Los gobernadores dan un paso al costado y Cristina llena su arca

Siete días de política. La discusión del presupuesto 2019 prefigura la campaña 2019.

Mauricio Macri disfrutó tres años de la división del peronismo que le permitió gobernar a pesar de estar en minoría en el Congreso. Pero en los últimos días empezó a sufrirla por la incertidumbre que generó en torno a la aprobación del presupuesto.

Esa incertidumbre es producto del enfrentamiento de dos facciones que convivían precariamente en el bloque de la Cámara alta liderado por Miguel Pichetto. Cuando el presupuesto se discutió en comisión la fractura quedó expuesta y la lideró un senador de Formosa, José Mayans, vocero del gobernador cuasi vitalicio de su provincia y muy enfrentado con el gobierno nacional. Pichetto representa a los gobernadores antikirchneristas que colaboran desde hace tres años con la gobernabilidad y tienen una actitud dialoguista.

Por este conflicto comenzó el poroteo para ver quién tiene más senadores alineados y, si Pichetto consigue el miércoles que lo sigan 12 sobre un total de 24, podrá festejar. Tan fragmentado tiene el bloque, tan limada su autoridad.

La ruptura se aceleró con el presupuesto, pero venía de lejos. Los gobernadores, que manejan una apreciable cantidad de legisladores en el Congreso, negociaron fondos con Pichetto como representante y lograron zafar en buena medida del ajuste. El equilibrio fiscal se consiguió mediante una fórmula que `grosso modo' es así: un tercio del `ajuste' fue reducción de gasto, otro tercio, aumento de la presión impositiva, y otro tercio, freno de la obra pública.

A lo que hay que agregar que la mayor parte de los recortes cayó sobre los hombros de la Nación y de los dos principales distritos en manos del PRO: la provincia de Buenos Aires y CABA. ¿Cómo no iban a acordar los gobernadores que ven el achicamiento en sus distritos como una amenaza gravísima? En las provincias del norte, por ejemplo, dos de cada tres asalariados son empleados públicos. Por eso, además de prestar los votos hicieron algo que al macrismo le conviene: prometieron separar las elecciones de sus distritos de las presidenciales con lo que el `aparato' quedará a disposición del mejor postor.

Pero el acuerdo aprobado en el Senado tropezó con la rebelión de los kirchneristas y filokirchneristas que quisieron seguir ordeñando al Tesoro Nacional, rompiendo el acuerdo logrado en Diputados. Y en este punto Pichetto quedó expuesto. Una apreciable cantidad de `compañeros' no acepta su conducción. El, que por pedido de algunos gobernadores había jugado a aislar a Cristina Kirchner, quedó a su vez aislado cuando los mandatarios provinciales decidieron no jugar en las presidenciales y dieron un paso al costado.

¿Por qué ocurrió esto? Porque ningún dirigente dialoguista, ningún gobernador que predica la `renovación' partidaria, se jugará asumiendo la candidatura contra Macri el año que viene. Cristina Kirchner, en cambio, es la única en condiciones de competir aunque pierda el balotaje. Más le preocupa perder la libertad. Desde su sector ahora dicen que podría hacer un `renunciamiento histórico' para derrotar a Macri, pero ¿quién la reemplazaría? Si le cede la candidatura a un peronista y este gana, su suerte sería peor que con Macri. Está fresco el recuerdo de lo que pasó con los Duhalde que ayudaron a los Kirchner a llegar al poder.

Por eso comenzó a sumar adhesiones y a subir al arca a personajes de diversas especies: sindicalistas, Hugo Moyano y Daer; ex Massa, Felipe y Facundo Moyano; piqueteros, Navarro y Grabois; obispos, etcétera, etcétera. En el futuro subirán seguramente también empresarios, banqueros y otros actores políticos en apoyo de un `gobierno nacional y popular' el año que viene. Esta versión de la bíblica nave construida para zafar del Diluvio es lo que José Luis Gioja llama el Gran Frente Opositor.

Tan polarizada está la lucha que llegó hasta la Corte Suprema en la que el gobierno vio surgir con preocupación una nueva mayoría peronista integrada por tres magistrados de ese perdigrí. El tribunal tiene en sus manos decisiones que podrían dinamitar la economía por lo que la incertidumbre, como los peajes que Macri tiene que pagar en el Congreso, resulta inacabable. También los paros salvajes de gremios con niveles salariales de privilegio, pero que buscan hostigar al gobierno enardeciendo a la clase media.­