El atroz encanto de una idea explosiva

Historia del anarquismo I. La Argentina se enteró de la peor manera que existen celulas anarquistas en su seno. En una serie de artículos, recorremos la trayectoria histórica de los ideales ácratas que ejercieron (y ejercen) una venenosa fascinación sobre intelectuales, legos y proletarios por igual.

Los anarquistas decimonónicos fueron los ardientes herederos de las ideas de los revolucionarios franceses. Los enrage o enfurecidos, eran los grupos extremistas que en 1789 propusieron el uso de la violencia como método rápido y efectivo para lograr las metas de una sociedad igualitaria propuesta por ideólogos como Rousseau, ("La única costumbre que hay que enseñar a los niños es que no se sometan a ninguna"), Sylvain Marechal ("El disfrute comunal de los bienes de la tierra") y Babeuf ("La Conspiración de los iguales").

El primero en usar el término anarquía fue el dramaturgo griego Esquilo en su obra Los siete contra Tebas (467 a.C.). La idea de una sociedad sin jerarquías o control gubernamentales tentó a varios pensadores a lo largo de los siglos, desde las propuestas del cristianismo primitivo, a la concepción de una Utopía, como lo propuso Tomás Moro, pasando por la prédica de los anabaptistas.

Estos, bajo la conducción de Thomas Müntzer, alzaron a los campesinos alemanes en 1525, y fueron sometidos por una violenta represión que ocasionó la muerte de más de 100.000 insurgentes a manos del ejército conducido por Jorge III von Waldburg Zeil.

Pensadores como Francois Rabelais, Etienne de la Boétie y el reformador Gerard Winstanley jugaron con la idea de un sistema igualitario sin gobierno central. Sostenían, que la naturaleza humana era lo suficientemente sabia para desechar una conducción represora y la sana discusión de las ideas llevaría naturalmente a una convivencia armónica.

EL PIONERO

El antecesor ideológico de la efervescencia revolucionaria francesa fue sin duda William Godwin (1750-1836), padre de Mary Shelley (inventora del inmortal Dr. Frankenstein, y esposa del poeta Percy Bysshe Shelley). Fue Godwin un predicador de ideas radicales; con sus escritos pretendía cambiar la sociedad. De especial trascendencia para el tema que nos ocupa fue su libro Disquisición sobre la justicia política y su influencia en la virtud y felicidad de la gente. A fines del siglo XVIII este libro se convirtió en una obra influyente, a la altura del Emilio de Rousseau. 

Godwin consideraba intolerable todo control del hombre por el hombre, si bien no creía que toda coerción fuese inmoral. Tampoco era un igualitario in extremis, de hecho reconocía la necesidad de un gobierno fuerte bajo ciertas circunstancias, pero estaba convencido que cada hombre, haciendo lo que le pareciera justo, estaría haciendo lo mejor para la sociedad porque, según Godwin, todos actuarían racionalmente guiados por los principios de la razón pura. 

Esta concepción tan idílica fue cambiando a lo largo de su vida, (probablemente inspirado en la frase del amigo de su yerno, el perspicaz Lord Byron, quien sostenía que cuando más conocía a los hombres, más amaba a su perro, al que dedicó uno de los obituarios más bellos de la literatura).
Resulta paradójico que uno de los ideólogos del anarquismo como lo fue William Godwin terminase sus días como funcionario del gobierno británico.

LUDDITAS

A raíz de la revolución industrial nacieron en Inglaterra los primeros sindicatos. El movimiento obrero adoptó al sabotaje como medio de resistencia y la huelga como forma de expresar su descontento. Los Ludditas (tomaron su nombre de un personaje imaginario llamado capitán Ned Ludd) destruían las nuevas maquinas que a su criterio, mermaban el trabajo a los artesanos. (En el siglo XX, en plena era digital, surgió un neoluddismo que se opuso a la diseminación de las computadoras y el desarrollo de la inteligencia artificial por las mismas razones que esgrimieron sus antecesores hace dos siglos).

Fue Charles Fourier quien propuso el socialismo utópico, basado en el cooperativismo, criticando "las pasiones individuales", que según él, destruían la armonía de la sociedad.

La dialéctica hegeliana aportó el concepto de lucha de clases, que impregnó los principios del anarcocomunismo decimonónico, mientras Wilheim Weitling revivía en tiempos modernos la política milenarista de los anabaptistas y sus "tentativas sangrientas de introducir la segunda llegada del Señor", según la visión de Tristan Hunt.

Fueron estos los precursores de los ideales ácratas que ejercieron (y ejercen) una atroz fascinación sobre intelectuales, legos y proletarios por igual.

Fue Pierre Joseph Proudhon quien dio las bases ideológicas del anarquismo identificando a la propiedad privada como un robo: los bienes de unos era el resultado del despojo de otros. De hecho Proudhon fue el primero en declararse anarquista en contraposición al socialismo totalitario que se configuraba en Europa. Creía en la descentralización del Estado y de la economía.

La tierra y los instrumentos de producción, debían estar en manos de los trabajadores. Después de escribir La filosofía de la miseria (duramente rebatido por Marx en 1844 con La miseria de la filosofía), Proudhon intentó poner en marcha el Banco del pueblo, el primer sistema financiero mutualista, que fracasó antes de comenzar.

NIETZSCHE, EN ESCENA

Del otro lado del Atlántico, Josiah Warren y Lysande Spooner se basaron en las ideas de Nietzsche, para construir su ideal ácrata. Fue el mismo Nietzsche quien comparó al gobierno con un ladrón que exige la bolsa o la vida.

"Muchos, sino la mayoría de los impuestos, son pagados bajo la compulsión de la amenaza. El bandolero toma únicamente sobre si la responsabilidad, el peligro y el crimen de su propio actuar. El no pretende tener ningún derecho legítimo sobre tu dinero, no finge tener la intención de usarlo para beneficio de su víctima".

Para Nietzche el gobierno además de ladrón era hipócrita. No todos los ideólogos se quedaron en la teoría, algunos como Robert Owen quisieron llevar estas ideas a la práctica en proyectos de sociedades utópicas como New Armony en Indiana, USA. Al cabo de tres años (1855-1858) esta nueva armonía fracasó y Owen debió volver a Inglaterra, donde creó la Gran Unión Consolidada de Oficios con la intención de controlar a todo el movimiento obrero británico. 

En Alemania los hermanos Bruno y Edgar Bauer, apoyados en la prédica de Max Stirner, desarrollan un nihilismo crítico que conducía al repudio completo de toda organización estatal. La libertad del individuo se anteponía a cualquier estructura coercitiva. Este concepto del egoísmo guardaba estrecha relación con la concepción del súperhombre de Nietzsche. En su libro El único y su propiedad, Stirner proclamaba la vacuidad de toda religión e ideología que en su opinión solo pretenden esclavizar al individuo. Para él solo era válida la asociación voluntaria de personas que llamaba unión de egoísmos.

REVOLUCIONES

La estructura capitalista secundaria a la Revolución industrial generó reacciones en la sociedad europea que llegaron a expresarse violentamente. La Revolución de 1789 respondió a propuestas liberales; la revolución de 1830 fue un movimiento radical democrático y la del 1848 una revolución socialista que sacudió las bases políticas de la vieja Europa. Dicho de otra forma, la revolución contra Luís XVI surgió del enfrentamiento de los ideólogos liberales contra la aristocracia. La de 1830 fue el choque entre la clase media y la monarquía impuesta por la Santa Alianza, en búsqueda de una sociedad más democrática. Finalmente, la de 1848 fue la colisión entre la burguesía y el proletariado que pretendía imponer una sociedad más igualitaria. Vale aclarar que no siempre salió airosa la propuesta original porque, como señala Hegel, del enfrentamiento entre la tesis y la antitesis surge una síntesis que no siempre refleja la intención primigenia.

La revolución de 1789 había creado un modelo que fue copiado en cada reclamo social y político del siglo XIX y XX (incluyendo las revoluciones americanas de 1810). Mientras que en la revuelta de los sans coulottes reinó (valga la expresión metafórica) la improvisación, las revoluciones subsecuentes siguieron al plan maestro trazado en 1789. El mejor ejemplo se ve en la revolución bolchevique que también tuvo su Dantón y su Robespierre , su jacobino y su girondino, que impusieron después de su triunfo sus secuelas autoritarias. 

La radicalización del discurso liberal llevó a la formación de sociedades, como la Asociación de Libres Pensadores, promovida en 1850 por Anselmo Bellegarique, quien proclamaba la desobediencia cívica, influenciado por las ideas del norteamericano Henry David Thoreau.

"Un demócrata no es quien manda, sino quien obedece", sostenía Bellegarique. En ese contexto publicó un artículo titulado L"Anarchie c"est l"ordre, que meses más tarde daría lugar al Manifiesto de la Anarquía. Como Stirner, Bellegarique sostenía que el individualismo era "la liberación, la grandeza y la nobleza del hombre". Entre estas posturas individualistas y las colectivistas se abriría un abismo que al principio solo parecía un juego de palabras. En la práctica y con el tiempo, las grietas fueron separando brechas en los movimientos obreros que abrazaban las nuevas propuestas revolucionarias.

LA PRIMERA

Durante el primer Congreso Comunista de 1868, conocido como la Primera Internacional, reunido en Ginebra (Suiza) se plantearon las diferencias entre comunistas y anarquistas. Hasta entonces Marx, Engels y Bakunin habían trabajado juntos, ya que consideraban a esta Primera Internacional como un centro de cooperación y comunicación entre los obreros de distintos países. Sin embargo, el movimiento no llegaba a concitar el entusiasmo de las multitudes.

Recién después de los sucesos de la comuna de París en 1871, cuando se estableció un gobierno federativo siguiendo la prédica de Proudhon, se popularizaron las ideas marxistas-anarquistas entre las masas obreras.

Al año siguiente, en el V Congreso de La Haya se produjo la escisión entre los marxistas y los ácratas seguidores de Bakunin, quien pretendía que la Internacional fuera una coordinadora de los movimientos socialrrevolucionarios pero sin órgano de dirección centralizado (a diferencia de lo que proponía Marx). 

Mientras que el comunismo pretendía una dictadura del proletariado, es decir un Estado obrero, Bakunin y sus seguidores rechazaban toda autoridad. Es más, propugnaban la insurrección armada para destruir al Estado, o cualquier organización gubernamental. Para Bakunin solo debían existir los sindicatos como aglutinador del proletariado, todo otro grupo sería redundante. ¿Quién era este hombre que pretendía imponer su prédica entre los comunistas?

EL SR. BAKUNIN

Mijail Bakunin (1814 - 1876) era de origen menos aristocrático que su connacional, el príncipe Kropotkin, aunque su padre había sido diplomático y pertenecía a la nobleza.

Hegeliano entusiasta, tradujo la obra de Hegel al ruso. Creía, como su mentor, que "todo lo que existe es racional". Hacia 1842 conoció a Proudhon y a Karl Marx. En 1849 participó en la sublevación de Dresden, donde conoció a Richard Wagner, antes de que el músico fuese presentado al príncipe Ludwig II de Baviera. Este monarca proveyó los medios para saciar las aspiraciones burguesas del músico, quien atenuó en parte su mensaje subversivo. 

El que radicalizó su prédica fue Bakunin, quien criticó a Rusia por la invasión a Polonia. Bakunin fue apresado en Dresden por participar en la rebelión checa de 1848. Fue encarcelado en las temibles mazmorras de la fortaleza de Pedro y Pablo en San Petesburgo. En la cárcel fue víctima del escorbuto (a raíz de esta avitaminosis se le cayeron todos los dientes). El ácrata ruso fue condenado a un campo de trabajo en Siberia, de donde escapó, dirigiéndose a Japón. 

Por sus aventuras activistas, Bakunin era una figura mucho más conocida en el mundo que el teórico Karl Marx. Pronto entraron en conflicto, especialmente después del Congreso de La Haya. Curiosamente para un libertario, Bakunin tenía ideas antisemitas que le valieron críticas de sus correligionarios, menos proclives a prejuicios raciales. Después del disenso con Marx en 1872, Bakunin predijo que los regímenes que siguiesen el ideario marxista, tarde o temprano se convertirían en dictaduras basadas en trabajos forzados ("Una libertad que ha sido impuesta no es digna de llamarse libertad").

"Si ves al más ardiente revolucionario revestido de poderes totales, en un año será peor que el Zar". Stalin convirtió a sus predicciones en realidad.

A pesar de sus problemas de salud Bakunin trató de participar en la revolución de Bologna. Debió escapar disfrazado de Italia y permaneció en Suiza hasta su muerte en Berna.