Efectos indeseados del Acuerdo de París

El análisis del día. Los europeos no sólo eligieron dotarse en energías más caras sino que quisieron imponerlo al resto del mundo para no quedar en una posición no competitiva en costos. Esa decisión geopolítica ahora les estalló en la cara.

Desde hace dos semanas miles de manifestantes protestan en Francia contra un nuevo impuesto. La revuelta comenzó en las zonas rurales, donde el impacto del aumento del precio de combustible y la ausencia de transporte público es más notorio, para luego extenderse a las ciudades, entre ellas, París.

Los manifestantes se identifican con el uso de chalecos amarillos. Se convocan por celular, sin pertenencia partidaria.

Piden la eliminación del nuevo impuesto.

El gobierno francés enfrenta un panorama complicado y de difícil resolución. Evidentemente, sus funcionarios creyeron que este aumento iba a pasar desapercibido. Las raíces del problema son varias.
La excusa de los burócratas para agregar un nuevo impuesto es desalentar el uso de combustible fósil, por el calentamiento global y otros mitos, y para contar con dinero disponible para financiar la substitución de fuentes de energía.

Europa no tiene petróleo. Debe importarlo. Sus proveedores principales son Rusia, Medio Oriente, Nigeria y el Africa mediterránea. También insumen la producción del Mar del Norte que, claramente, no es suficiente para sus necesidades. Excepto una participación de Total (y ELF), el mercado internacional está monopolizado por British Petroleum (GB), Shell (Holanda) y las compañías norteamericanas. Rusia controla su producción y otras de su área de influencia. Es el principal proveedor de gas a Alemania. China tiene explotaciones además de Manchuria (Africa, Argentina) pero en general las destina a su propio mercado.

Por lo tanto Europa tiene un problema para obtener combustible para su industria y para darle calefacción, transporte y electricidad a las familias.

ANILLO DE ACERO

Tuvieron varios intentos para romper este anillo de acero. Rusia y Estados Unidos podrán tener sus diferencias pero actúan coordinadamente cuando se trata de negociar los precios de combustible que la Unión Europea deberá pagar.

El primer intento importante de los últimos tiempos fue el acuerdo con Irak, cuando gobernaba Hussein.

El objeto era construir un oleoducto y gasoducto desde Irak a Alemania, cruzando Turquía y Grecia. El acuerdo fue firmado con bombos y platillos. Para Alemania significaba contar con un segundo proveedor con volúmenes considerables, adicional a Rusia que mitigara su dependencia.

El acuerdo nunca funcionó. A las pocas semanas Gran Bretaña y Estados Unidos deciden invadir Irak, colgar a Hussein, y claramente impedir la construcción del ducto. Alemania y Francia, cual juego de la oca, retornaron a la casilla cero.

No hay que olvidar que previamente Estados Unidos impuso un bloqueo a Irán, lo que agravaba la situación europea.

Por lo que Alemania tuvo la idea de generar el crecimiento de fuentes alternativas de energía. Rápidamente contó con el apoyo de Francia y conjuntamente le impusieron el plan al resto, que lo vio como una forma de autoabastecimiento, independientemente de los costos que pudiera tener el proyecto.

Ya los europeos habían aceptado en la década del 60 el plan francoalemán de autoabastecerse de alimentos, por cuestiones geopolíticas, cualquiera fuera el costo. Los funcionarios pensaron que esta vez, también, el público los iba a acompañar.

Para justificar ante sus ciudadanos el esfuerzo presupuestario de la inversión en energía alternativa, montaron un gigantesco aparato de propaganda que finalizó la firma de Hollande y otros líderes mundiales del Acuerdo de París. 

IMPOSICION

No sólo eligieron energías más caras sino que quisieron imponerlo al resto del mundo para no quedar en una posición no competitiva en costos. Ellos están obligados a costos altos, pues que el resto del mundo también lo esté. Incomprensiblemente Estados Unidos (con Obama) aceptó la agenda, mientras China, por ejemplo, ignoró las exigencias.

Mientras no cejaron en intentar obtener nuevas fuentes de combustibles. Acompañaron a Estados Unidos, con gobierno demócrata, en la aventura -desastrosa- de cambiar los regímenes políticos de todo el norte de Africa y de Siria, mediante la invención de la Primavera Arabe y la financiación de ISIS en su invasión a Siria. Establecieron caos, muerte y destrucción en toda el área.

En particular, la intervención en Libia tuvo el apoyo explícito de Francia. Libia fue por décadas proveedor de Italia y Francia quería -quiere- desviar ese petróleo hacia su territorio.

Hace tres años los europeos intentaron convencer a Estados Unidos de levantar el bloqueo a Irán. Por razones que aún no se entienden, el gobierno demócrata aceptó el acuerdo. Nunca fue convalidado por el Senado de Estados Unidos.

El reemplazo de la energía resultó más costoso de lo esperado. Primero, porque todos los estudios previos erraron, minimizando la inversión requerida. Segundo porque las inversiones fueron confiadas al "capitalismo de amigos". A los proveedores del estado de las distintas naciones europeas desde hace décadas. Los precios pagados llevaron los costos por las nubes. A lo que hay que agregar que se financiaron proyectos insólitos, a todas luces antieconómicos.

La energía solar y eólica tiene bajo rendimiento, alto costo de instalación y mantenimiento. Todas las empresas automotrices que se dedicaron a vehículos mixtos (híbridos) o eléctricos recibieron multimillonarios subsidios por parte de los Estados.

A cambio, eso sí, todos los receptores de subsidios y contratos de provisión, fueron entusiastas financiadores de campañas políticas varias.

Adicionalmente, gran parte de los subsidios para energías alternativas fueron a parar a las manos de las petroleras que crearon divisiones ad-hoc. 

El caso de Francia es peor que el de algunos de sus socios. Francia genera gran parte de su energía en plantas nucleares, lo que la obliga a tener ejércitos de ocupación en las regiones proveedoras: Chad, por ejemplo. Por razones que desconozco decidió desmantelar sus generadores, lo que la hace aún más vulnerable.

Todo esto hizo que la cuenta de la energía alternativa se hiciera impagable.

Si Europa tomó la misma decisión que en los 60 de autoabastecerse de alimentos a precios caros y entonces no hubo problemas y ahora sí, ¿a qué se debe la diferencia?

En la oportunidad anterior, la decisión europea condenó a Canadá, Australia, Argentina, Uruguay y a los estados del medio oeste americano. Ninguno protestó en su momento, excepto los australianos, básicamente porque -en particular en América- no entendimos las repercusiones que tal decisión iba a tener en nuestros futuros. Australia, NZ y Canadá, luego de un par de décadas de problemas -default incluido- encontraron mercados alternativos. En el caso americano, desde Kentucky hasta Paysandú o Tandil, nos sumergimos en una caída sistemática del PBI per cápita hasta que China comenzó a demandar soja para fabricar combustible. 

Los europeos, luego de haber sido alimentados por todos estos países y de haber sido generosamente auxiliados después de la guerra, no sólo por Argentina, sino por Kansas, Australia y el resto, respondieron con el cierre de su mercado.
Sin embargo, ahora con el petróleo, las consecuencias son bien distintas. Porque enfrente tienen a las petroleras.

ESTADO CARO

Francia tiene un Estado caro. Cada vez más caro. Ahora insume más de la mitad del PBI. No sólo exprime a sus ciudadanos con impuestos sino que tiene una deuda monumental. Los altos impuestos expulsan a la industria y a todo actividad productiva, por lo que cada vez hay menos personas para pagar impuestos crecientes. 

En simultáneo los ciudadanos son espectadores de dispendios cada vez más extravagantes por parte de sus gobernantes, que lejos de acompañar con austeridad -aunque más no sea aparente- el esfuerzo que piden a sus gobernados, le refriegan sus niveles de vida por el rostro. Los franceses no pagan una burocracia escandalosamente cara, pagan dos: la de París y la de Bruselas.

Dentro del listado de agravios hay que sumarle la lucha cultural, donde las élites urbanas tratan de ignorantes y atrasados a las personas que trabajan, en particular en el interior, y quieren imponer, por sobre sus costumbres, un multiculturalismo y una agenda de supuesta modernidad, que choca contra creencias arraigadas.

El aumento del impuesto al combustible fue el último impuesto que no están -por ahora- dispuestos a pagar.