FMI para un exigente calendario de vencimientos desde 2020 en adelante. Es un delgado equilibrio. ¿Cómo se hace para bajar la tasa más rápidamente sabiendo que hay un compromiso serio con la estabilidad cambiaria? Ha habido semanas en que se percibe que la tasa baja un poco más y pronto hay alguna señal en el dólar. También es un indicador de confianza algo reciente, la reformulación del Banco Central con respecto a las bandas cambiarias. Se ha pasado a que la banda sea un poco más estrecha de aquí hasta marzo. En lugar de al 3% se aumenta al 2% mensual desde enero.

-¿Cómo se baja el riesgo país? ¿Es sólo una cuestión de confianza?

- El problema del riesgo, que es la variable desalineada de esta normalización financiera, es que se mira la transición política. Se mira con un ojo lo que sucede en esta actividad real, pero se mira con el otro ojo qué pasa con las encuestas y las perspectivas de los escenarios electorales. Y hoy eso indica que es una moneda al aire que puede caer para cualquiera de los dos lados, para el oficialismo o para la oposición, que hoy es el kirchnerismo. Esa incertidumbre, que es la palabra que domina absolutamente todo el espectro electoral, es lo que hace que cuando se conjuga con los vencimientos y los compromisos de 2020 en adelante, surgen dudas. Empiezan en el orden de los u$s 20.000 millones por año, pero se van a u$s 40.000 millones para 2022 y 2023. Será el momento de empezar a devolverle el dinero al Fondo. El próximo presidente asumirá con un ratio de deuda de casi el 100% del PBI. No hay que descartar que haya que renegociar la deuda de la manera más amistosa posible.

-Esa responsabilidad puede estar en manos de otra gestión.

-Sí, al que le toque, pero la mochila estará muy cargada y ya habiendo usado el prestamista de última instancia. En agenda está que para el año que viene tenemos que empezar a devolverle el dinero prestado. Ordenar todo y devolver. Hay cosas de los fundamentos macro que van a estar mejor. Si se preserva el encausamiento fiscal y se mantiene la competitividad del tipo de cambio, adentro de las bandas, los dos grandes desequilibrios que llevaron a esta crisis, el fiscal y el externo, pueden mejorar. En esa segunda gestión estará la mochila cargada pero se pueden tener estos dos fundamentals mejor encaminados. Dependerá cómo se perfile el año en materia electoral y de las respuestas que dé el Gobierno a su agenda. Insisto, en algún momento del primer trimestre hay que ver cómo se le da aire a las tensiones del aparato productivo. Robustecer el aspecto financiero no debe ser un fin en sí mismo.

-¿Urge recuperar el financiamiento para el sector productivo?

-El paso siguiente es ver cómo intenta alentar al sector productivo, con poquísimos instrumentos que tiene el Gobierno para estimular la actividad económica. Como sí lo hizo en 2017 cuando tuvimos un boom de obra pública, que ahora no lo tenemos; un boom de crédito productivo e hipotecario, que tampoco lo tenemos por la exigencia de base cero. Con poquísimos elementos hay que ir pensando una distensión para el sector productivo. Deberían ser más agresivos para bajar la tasa y recuperar el crédito, tal vez más dirigido a las pymes que son las que están sufriendo esta situación económica. Tal vez potenciar el rol de la banca pública nacional sería relevante. Hay que suavizar lo que se está presentando como un panorama durísimo desde el punto de vista de los indicadores económicos, con desplomes importantísimos en comercio, automotores, inmuebles. Por donde uno mire, hay costos para todos. Sólo se salvan los proyectos energéticos y algo de turismo receptivo.

LAS REFORMAS

-¿Hay margen para reformas estructurales en un año electoral?

-No. Creo que si no hubo espacio para eso en años del apogeo de Cambiemos, desde agosto del año pasado hasta marzo del 2018, me parece imposible pensarlo en un año electoral. El botón de muestra fue el intento de reforma previsional, cuando casi estalla todo por los aires. En un contexto de mucha batalla electoral no va a ser un tema de agenda. Lo que no quiere decir que no sea un tema deseado por el Gobierno. Es verdad que debemos robustecer la competitividad sin pensar sólo en el tipo de cambio.

-Como siempre, no alcanza sólo con devaluar.

-No, para nada. Pero el timing no indicaría que será el año que viene el momento de las reformas. Esta es una economía que está en una crisis de confianza general y a la que le cuesta tener un horizonte. No puede proyectar ninguna variable ni proyecto de inversión más allá de meses.

-¿Qué se puede esperar en materia de inversiones?

-En 2019 tendremos un año de ausencia de inversiones. Esa falta de confianza forma parte del escenario de incertidumbre en torno a las elecciones.

-¿Hay riesgo de volver a sufrir un atraso cambiario que se coma la competitividad ganada en estos meses?

-Espero que no. El mecanismo de bandas está diseñado para que eso no ocurra, si bien no hay un compromiso con un valor explícito del tipo de cambio. La banda se puede perforar tanto hacia abajo como hacia arriba y el Banco Central puede intervenir. El espíritu de este esquema y la correción mensual tiene que ver con no perder o no repetir lo negativo que fue la experiencia del atraso cambiario.

-¿Qué le dejó la experiencia de la política de metas de inflación?

-La palabra que domina esa experiencia es fracaso. Me parece que fue la implementación de una estrategia que puede servir en determinadas instancias, pero en Argentina se aplicó prematuramente cuando no estaban dadas las condiciones. Además, todo el tiempo se la estuvo boicoteando por el lado fiscal y de recomposición de precios. Con esto se convivió demasiado tiempo.