Cerraron más de 50 librerías y otras 100 están agonizando

Tras la caída de las ventas, deben afrontar el aumento descontrolado de los alquileres y de los servicios, sobre todo la luz y el agua. Los locales están desiertos y cuesta pagar los sueldos.

La imagen es desoladora. Los vendedores se miran las caras durante horas y no entra nadie. Las enormes superficies de las librerías tradicionales son un triste desierto. Los clientes han desaparecido y cada uno se pregunta hasta cuándo se podrá seguir soportando. Desde que comenzó la crisis, ya cerraron 50 locales y más de 100 están en etapa terminal. Uno de los emblemas de la cultura porteña está hoy en peligro de extinción.

"Lo que nos impacta no es un problema del sector editorial, sino la crisis de la economía: el consumo cada vez está más abajo y la gente cada vez tiene menos "guita" para sus gastos. Los libros no entran dentro de las cosas imprescindibles para la vida cotidiana. Entonces, cuando la gente termina de pagar todo lo que necesita para vivir, no le queda nada para otra casa. Estamos en la línea de fuego de la prescindibilidad", reflexionó Ecequiel Leder Kremer, titular de la tradicional Librería Hernández, de Corrientes y Uruguay.

"Los últimos buenos años del sector fueron 2013 y 2014, cuando había consumo. Desde entonces, las caídas llegan a más del 50 por ciento. De hecho, este año se produjeron 20 millones de ejemplares menos, sobre un total de 40 millones en 2014", dijo el librero.

"Hoy por primera vez se están desactivando planes editoriales -sostuvo Leder Kremer-. Incluso en las peores crisis, el mercado siempre creció en títulos, aunque cayera la cantidad de ejemplares. Ahora ya está cayendo la cantidad de libros registrados, lo que habla de una retracción histórica para el sector".

"Lo que impacta en el stock de las librerías es la falta de reimpresiones. Si se agota un libro -aunque sea de autores importantes, como Cortázar, Borges o Pizarnik- la reimpresión tiene una velocidad de venta mucho menor que la novedad. El recupero de la inversión es muy lejano y en una economía hiperinflacionaria es quimérico, porque cuando un editor que va a descontar un cheque, le piden hasta el 80 por ciento. Nosotros somos una librería de fondo y se está perdiendo un acervo cultural importantísimo", enfatizó el librero.

"Aunque parecen caros, los libros no han aumentado al ritmo de nuestros gastos. Estamos entre la espada y la pared: si los editores suben el precio de tapa quedan valores ridículos", expresa el titular de Hernández.

La misma desazón expresó Gabriel Waldhuter, dueño de la librería que lleva su nombre, en Santa Fe y Rodríguez Peña.

"Las ventas no dejan de caer. Este mes, comparado con el mismo período del año pasado, vendimos un 20 por ciento menos de ejemplares. Mientras, los servicios y alquileres no paran de aumentar. Prácticamente no estamos llegando a cubrir los gastos y nos cuesta pagar los salarios. Las librerías están desiertas, porque la gente antes de comprarse un libro tiene que comer", sintetizó.

"Nuestra librería se especializa en Humanidades, Educación y Literatura. Nuestro cliente es el docente y es uno de los que peor está. Además, las bibliotecas de las universidades no están comprando, cuando era una de las principales ventas", dijo Waldhuter.

"La rentabilidad se fue perdiendo por las tarifas. En mi local, estoy pagando 15 mil pesos de luz por mes y 10 mil pesos de agua. La rentabilidad del libro para la librería es mínima: entre el 35 y el 40 por ciento del precio de tapa. El alquiler también subió al ritmo de la inflación", se quejó el librero.